martes, 28 de agosto de 2012

El valor de la crítica


“Ponte a trabajar y después criticas”, “es muy fácil criticar desde dónde estás”, “qué sencillo resulta tomar un teclado y acribillar al mundo”, son sólo algunas de las expresiones que emplean aquellos que defienden la estabilidad y la tranquilidad a toda costa, o que simplemente están acostumbrados a descalificar todo lo que no les guste o exija algo de ellos, aunque sólo sea que piensen —a lo mejor ese es el verdadero problema.

          En este espacio, como ya lo hemos dicho antes, buscamos mantener viva a la memoria, crear un punto de encuentro para el diálogo y la libre expresión de ideas, pero también, para ejercitar el pensamiento, para evitar que la vorágine de nuestros días nos impida analizar y cobrar conciencia. Hemos creado un espacio, sí, para criticar. La crítica, si bien es un juicio, un análisis, es también, en otra de sus acepciones, un punto de crisis. Y la crisis, esa palabra que tan bien conocemos los mexicanos, es algo que está sucediendo. Vivimos, como hemos dicho en los últimos meses, una crisis social, económica, política y, sobre todo, moral. Sí, aquel tipo de crisis que obedece a las acciones o al carácter de las personas, que define sus actos. Los mexicanos y en general, la humanidad, vivimos una crisis moral que parece escaparse de nuestras manos, que parece desfigurarse y transformarse, que parece tan difícil de abarcar que justo por eso hace más válida y necesaria la crítica.

          Si la crítica es un juicio, un análisis, un examen… en una palabra: pensar, ¿no es entonces eso lo más natural en el hombre? ¿Para qué queremos un cerebro con la capacidad de tener memoria, capacidad de síntesis y de análisis si no pensamos usarlo? ¿Qué sí es válido entonces? ¿No es ya, por sí mismo, un trabajo el pensamiento? ¿No es eso hacer algo?.. ¿Qué más debemos hacer entonces?

          Hasta ahora, he entrado en materia con tres conceptos que me gustaría mucho analizar con usted, querido lector, porque todos me llevan al mismo punto. El primero es la crítica, el segundo la moral y el tercero la crisis.

          Sobre la crítica, voy a acudir a la persona más “criticona” que conozco, a esa conciencia que durante tantos años nos dio luces sobre la identidad del país para bien o para mal: Octavio Paz. En ocasiones pasadas, quienes integramos este grupo hemos acudido a él. Hoy, yo acudo no a su idea del mexicano, sino a su idea del pensamiento: “En nuestra época la imaginación es crítica. Cierto, la crítica no es el sueño pero ella nos enseña a soñar y a distinguir entre los espectros de las pesadillas y las verdaderas visiones. La crítica es el aprendizaje de la imaginación en su segunda vuelta, la imaginación curada de fantasía y decidida a afrontar la realidad del mundo. La crítica nos dice que debemos aprender a disolver los ídolos: aprender a disolverlos dentro de nosotros mismos. Tenemos que aprender a ser aire, sueño en libertad.” La crítica es un cobrar conciencia, es un desmenuzar, hacer nuestras, a través del pensamiento, las cosas que pasan, la realidad misma. Quien no es capaz de pensar en lo que se pone frente a sus ojos, no es capaz de distinguirlo. Ya lo decía Descartes, “pienso, luego existo”, porque es el pensamiento la herramienta más poderosa para el hombre, la que lo hace hombre quizá, la que le da la capacidad de crear y existir. La existencia, entendida así, va más allá de ser porque tenemos un cuerpo, va más allá de respirar y comer, es la expresión de nuestra voluntad, de nuestra decisión y nuestra elección. Pensamos para ser.

          Y es entonces cuando viene la segunda cuestión: la moral, la moral es, según el DRAE, es lo “perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia”. Y no estoy yo aquí para decirle, lector, qué es bueno y que malo, estoy aquí simplemente para compartir con usted lo que pienso y dejar que usted decida, bajo su propio pensamiento, su propia crítica, qué es bueno y qué malo. Y porque el pensamiento es un tomar postura, es una voluntad, entonces la elección de lo bueno y lo malo queda en usted. Digo que vivimos una crisis moral, porque veo que nos hemos vuelto incapaces de decidir, incapaces de tomar postura, porque tenemos un miedo arraigado a decidir qué es bueno y qué malo, porque hacerlo implica tomar no sólo una postura, sino hacer un compromiso. Si no somos capaces de hacer nuestra la realidad, como dice Octavio Paz, a través de la crítica, entonces mucho menos vamos a ser capaces de cambiarla de afrontar la crisis.

          Y bien, entramos a la crisis. En estas pocas líneas he tratado de esbozar algo que es tan profundo que una entrada en el blog quizá no me dará para terminar, sin embargo, el intento vale la pena. La crisis es un cambio brusco, es una mutación. No tiene por qué ser buena o mala, volvemos a lo mismo, eso dependerá del pensamiento y de la voluntad de cada uno para recibirla, por eso es tan importante la pluralidad, porque de las visiones conjuntas, de la gama de opciones que cada pensamiento plantea, es posible configurar la realidad, no la personal, sino la realidad que a todos compete. En fin, la crisis, acudimos nuevamente al diccionario que es pensamiento y es conciencia, que es el código mediante el cual nos expresamos, dice que la crisis es una “mutación importante en el desarrollo de otros procesos, ya de orden físico, ya históricos o espirituales”. Vivimos tiempos de crisis, llevamos años viviendo cambios que han revolucionado la manera que pensamos, la forma en que nos comportamos, en que vivimos. Y el cambio es importante, no tenemos por qué censurarlo, pero si no elegimos una postura, si no elegimos hacer algo, entonces el cambio tomará el rumbo que mejor plazca a otros y eso no necesariamente significará que nos hará bien a nosotros. Si usted está abiertamente feliz con el cambio que vivimos, entonces no me queda más que aceptarlo. Yo no quiero cambiar conciencias, yo no quiero que nadie haga o diga lo que yo, porque acepto que sin el otro, mi pensamiento está incompleto, pero también entiendo, por un deber personal con mi propio trabajo de pensamiento, que mi pensamiento bien vale ser compartido y también defendido cuando haga falta.

          Así que, una vez que he dicho todo esto, le digo a usted, amigo lector que critica mi crítica, que acepto su postura, la respeto, pero tengo todo el derecho y la obligación moral conmigo, de defender y explicar mis pensamientos, como también de analizarlos una y otra vez cada vez que una nueva realidad, una nueva forma de realidad, me toque. Bienvenida la crítica.
                                                                                             Damiana.

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