Dicen que el cambio comienza en cada uno, dicen también que hay que ponernos a trabajar para que este país mejore. Dicen que al cambiar uno cambia el mundo porque ese uno cambia su percepción del mundo. ¿De verdad hemos cambiado? ¿Qué ha hecho México todos estos años para cambiar? Hoy es mi séptima semana escribiendo en Memoria y fraude, no sé qué decir. Quisiera dejarlo un momento hasta que las ideas sean más claras. Siento que hay demasiado qué decir, siento que soy incapaz de poner en palabras todo lo que pienso, por eso es importante que escriba hoy: la escritura nos ayuda a poner en claro el pensamiento, al escribir creamos un mapa mental del propio pensamiento. Yo he querido compartir con usted mi pensamiento, como un acto de libertad, como un acto de conciencia que mantenga la memoria viva.
Tengo miedo, he visto como el mundo se convierte en un lugar cada vez más caótico y conflictivo. Desperté con México a una realidad que no conocía y no puedo cerrar los ojos. No puedo quedarme encerrada en esta burbuja maravillosa que es mi casa y lo poco que he alcanzado a construir a mi alrededor, cada día siento con más fuerza que necesito hacer algo. Yo sola quizá no pueda hacer mucho para cambiar el mundo. Si me lo preguntan, les diré que todavía no conozco la fórmula mágica para resolver el mundo, por eso quizá es que trabajo en mí misma, al menos hasta saber qué debo hacer, porque yo también creí que con eso bastaba, pero hoy no estoy tan segura. Yo sólo me levanto cada día, a veces más temprano y otras un poco más tarde e intento, desde el lugar que escogí, hacer lo que mejor sé hacer. Unos días me sale muy bien y me siento muy satisfecha y otras no puedo despegarme del Facebook o de cualquier otra forma de distracción porque no estoy concentrada. ¿Sabe qué es lo que me ocurre con mayor frecuencia los días en que logro concentrarme? Encuentro enlaces, encuentro coincidencias. En cuanto comienzo a seguir un hilito con detenimiento, termino hallando una red de coincidencias que pocas veces son sencillas, el orden del caos... Todo, absolutamente todo está conectado. La estructura misma del universo se forma a partir de la conexión, ¿por qué habríamos entonces de necesitar hacer algo para que se diera un cambio, si ya estamos conectados? Porque somos seres que elijen, que deciden actuar y si no decidimos compartir entonces difícilmente podremos ver un cambio a nuestro alrededor.
Así, no basta con que usted o yo, querido lector, cambiemos y nos pongamos a trabajar todos los días por el bien de cada uno para que la realidad cambie, necesitamos compartir nuestra fortuna. El dinero que tenemos, por ejemplo, es el más claro ejemplo de esto que digo. El dinero es un símbolo del trabajo, del esfuerzo, es la materialización de lo que hemos hecho y lo que hemos obtenido por eso, pero la riqueza no es el dinero. El hombre necesitó de una moneda para poder intercambiar de forma más exacta y cuantitativa sus bienes —¿lo ve? Todo es intercambio—, entonces materializó valores en la que quizá es la forma más acabada de los símbolos: el dinero. “[…] cuando usamos el dinero lo que realmente estamos haciendo es dar valor a nuestro trabajo, a nuestra fuerza y capacidad. El dinero representa lo que hacemos, no es sólo una idea, es energía, la energía de nuestra fuerza materializada” [1]. Sin embargo, el valor de las cosas son las cosas mismas y, más allá: es la percepción que de éstas tenemos. Ahora bien, como ni el dinero ni los bienes nos sirven de mucho si sólo los poseemos, entonces surge el mercado. El mercado no es exactamente la bolsa de valores, los bancos, los establecimientos o los negocios, el mercado es todo ese entramado de relaciones en torno a la propiedad y los bienes de cada persona, en torno a la fortuna, son cada uno de esos entes que mencioné. ¿Sabe qué es lo más grande de todo eso, querido lector? La utilidad final de los símbolos es la comunicación. En este caso, la comunicación es intercambio, nosotros tenemos la capacidad de compartir e intercambiar lo que somos, ya sea que busquemos o no un beneficio por eso. Así que, ¿realmente si cambio cambiará conmigo el mundo? ¡Por su puesto que no! Eso es sólo el primer paso, después de cambiar, después de obtener fortuna y trabajar, necesito compartir lo que soy para poder ver cambios a mi alrededor. Ponerle precio a mis bienes es sólo una forma de darles un valor, pero aún intercambiando para obtener un beneficio tengo la capacidad de enriquecer a otros con mi propia riqueza.
México enfrenta tiempos de violencia, tiempos de turbulencia y de crisis, de una crisis profunda que alcanza todas las esferas de su vida social y política. Negarlo es ser un cobarde. Hoy más que nunca tenemos una responsabilidad con el país. No podemos quedarnos aislados, no es justo que nadie permanezca aislado esperando a que otros hagan el cambio. Cada uno podemos hacer cosas distintas. Puse el ejemplo del mercado financiero porque la vida misma es así: cada uno tiene distintas posibilidades y puede ofrecer diversos productos y servicios al mundo. Es necesario que desde donde estamos, sí, ofrezcamos diversas posibilidades a nuestro entorno, lo enriquezcamos. Y hoy, más que nunca, es necesario que no nos quedemos limitados a nuestro círculo de influencia, que busquemos expandir ese círculo de influencia, ese grupo de gente a la que toca lo que hacemos y que elijamos mejorar o ayudar en algo para comprometernos con eso. Todo comienza desde nuestra casa, es verdad, pero no debemos cerrar las puertas. Incluso dentro de ella somos influenciables, nos relacionamos. Debemos ser conscientes de lo que hacemos, del origen de lo que compramos, de lo que consumimos —trátese de nuestra comida o de nuestro entretenimiento— porque, al final, esa es también una forma de ayudar. A veces pasa que a medida que hacemos pequeñas cosas esas nos llevan a otras más y más grandes cada vez.
El cambio no se limita a ir a trabajar todos los días con mejor ánimo, va desde pensar a qué nos estamos dedicando, qué hace nuestra empresa por la sociedad, si es realmente lo que queremos, hasta cosas tan simples y tan importantes como qué estamos comiendo, qué manos hicieron lo que traemos puesto, etc., eso seguro nos puede llevar poco a poco a interesarnos por otras cosas, porque al final todo está relacionado. Cada uno de nuestros actos comunica, pero para comunicarnos necesitamos elegir y después decidir actuar. No olvide que la intención es sólo el primer paso. Hoy, querido lector, lo invito, como también me invito a mí una vez más, a hacer algo.
Damiana.
[1] http://www.carolinaeg.com/2011/08/money-powerful-symbol.html


En lo único que no estoy de acuerdo es en que el dinero representa nuestro trabajo. Hay muchas personas muy trabajadoras, presisamente creo que el problema del país radica sobre todo en que la repartición del bien común -llámese dinero o como sea- no es parejo ni justo. Salinas es millonario y no creo que lo merezca más que un obrero que trabaja 10 o 12 horas al día. Por lo demás, tienes razón, no basta con encerrarnos en nuestra burbuja de comodidad, hay que hacer más, mucho más.
ResponderEliminarTienes razón, Nidya. El tema, me parece, no es que represente cuánto vale nuestro trabajo, sino que es un símbolo de lo que hacemos (en la más simple de las visiones), el valor se lo damos nosotros, pero al final es un objeto y si sólo somos capaces de ver el dinero por el dinero, entonces es comprensible que la repartición de la riqueza no sea la misma. El autor no se refiere al dinero como a la riqueza misma, sino al dinero como símbolo material. La riqueza está mal distribuida justamente porque hemos olvidado el valor real del dinero: el esfuerzo, la capacidad, la energía. Al ser un objeto, olvidamos que eso es y olvidamos qué hace posible que lo tengamos. Cuando a una persona no le importa lo que otra hizo para pagar lo que le está comprando en una transacción de compra-venta común, entonces perdemos lo más importante que hay detrás de cualquier símbolo: al hombre. Eso, me parece, es lo que provoca que gente como Salinas tenga tal cantidad de riqueza sin haber trabajado, posiblemente, ni la mitad de lo que trabajó un obrero.
ResponderEliminarEl cambio es posible al nivel de comunidad. Ahí es donde debemos trabajar.
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