jueves, 27 de septiembre de 2012

Reivindicar el trabajo


Finalmente se aprobó la reforma a la Ley Federal del Trabajo, una en la que el outsourcing, el pago y contrato por horas, la barbarie en cuestiones de sueldo y garantías laborales, se hacen evidentes. Para llevar a término este tipo de medidas es que se consuma un fraude electoral. No está de más resaltar que éste sería apenas el inicio del proceso para volver a la esclavitud. Es paradójico que en la era de la tecnología, en la era de las grandes revoluciones científicas, de las comodidades al por mayor, del iphone y el ipad, de todo el mundo tiene celular porque “la red es la red” y, en fin, en ésta nuestra gran era globalizada, volvamos al trabajo gratuito, mal pagado, sin garantías, sin dignidad.
          Pero, ¿qué se supone que debería ser el trabajo? Según la Biblia Dios le dijo a Adán que ganaría el pan con el sudor de su frente, con el trabajo de sus manos, luego del pecado original. Vengámonos más para acá y pensemos, por ejemplo, en Fromm que dice en El arte de amar, palabras más, palabras menos, que mediante esta ruptura de hombre y Dios, es que el ser humano toma conciencia de sí mismo; se desapega de la madre Natura y se aventura a buscarse su propio destino.
          Personalmente creo que el trabajo, ese acto de ensuciarse las manos para sacar el sustento de la tierra, nos apega más a ella, nos une con la matriz que ha sido ésta, proporcionándonos los nutrientes que nos mantienen vivos. El trabajo nos viste para no padecer frío, nos calza para no sufrir dolor, nos proporciona un techo donde descansar durante la noche y nos da la certidumbre de poder proporcionar a nuestra progenie los recursos necesarios para preservarnos como especie y como individuos. El trabajo es teóricamente bueno y en el acto de ligarnos con la tierra nos acerca más a Dios.
          Pero, ¿cuándo se desvirtúa el acto de trabajar? En principio cuando no cumple su cometido. ¿Para qué va a trabajar el hombre si no podrá cubrir sus necesidades básicas?, ¿dónde se encontrará con la tierra si ella ha de ser inclemente con su criatura, si tendrá frío y dolor, y en cambio carecerá de un techo y alimento? ¿De dónde va a ligarse el hombre con la tierra, si por más que labre y sude con nada corresponderá la madre Natura?
          El trabajo, pues, queda desvirtuado desde el momento en que el hombre no recibe los frutos de la tierra y en cambio deja el alma tratando de ganar el sustento. El ser humano se siente desvalido porque todos sus esfuerzos no le  sirven para vivir cómodamente, mucho menos para pensar en ideales, en utopías, en la trascendencia o en Dios. Piensa solamente en lo inmediato, en un mendrugo de pan porque su estómago está vacío, en un techo porque le amenazan las bestias y la noche, en un poco de alivio para sus múltiples dolores. ¿Cómo va a mirar al cielo un hombre que tiene hambre y frío? ¿Cómo va a pensar en una vida mejor, en una sociedad mejor, en su propio prójimo, cuando está temeroso de ser devorado por las bestias?
          En la esclavitud queda desvirtuado el trabajo porque aunque la Natura es prolífica y benigna, y da pan en abundancia al hombre que la trabaja, otros hombres hay de mal corazón que le secuestran el sustento, que se roban los frutos de la tierra, acaparándolos sólo para sí y para su clan. Seres éstos de mucha rapiña, viven mirando qué le pueden arrebatar al prójimo. Secuestran los bienes comunes en nombre de las “instituciones”, de las “leyes”, de supuestas “altas inteligencias”, que no son en el fondo más que egoísmo puro.
          No puedo imaginar al hombre de nuestra era, tan pragmático y posmoderno como es, hijo de la guerra y la falta de identidad, hijo también de sus propios errores y de los errores de las generaciones de eras muy antiguas, de vuelta a la esclavitud y a la barbarie. Pero, por otro lado, ¿cómo es posible que el primer mundo, la próspera España o la Grecia milenaria, libren hoy la batalla infalible y perversa de la crisis, de la degradación del trabajo? ¿Qué queda así, en circunstancias tales, si no la lucha o la muerte? Pienso yo que el trabajo debe recuperar su dignidad, el hombre debe ser nuevamente hombre, ligado a la tierra, a Dios y sí mismo, en la búsqueda de la reivindicación del trabajo. 
          México está de pie y luchando. Las leyes que no sirven al bien común se echan para abajo, la clase opresora debe caer en el mundo, debe caer en nuestra patria. Iremos con el coraje y la fuerza de nuestras manos trabajadoras a conquistar nuestro futuro. Se hará lo que deba hacerse hasta la victoria o hasta la muerte. No hay más opción.
Des Consuelo.
                                                                                                                          

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