Está claro que en México ser líder de cualquier movimiento tiene un precio demasiado alto, no sólo por lo que implica ser el rostro conocido frente a quienes se increpa, sino por el malsano gusto que parecemos tener en este país por los mártires: en la historia nacional, uno tras otro, todos los que en su momento han fungido como líderes fueron enviados al cadalso con ayuda de quienes participan en los propios movimientos, esa es la verdad.
Durante mucho tiempo se ha aspirado a conformar movimientos sociales sin líderes, más democráticos, más horizontales y, sobre todo, menos vulnerables a las acciones represivas que se dirigen a los peldaños más altos de las organizaciones sociales para derribarlas por completo y es que acá, por paradójico que parezca, estas estructuras no se caen por falta de cimientos, sino por falta de cúspides.
Resulta evidente que tendría que ser al revés, que sin duda deberíamos encontrar la manera de que las bases sean las que realmente sostengan a las organizaciones sociales; de otro modo, seguimos condenados a repetir la historia de líderes caídos de los que más de uno sacan leña. No obstante, es obvio que no lo hemos logrado, que para eso nos falta bastante.
Por ahora, a pesar del alto costo que implica esta “necesidad cultural” de reunirnos alrededor de unas cuantas personas a quienes dejamos la tarea de representarnos frente al poder, la realidad es que seguimos necesitando de ellos para mantener la voz, para ser oídos (no sé si escuchados). Pero no sólo eso, también son algunos líderes, no todos, de algún modo, quienes protegen la permanencia de un movimiento y en gran medida la seguridad de los participantes, pues no es tan fácil deshacerse de un personaje conocido sin consecuencias como lo es reprimir selectivamente a personas que no son públicas o que no tienen el apoyo de grupos de base.
En pocas palabras, tener líderes es un arma de doble filo: por un lado es más visible el flanco por el que se puede atacar con mayor eficacia a un movimiento, por otro lado la propia visibilidad dificulta el ataque. Me refiero, por supuesto, a movimientos públicos, no clandestinos, pacíficos y de organización social como son los que pueden interesaros a quienes participamos en este blog, movimientos como MORENA, YoSoy132 y el de Paz con Justicia y Dignidad.
Estamos iniciando un sexenio del que no podemos esperar sino represión y, si bien no podemos afirmarlo aún con contundencia, empiezan a surgir casos que indican que el método represivo será al más puro estilo de la tradición priísta: selectivo, sin hacer mucho escándalo. Ante estos hechos, es natural sentir miedo, pues para silenciarnos basta con ubicar a quienes nos atrevemos a hablar sin ser figuras conocidas, gente que no tiene un nombre público lo suficientemente importante como para ser noticia en los medios. Frente a tal panorama, nosotros que no somos líderes, optamos por el anonimato (en el grado que sea posible) y por dejar en claro que nuestra intención es sólo la de no perder la voz porque el silencio en estos casos es cómplice de la impunidad.
En estos días, Javier Sicilia y Andrés López Obrador anunciaron un cambio de rumbo y su ubicación, ya no al frente, sino al lado de los movimientos que, quiéranlo o no, han liderado. Si bien esto es un acierto en muchos sentidos, no deja de crearnos la sensación de que nos volvemos más vulnerables. Quizá la estrategia sea adecuada políticamente hablando, pero nosotros no somos políticos y de esas cosas poco sabemos. Habrá que esperar un tiempo para entender los alcances de dicha decisión pero, por ahora, no cabe duda que resentimos la “ausencia”.
Podríamos, sí, callarnos, pero para nosotros es un deber escribir lo que pronto no será sino memoria; nos importa hacerlo, más que por creer que con ello lograremos algo distinto, con la convicción de que no hay peor castigo que el olvido. La vida es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar y de vivir. Lo decía Milán Kundera: “La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”.
Antídoto Amor
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