Uno de los temas que más preocupa a las y los mexicanos es, sin duda alguna, el de la seguridad, y no porque se trague el cuento de los spots en donde se nos recuerda que “el gobierno del presidente de la republica trabaja por nuestra seguridad”, sino porque es un hecho innegable que el país se encuentra en uno de los peores escenarios de violencia que haya vivido. ¿Cómo llegamos a este punto? Por un lado, está la famosa guerra contra el narcotráfico que decidió emprender Felipe Calderón al inicio de su sexenio.
Cabe recordar la falta de legitimidad que lo ha acompañado desde el principio de su gobierno desde aquella elección en donde un número muy amplio de la sociedad salió a las calles a pedir un recuento voto por voto que jamás se dio según nuestras sacrosantas instituciones porque ya se había contado. ¿Qué habría pasado si en aquella ocasión se hubiera hecho el dicho recuento? Si en aquel momento ellos tenían la seguridad de que el resultado era el correcto y se daba el recuento era su oportunidad de demostrarlo y evitarse el clima de enrarecimiento al que se condenó al país.
Luego, ante la perspectiva de una movilización mayor en su contra, decide desplegar a las fuerzas armadas con la intención, según él, de combatir el narcotráfico. Si el objetivo era proteger a la juventud, ¿no era más factible invertir en educación, en orientación juvenil, en centros para el tratamiento de las adicciones? En realidad el problema mayor en cuanto al consumo de drogas no lo tiene México sino Estados Unidos, razón por la cual han venido dictando a otros países, como el nuestro, las estrategias que deben seguir en cuanto a este asunto.
En mi opinión, dado que el problema es en gran medida su problema y que además cuentan con muchos más recursos que nuestro país, la guerra contra el narcotráfico (si esa es su postura) debería de librarse en su territorio. Sin embargo esto no ocurre así; los muertos, la descomposición social y demás consecuencias que esta política trae consigo están de nuestro lado y no sólo eso, las armas con las que son asesinados miles de mexicanos provienen de aquel país.
Esto sin duda no le importo a nuestro presidente porque lo que en realidad pensaba hacer y está haciendo es una simulación. ¿A quién en su sano juicio se le puede ocurrir que para combatir al narcotráfico basta con agarrarse a balazos con él? Los muertos y el clima de incertidumbre que vive nuestro país, por desgracia no son una simulación, son una realidad terrible. Por otro lado se comenzó una guerra sin atender a una verdadera estrategia; por dar un ejemplo, no se consideró el nivel de corrupción existente en los cuerpos policiacos, así, es muy común encontrarnos con enfrentamientos entre los mismos policías. Este alto grado de corrupción que se da en muchos sectores es una herencia de los gobiernos anteriores priistas, lo cual nos pone a corto plazo ante una perspectiva desoladora.
Funes.


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