Después del silencio y el momento de reflexionar, viene el momento de lanzar propuestas para estos días que vienen. He dicho anteriormente que mi trinchera es el teatro pero podemos ver que la trinchera de todos nosotros también debería de ser la calle. Salir a gritar información, descentralizar el poder de la televisión. También había mencionado las pláticas largas que tengo con mi compañero y amigo Adolfo Matías. Él tiene un texto interesante que me gustaría compartir; se titula: Poesía a la calle. Un texto que publicó el 9 de abril, pero ahora más que nada este texto tiene una importancia para mí y dice así:
La poesía, el día de hoy, se hace en las calles, plazas, callejones, la haces tú, la hago yo, la hacemos todos. La poesía se hace entre muchos cuerpos que hacen uno solo. La poesía, hoy en día, es la que hacemos tú y yo en un nosotros continuo.
La necesaria poesía de las calles la hacemos nosotros, los de a pie, los solidarios, los verdaderamente amorosos, en un amor que se reparte entre todos y es para todos, y es para otros, los que, incluso, no están presentes. Es un nosotros que incluye a los muertos.
Nuestros muertos, que nos pertenecen y al pertenecernos pierden el anonimato. Haz Patria y adopta un muerto, hazlo tuyo, hazlo vivo en la memoria presente de los que aún podemos gritar y decir y ser un mismo cuerpo. Del lado del amor, también se puede luchar y disentir.
Y salimos a las calles para rehacer el lazo extinto, la penosa sensación de soledad que nos lastima, que nos hace inermes, lastimeros, pero hermanos. Reconocer la angustia verdadera nos hace más cercanos, nos hace conocernos en la necesidad compartida de abrazar al otro.
Distintos pero cercanos, cada uno con su propia voz, diferente, pero humana, reconocible y certera. Sin altavoces, a flor de garganta, en un grito articulado desde la mera entraña... verdadero... necesario. Pero que sea siempre tu propia voz, eso es todo lo que pido para poder decirte hermano.
Para decirte hermano, bastan sólo las palabras verdaderas, para decirte mi igual basta con que me veas y que yo te vea y que nos reconozcamos en la misma piel, la piel más descarnada en la perene necesidad del otro. Porque la verdad más inaccesible siempre ha sido velada para nosotros, los descarnados, los desollados, los desoídos: tu piel y mi piel son una misma piel, continua, perene, y que cubre al mundo como un manto sereno.
Ese manto el día de hoy ha sido rasgado, humillado, vejado, destrozado. Hay que recomponerlo, hemos de recomponerlo y para eso es necesario salir a las calles.
Poesía de la calle. Poesía colectiva como un torrente de varias sangres, de muchas voces, rumores como peces en cardúmenes que sumergen el alma en una voz necesaria por múltiple, por diversa. Vorágine vital como una sangre no derramada que corre por tu piel y por mi piel. Por eso hay que evitar que la sangre se derrame fuera de los cauces propicios: un torrente colectivo hecho de muchas sangres.
La cuestión, en realidad, es muy simple: una sociedad despolitizada es una sociedad desnuda, una sociedad vulnerable, porque es una sociedad que no ha asumido su verdadero papel. La toma de protesta de nuestro legítimo poder.
El poder está en las calles, nuestro poder está en el grito, en los puños levantados, en la sangre agolpada en cada rostro y en una dignidad a flor de piel. Nuestro poder está en un nosotros permanente y asumido.
La verdadera poesía es para otros, es instantánea. Es relevante.
Asdrúbal.

No hay comentarios:
Publicar un comentario