Para Ruy 5algado y Aleph Jiménez
Cuando uno es pequeño, a nuestros progenitores y congéneres mayores les toca la responsabilidad moral de mostrarnos el camino a través de la enseñanza de los principios, valores y normas sociales que más tarde, no sólo nos serán de profunda utilidad, sino que al mismo tiempo nos otorgarán el entendimiento del aparato social en el que nos guste o no, hemos nacido. Yo no inventé las reglas ni las leyes ni los preceptos básicos que nos rigen, no fueron tampoco mis abuelos, ni mis tatarabuelos; toda esa estructura de dogmas y leyes es casi tan vetusta como la humanidad.
Ahora bien, debo admitir que los principios que uno adquiere desde su niñez pueden quedar bien diferenciados según el país en el que se viva, el tiempo en que uno haya nacido y crecido, las tradiciones étnicas y sociales de cada región y un sinfín de cuestiones que pueden modificar los valores de cada entorno social, sin embargo, la calidad moral de los valores de la mayoría de las culturas del mundo es más o menos la misma y su empuje se ha sostenido a través de los milenios en que ha existido la humanidad; por citar algunos puedo enumerar: Honestidad, Honradez, Valentía, Ética, Moral, Bondad, Generosidad, Equidad, Justicia, Sabiduría, Paz, Voluntad, Trabajo, Dignidad, Comunidad, etcétera.
Por ejemplo, mis padres, me enseñaron a decir siempre la verdad, a no abusar de los débiles, a compartir con los que padecen o carecen, a no robar, a no lastimar, a no violentar la paz ni la integridad de los demás; quiero pensar y casi puedo asegurar que del mismo modo pasa en la mayoría de los hogares mexicanos; no hay diferencia entre tener un doctorado o ser un analfabeta para discernir medianamente entre lo que está bien y está mal. Es cierto que el aparato social es a veces tan inmisericorde y privilegia a tal punto al poderoso, que el necesitado se ve, en ocasiones, obligado a “arrancar” lo que le es vital y necesario para subsistir; sin importar si con ello, “transgrede el orden social”. No soy abogado, ni pretendo serlo, es claro que no se justifica la comisión de un delito por “hambre”, lo que sí es destacable es que en el motivo substancial, no existe la mezquindad que hay en el delito del poderoso que roba, mata, miente, engaña, embestido en motivos que están muy lejos del “hambre”.
Así, la gente proletaria, los verdaderos patriotas de nuestra nación, contribuyen con sus principios y valores a robustecer y estabilizar la superestructura de la sociedad, es muy poco lo que perciben a cambio, y a pesar de ello son la base en la que se sustenta el país como tal; los poderosos no trabajan lo mismo pero perciben mucho más, por ello no nos es nada difícil comprender por qué muchos de ellos pretenden que el “orden” de las cosas permanezca igual.
Admirable, querido lector, es la voluntad moral de la gente, de las masas trabajadoras que optan por un trabajo letal en vez de irse a engrosar las filas del narco o de la clase política corrupta; que para cuestiones prácticas es la misma cosa: Delincuentes. Conozco mineros que prefieren mil veces dejar el alma y la vida en las fosas picando piedra, que ceder al coqueteo de los narcotraficantes que intentan reclutarlos en las meras puertas de las minas, bajo la vista apática de sus patrones, pero aún así rehúsan convertirse en lastre social; su elección es tremenda pues la otra opción no es una vida de opulencia y tranquilidad generada por el trabajo propio, sino una vida de miseria y nada más. El valor moral de estos hombres y mujeres es magnánimo.
En fin, supongo que en casa de Enrique Peña, nunca se habló de honradez, honestidad ni justicia; tengo buenas razones para suponer que en su casa únicamente se habló de “éxito”, de “dinero”, de “alcurnia”, de “vida fácil”… etcétera. Lo mismo va por Carlos Salinas, por Felipe Calderón, por Vicente Fox, por Rosario Robles, por… en fin muy pocos políticos se salvan; quizá sólo contados con los dedos de una mano.
El asunto es, mi queridísimo lector, que no obstante con la obscena riqueza que viven estos mequetrefes que durará para sostener a sus vástagos y a sus nietos y bisnietos y demás generaciones sin que ninguno de éstos expela una gota de sudor trabajador, son cada vez más voraces, cada vez más cínicos, cada vez más rateros, cada vez más pendejos y cada vez más cobardes. Y entre más nos arrebatan, más quieren seguirnos usurpando, robando, mintiendo, matando, desapareciendo, esclavizando… destruyendo. Ahora van por la reforma laboral que pretende quebrantar las garantías mínimas laborales que fueron consagradas por multitudes obreras, campesinas y trabajadoras que dejaron su vida en la lucha por el bendito privilegio de trabajar en condiciones bien remuneradas, dignas y justas. No estamos pidiendo que se nos regale nada, nosotros nos bastamos a nosotros mismos para ganarnos el pan, estamos exigiendo lo que es mínimamente necesario y justo.
En fin, mi corazón se llena de alegría, señor lector, cuando pienso en usted, leyendo este blog ávido de un dato crítico y no conformista; al pensar en los estudiantes que padecen condiciones terribles de hambre, desvelo, angustia, depresión por dejarse el alma en el examen en vez de ir a comprarlo a Santo Domingo; al pensar en toda esa gente que elige trabajar honesta y honradamente en vez de colgarse un fusil y vender droga; al pensar en todos aquellos que se toman un poco de su tiempo para decir la verdad a través de asambleas, blogs, fanzines, volantes, movilizaciones, columnas, artículos; al pensar en todos aquellos que no sólo hacen lo que les corresponde sino que brindan un poco más.
No entiendo en qué momento el verdadero y virtuoso orden de las cosas se trastocó para que el que es bueno sea mirado como pendejo y el que es infame y corrupto sea visto como el chingón. Sin embargo me mantengo esperanzado, pues nada detiene a la verdad ni a la justicia de sus cauces. Estoy seguro de que en los senos familiares de Ruy 5algado y de Aleph Jiménez siempre se privilegió la Honradez, la Valentía, la Ética, la Moral, la Bondad, la Generosidad, la Equidad, la Justicia, la Sabiduría, la Paz, la Voluntad, el Trabajo, la Dignidad, la Comunidad, pero sobre todo, la Verdad, por ello el gobierno les ha temido y los ha forzado a desaparecer. Si dos personas logran cimbrar el eje de la infamia nacional, imagine, mi querido lector, ¿qué no lograremos juntos si un par de mentes críticas y honestas causan un temor insalvable que mella los ánimos cobardes de los potentados del poder? Por eso debemos combatir unidos porque, ¿si no ardemos juntos, quién iluminará esta oscuridad? La verdad siempre prevalecerá, no importa cuántas veces la intenten acallar.
Ptolomeo.


Es la mera verdad. Tal parece que a estos políticos se les indigesta la cultura, necesitan leer tantito algunas obras de Antonio Caso respeto a la dignidad del hombre y el humanismo,a la existencia y el destino de la humanidad, a los contenidos de la civilización y la cultura, y al progreso de los derechos humanos. Pero pasaron de madrugada sus estudios superiores.
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