martes, 25 de septiembre de 2012

La “gira presidencial” de Enrique Peña


El lenguaje es una forma de transmisión de ideas, nos comunicamos, seamos o no conscientes, mediante signos que encapsulan ideologías, sentimientos y perspectivas. El lenguaje crea orden en el caos de la percepción humana. Tantos puntos de vista, tantas formas de conceptualizar se ven de pronto filtradas a través de las palabras. Y es mediante las palabras y un acto repetitivo, a la usanza del nazismo —recuérdese la famosa frase del ministro de propaganda de Hitler, Paul Joseph Goebbels: “Una mentira mil veces repetida se convierte en verdad”—, que los medios de comunicación y el equipo de transición del “presidente electo”, poco a poco comienzan a tejer las mil veces necesarias para hacernos creer a los mexicanos que Enrique Peña Nieto es nuestro presidente.

A sólo dos meses para “tomar posesión” de su cargo, EPN realizó una gira por Latinoamérica: Guatemala, Colombia, Chile, Brasil, Argentina y finalmente Perú. En Guatemala, Peña promovió una agenda de trabajo bilateral más amplia a la que ya está en marcha, que incluya otros temas además de la seguridad y la migración, comunes en las agendas de ambos países hasta ahora. En Colombia, expresó a Juan Manuel Santos, que deseaba seguir su ejemplo en el combate a la seguridad, para que, de la misma manera que ocurrió en Colombia, pronto México supere sus problemas principalmente en lo concerniente al narcotráfico. En Chile, además de reunirse con el presidente, sostuvo reuniones con un grupo de empresarios ante los que señaló que la reforma laboral y la energética son dos de sus principales retos. Cabe destacar que durante su visita, el hashtag #VetedeChileEPN se convirtió en trend topic. A Brasil fue a pedir consejo a Dilma Rousseff para dar cabida a la industria privada en materia petrolera, pues el suyo es un “modelo que refleja lo que queremos hacer en México”, según sus palabras. En Argentina, además de buscar estrechar lazos comerciales, EPN visitó, junto con Cristina Fernández, el recientemente restaurado mural de David Alfaro Siqueiros “Ejercicio Plástico”, que fue restaurado para las fiestas bicentenarias de dicha nación. En Perú, el mandatario y Peña discutieron temas relacionados con el comercio, la seguridad y aspectos multilaterales, principalmente en lo concerniente a la Alianza del Pacífico. En general, fueron 3 los temas fundamentales que Enrique Peña tocó durante su gira: estado de derecho, migración y desarrollo económico.

Enrique Peña da la impresión de estar trabajando a todo lo que da, de ser un hombre eficiente que no sólo cuenta con un equipo de transición, sino que ya está preparándolo todo para entrar de lleno a gobernar. Su siguiente gira está encaminada a hacer visitas más o menos semejantes pero ahora en Europa. Al parecer, el personaje  busca, si no la aceptación al interior del país, sí al exterior, poniendo un énfasis especial en lograr que su “gobierno” sea visto como un gobierno incluyente, moderno y con una política exterior favorecida. Quizá, Peña intenta con esta estrategia, resarcir en parte los descalabros de la política exterior de las pasadas administraciones panistas y lograr de nuevo lo que muchos calificaron como un acierto de las administraciones priistas: su buen desempeño en materia internacional. Lo cierto es que poco a poco, tras el shock de las elecciones, el “mandatario”, cuya credibilidad es casi nula, empieza a dar visos de lo que será su administración.

Ahora bien, vale la pena analizar el estado de las cosas al interior del país. Si revisamos los tres temas fundamentales que EPN tocó durante su gira, quizá tengamos más luz sobre el asunto.

1.  Estado de derecho: según este modo de gobierno, la constitución política es  la que manda, y la que dicta cuál debe ser el papel y la forma de actuar de cualquier gobernante. ¿Hay estado de derecho en México? ¿Luego de la acción de las instituciones durante el desarrollo de las pasadas elecciones, es posible decir que en México manda la constitución?[1] ¿Hablamos de derechos humanos? El tema es sin duda crítico en nuestro país, principalmente en lo concerniente a la libertad de expresión y la seguridad de periodistas para ejercer su profesión.[2] Y ni qué decir del desempeño del propio Peña, el caso Atenco es sin duda un referente que no podemos, bajo ningún motivo, dejar de lado cuando se trata de hablar de estado de derecho.

2.  Migración: en abril de este año, el número de migrantes que viajaron de México hacia Estados Unidos disminuyó considerablemente después de haber aumentado dramáticamente en las últimas cuatro décadas. Aunque esto puede ser un buen indicador de desarrollo económico para el país, lo cierto es que se deben tomar en cuenta más factores que sólo los internos, como la crisis económica y laboral que el propio país del norte enfrentaba en dicho momento o el recrudecimiento de sus políticas migratorias. Es necesario tomar en cuenta que entre 2005 y 2010 los mexicanos que viajaron hacia Estados Unidos representaron cerca de la mitad de los que inmigraron en quinquenios anteriores, en cambio de 2005 a 2010, 1 390 millones de mexicanos dejaron Estados Unidos para regresar a México[3]. Otro importante factor a considerar, es que la tasa de desocupación en el país fue de 5.39 por ciento en agosto de 2012, cifra menor al 5.79 por ciento reportado en igual mes de 2011. Del total de la Población Ocupada, que representa 94.61 por ciento de la Población Económicamente Activa, 66.2 por ciento opera como trabajador subordinado y remunerado con una plaza o puesto de trabajo, 4.5 por ciento son patrones o empleadores, 22.9 por ciento trabaja de manera independiente o por su cuenta sin contratar empleados, y 6.4 por ciento tiene negocios o parcelas familiares. En cuanto a los extranjeros que migraron hacia México, en 2009, alcanzaron un total de 262 672, de esa cantidad 133 664 personas se encuentran en calidad de no inmigrante, es decir, que no pretenden quedarse a vivir en el país o  “están de paso”, lo cual representa 50.9 por ciento del total; los inmigrantes, que son quienes sí pretenden quedarse “a vivir” representan 20.2 por ciento y 29.0 por ciento son inmigrados, es decir, quienes ya tienen derechos de residencia en el país.[4] Estas cifras, por supuesto, son las que alcanzan a registrarse a partir de movimientos migratorios bien definidos. Es decir, el número de “ilegales”, que ingresan a México, no puede ser contabilizado de manera específica debido, lógicamente, a las características de la migración ilegal. Sin embargo, es importante considerar las políticas migratorias de nuestro país y la forma en que tratamos a los extranjeros que no necesariamente entran por una vía legal.[5] Es bien sabido que México no representa un destino final para muchas de estas personas, sino que se trata de un destino “de paso”, principalmente para migrantes centroamericanos que desean llegar al país del norte.

3.  Desarrollo económico: en este rubro, la realidad es controversial, por una parte, la OCDE estima que México en 2012 será la segunda economía con mayor crecimiento de los 34 países miembros; en 2011, México obtuvo el puntaje más alto de la historia y registró el mayor avance del hemisferio occidental en el Índice Global de Competitividad del Foro Económico Mundial. Ahora bien, según el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey[6], el desempeño positivo de la economía, que en el segundo trimestre del 2012 creció 4.1 por ciento, aún no se traduce en una mejora laboral ni en el combate a la pobreza, ya que el número de pobres en México incrementó en 14 millones y hacen falta apoyos a las PYMES. Si bien se espera un crecimiento de la economía de 3.8 por ciento para el cierre del 2012, el sexenio de Calderón promedió un incremento de sólo 2.2 por ciento anual, uno de los más bajos registrados en cuanto sexenios anteriores y sólo superado por el de Miguel de la Madrid con respecto a bajo desempeño. ¿Qué nos dice esto? Principalmente, que la riqueza está distribuida en forma no igualitaria. Uno de los retos más urgentes que enfrenta la administración de Peña es la mejora en el gasto público. Al momento se estima que de los 850 000 millones de pesos que recibió el gobierno federal para gasto público, son 150 000 los empleados de nivel medio y alto en la administración gubernamental que ganan por arriba de $500 000 anuales. Con un salario mínimo para el área geográfica A —el más alto del país—, de $62.33 y un salario promedio mensual para la Población Económicamente Activa de $8 019  aproximadamente[7], el panorama no es halagüeño. Y ni qué decir de la reforma laboral que el gobierno de Peña promueve y que en muchos casos no favorece a los trabajadores asalariados y sí a las empresas que pugnan por contrataciones no formales.

Ante este panorama, ¿qué hace Peña Nieto fuera del país tratando de arreglar y discutir temas que son críticos en México? ¿Acaso busca, mediante actos retóricos, lograr que la legitimidad de la que su gobierno no goza al interior, sea lograda en el exterior? Dejando de lado un tema que todavía no puede ser olvidado, si es o no presidente legítimo de México, ¿no debiera ser una de sus principales preocupaciones lograr impulsar el desarrollo del país al interior antes de “quedar bien” fuera? Si pensamos lógicamente, lo más adecuado sería que busque al menos analizar y definir bien el panorama para presentar a los mexicanos una agenda de trabajo clara, concisa y entendible para todos sobre lo que hará los próximos seis años. Y es en este caso, el trabajo con instituciones, organismos académicos y grupos sociales en México, el que más se acerca a lograr, al menos, entender qué es lo que el país necesita y no precisamente ir a pedir consejo sin saber qué es lo que pasa antes.

Las palabras sin duda pueden ayudar a crear consenso, pero son las ideas y el análisis de la realidad lo que va a permitir construir a futuro y no sólo la confianza ciega en lo que percibimos. Nos toca a los mexicanos definir cuál será el rumbo a seguir los próximos 6 años, en lo individual, en lo familiar y en lo comunitario, para así lograr, aunque sea poco a poco, que el panorama se transforme. Lejos están los días en que los líderes dictaban lo que habría de hacerse y menos cuando esos líderes no gozan de la confianza ni del reconocimiento públicos. Hoy se hace más patente la necesidad de que cada uno nos convirtamos en rectores no sólo de nuestros destinos, sino también del de nuestro entorno.
Damiana.


[1] Véase “La escritura de nuestra historia” en este mismo blog.


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