sábado, 8 de septiembre de 2012

Hazte fama y échate a dormir


La infelicidad es una forma de miedo
(Antoni Tabucchi, 1991)


Era la víspera de Halloween de 1938, millones de personas en Estados Unidos sintonizaron sus radios para escuchar el programa que se transmitía desde el estudio del Teatro Mercury; esta vez Orson Welles haría una dramatización  de “La Guerra de los mundos” de H.G. Wells. En la adaptación de la obra que el mismo Welles hizo se simulaba la emisión de un boletín informativo que alertaba a la población sobre una inminente invasión marciana. "Noticia de última hora. A las ocho menos veinte de esta mañana, el profesor Farrell del observatorio Mount Jennings, en Chicago, ha reportado la observación de varias explosiones de gas incandescente a intervalos regulares en el planeta Marte", decía el primero de los boletines previstos para la obra en su versión radial. Pocos minutos más tarde se informaba que los marcianos habían llegado a la Tierra, concretamente a la localidad de Grovers Mill en el estado de New Jersey.
            El pánico se apoderó de la población: las personas salieron a la calle desesperadas buscando armas y refugios. Los actores continuaron con la dramatización hasta el final, sin tener la menor idea de lo que estaban provocando, era ficción, incluso lo habían anunciado, no había por qué creer que algo distinto a lo habitual sucedería. "Damas y caballeros, para entretenerles en la víspera de Halloween, esta ha sido nuestra particular manera de salir de detrás de un arbusto y decir 'boo'", terminaron la emisión sin imaginar lo efectiva que había resultado su broma. El caos generado adquirió tal magnitud que la noticia fue recogida por el New York Times y la mayoría de los medios informativos estadounidenses al día siguiente. Aunque los actores no habían violado ninguna Ley, la policía acudió a la emisora e incautó todos los ejemplares de la obra, salvo una copia del guión que adquirió Steven Spielberg cincuenta años después. Para Welles y su equipo aquella dramatización mostró la capacidad del arte en su afán por trasmitir sensaciones y modificar el ánimo del público, pero desde entonces también quedó claro el poder que los medios masivos de comunicación tienen y, como sabemos, eso ha sido un descubrimiento muy útil para los gobiernos.
            Recordé a Welles y esta historia a propósito de lo que ha estado sucediendo los últimos días en las redes sociales. El pasado miércoles, un enfrentamiento en Chicoloapan, Estado de México, aparentemente entre dos grupos de transportistas que se disputaban algunas rutas y cuyo saldo fue de 2 muertos y 35 heridos, fue el detonante de una ola de psicosis colectiva que, afortunadamente, no ha tenido consecuencias más graves de las que tuvo. A partir de ese momento, empezaron a circular rumores, que llevaron a la gente a cerrar negocios y enclaustrarse en sus casas, primero en la zona de Nezahualcóyotl y Chalco, más tarde en Iztapalapa, en la Delegación Gustavo A. Madero y en Taxqueña. Los medios de comunicación, en particular los televisivos, informaban que no había ningún problema, al tiempo que en las redes sociales se reportaban balaceras, incendios de establecimientos, amenazas de grupos delincuenciales y avisos de la policía poniendo a la gente en alerta para que no saliera a las calles. De todo esto no se tiene más evidencia que lo dicho por personas que aseguran ser vecinas de esos lugares. Para las autoridades y sus informadores oficiales esto no es más que un caso de psicosis colectiva provocado por “usuarios de redes sociales irresponsables que difunden información alarmista”; “no pasa nada”, es la frase que repiten continuamente.
            Sí pasa, señores “comunicadores”, sí pasa, autoridades incompetentes; pasa incluso si concedemos que los eventos informados por los usuarios de las redes sociales no fueran reales: pasa que la población tiene miedo y eso, ustedes lo saben bien, no es poca cosa; pasa que esto sucede a pocos días de que el domingo muchos de nosotros acudamos al Zócalo para escuchar lo que tiene que decir Andrés López Obrador; pasa que esto inició, ¡qué curioso!, en el Estado de México, bastión priísta consentido de Enrique Peña Nieto; pasa que esto comienza con un enfrentamiento en el que participa un grupo de “antorchistas”, grupo conocido por su abierta afiliación al Partido Revolucionario Institucional. No me explico cómo es que el plan de seguridad por el que incluso han premiado internacionalmente al Jefe de Gobierno de la capital del país no prevé acciones concretas en caso de que se alarme a la población más allá de hacer declaraciones que, por venir de las autoridades, no son para nosotros confiables.
            No se trata, por supuesto de criminalizar usuarios de Internet, sino de mantener en calma a la población afectada; tan simple como mostrar las imágenes tomadas por las cámaras que hay por toda la ciudad, ¿no se compraron con nuestros impuestos?, ¿no son para nuestra seguridad?, ¿no es parte del bienestar ciudadano que debe garantizar el Estado la serenidad psicológica y emocional? Ya no digo que tienen que investigar de dónde realmente provino la alarma porque seguramente lo saben. Si creen que nos tragaremos el cuento de que esto es producto únicamente de un mal uso de las redes sociales están equivocados y esa explicación abre la puerta a la posibilidad de pensar en que traman usarla como pretexto para limitar y controlar el único medio de comunicación que no está al servicio del Estado. ¡Hazte fama y échate a dormir!, muy tranquilos deben estar Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y sus equipos, han encontrado un modo más para atemorizar a la gente y el miedo es un buen recurso para paralizar la protesta social. En nosotros está no comprar el boleto de la función que nos están queriendo vender, aquí no hay ficción, no es arte, ¡ojalá lo fuera!
            Hay muchas cosas que analizar al respecto, pero me conformo por ahora con llamar la atención sobre el contexto emocional, por decirle de algún modo, en que esto sucede. Si en 1938, la obra dramatiza por Welles causó el efecto que hemos descrito, no es sólo porque, como se ha explicado, la gente no escuchó el inicio del programa en el que se advertía que lo que escucharían era ficción porque se encontraban oyendo una emisora distinta en la que estaría un cantante de renombre, sino sobre todo porque en el inconsciente colectivo de la sociedad de Estados Unidos de aquella época una invasión extraterrestre era perfectamente posible. De igual modo, los “rumores” de los últimos días en las redes sociales no tendrían mayor efecto si no fuera porque se insertan en un ambiente de miedo generalizado que ha sido alentado, no por los usuarios de las redes a quienes pretenden responsabilizar, sino por la ineficiencia de los gobiernos y por el lastimoso papel de los medios de comunicación tradicionales a los que ya no les creemos nada.

La Milagrosa.

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