Hay quienes cada vez que alguno se atreve a criticar al sistema de gobierno responden automáticamente, como si lo tuviesen programado, tildando de revoltosos a quienes así lo hacen, y no me refiero a la mayoría de los medios convencionales de “información” que existen y que están al servicio de quienes controlan la economía del país, sino a las personas de a pie como usted y como yo.
El punto no tendría a mí parecer nada de malo, pues una buena crítica me parece un elemento que puede servir para el progreso, si realmente fueran sus ideas; quiero decir, las del denostador en cuestión. El problema es cuando sólo repiten lo que una y otra vez se les dice a través de (ahora sí) los medios informativos tradicionales. En varias ocasiones, al pedirles argumentos, me sorprende la turbación y el silencio con que responden, es entonces cuando me pregunto, ¿cómo es posible que sientan como convicciones propias, posiciones que ni siquiera pueden explicar? ¿De qué tamaño es el grado de enajenación de las persona para terminar reaccionando como lo hacen sin plena conciencia de sí mismas?
La mayoría de ellos trabaja más de ocho horas al día y apenas y sobrevive con el sueldo que perciben, y sobrevivir no es llevar una vida digna. Esa clase de vida no es la que deseo para ellos y por supuesto tampoco para mí. Recuerdo que muchas veces en mi antiguo trabajo mis compañeros se quejaban de que a otro le fuera mejor que a ellos. ¡Mucha atención¡ no se quejaban de la situación laboral propia y aspiraban a mejores condiciones para sí, lo que esperaban era que quien estaba en una situación mejor a la suya terminara igual que ellos, como los cangrejos, exigían que ninguno de los trabajadores tuviera ningúna prestación extra, aunque por derecho le correcpondiera, en lugar de exigir la misma prestación para sí. Es muy triste, algo similar escuché cuando extinguieron a Luz y Fuerza del Centro. Muchas veces al hablar de este tema ellos decían: “Está bien que la hayan extinguido, ganaban mucho más que nosotros”.
Esto en principio es desolador y también es una trampa ¿Por qué la llamo una trampa? La llamo así porque uno tiende a deprimirse y pensar que no vale la pena intentar un cambio, sin embargo hay que tener en cuenta que la situación no va a cambiar por sí sola, las personas que tienen el poder no van a soltarlo por inspiración divina. Depende de nosotros, de nuestra capacidad para organizarnos, para debatir las ideas, con la cabeza fría, sin dividirnos, porque la gran mayoría de quienes nos critican sufren las mismas carencias que nosotros. Ése es un punto a nuestro favor. Entonces, se trata de convencerlos con argumentos, con calma, plantear un frente por el bien común. No hay que olvidar que lo que perseguimos en última instancia es una utopía y las utopías no se alcanzan jamás, el valor de esta lucha reside en buscar incansablemente una vida más digna para todos. Muchos nos van a seguir llamando revoltosos, no importa que lo hagan, nosotros tenemos que seguir adelante, es nuestra tarea.
Funes.

Muy buenooooo!!!!!!!!!!!!
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