sábado, 27 de octubre de 2012

De lobos y Caperucitas


Permítaseme el juego de abogar por el diablo, no con el afán de defender lo que no tiene defensa posible, sino con la intención de sostener una tesis, a mi juicio central: la creación de liderazgos por parte del Estado y de los grupos de poder como estrategia para derrumbar movimientos sociales. Sí, me refiero al caso tan comentado de Antonio Attolini, quien hace unos días firmó un contrato laboral con la empresa Televisa para formar parte de un grupo de jóvenes que prometen hacer análisis de fondo, críticos y sin censura, usando los espacios televisivos que el movimiento YoSoy132 ha exigido democratizar.
            El escándalo es por sí mismo mediático y entre los argumentos que lo sustentan está la participación de Attolini como vocero del YoSoy132, crítico feroz que se nos transforma en Caperucita de buenas a primeras. Sí, lo escribo sabiendo que para muchos el tal Antonio mostró las fauces de lobo y es que, para mí, el muchachito no sabe de aullidos licantrópicos: cree que la luna es de queso y por eso se la comió. Que quede claro, no pretendo con ello justificarlo, pues no hablo de ingenuidad, lo que le atribuyo es un mal mayor: ego.
            Si bien es cierto que no podemos descartar que lo muevan en su decisión un montón de malas intenciones, dicen por ahí que es con las buenas que se ha empedrado el camino al Infierno. Supongamos, siempre con las reservas que amerita el asunto, que Antonio está absolutamente convencido de que ha hecho bien; digamos que los ejecutivos de Televisa notaron los afanes protagónicos de un chico aparentemente excéntrico y le fueron a contar que el movimiento al que él pertenecía logró su cometido, que movió el espíritu bondadoso (ese mismo del Teletón) que caracteriza a los dueños de la empresa y llegaron a la conclusión de que sí, había que abrir los espacios de debate a esa nueva generación, tan vital, tan consciente, tan llena de razón.
            Pensemos, sólo por un momento, que el junior Azcárraga se miró en Attolini, jovencito de escuelas privadas, en su versión combativa; entonces le fue a decir que él y sólo él, tan cercano, además, al estereotipo físico de los conductores de Televisa, podía encabezar un nuevo programa de análisis político en el que no tendría censura. Antonio se vio y dijo, “¡claro!, yo seré quien democratice a los medios, sino, ¿quién?, los otros son muy radicales, no saben de monstruos que se transforman por dentro, no dialogan, sólo saben de asambleas, no son pragmáticos como yo, ni, por supuesto, tienen tan buena imagen, porque lo que sea de cada quien no sería apropiado que en la televisión aparecieran los chamagosos de las normales rurales”.
            “¡De aquí soy!”, se habrá dicho entusiasmado Attolini y no está equivocado: sí, de ahí es, ¿de dónde más podría ser un chico educado bajo los conceptos de la “proactividad” con los que el Instituto Tecnológico de Monterrey intoxica a sus pupilos? Para él, como para la mayoría de quienes se forman de ese modo, los jodidos lo están por falta de estímulos, por no tener la cultura del progreso y, bueno, sí, también porque la tele no les ayuda, pero ya les va a ayudar porque de cualquier forma no dejaron de ver Televisa, ¿no? La incongruencia no está en él, está en nosotros que andamos viendo lobos donde lo que hay son rojas caperuzas, con la vista interna más blanca que las inmaculadas sotanas de la Iglesia que al fin y al cabo, por más progresistas que sean los Jesuitas de la Iberoamericana, estuvo presente en los inicios de este movimiento.
            No se puede negar que la estrategia de Televisa es buena: por un lado se legitima como medio “democrático” dándole entrada a quien le servirá luego para las telenovelas (si no es que termina en algún programa matutino de esos para que “las señoras de la casa” se entretengan) y, por el otro, logra que el movimiento YoSoy132 sea cuestionado en su conjunto, intentando romperlo por el lado más delgado: un vocero, uno de tantos que se cree único, al que de pronto llama líder porque la guillotina no sirve cuando no hay cabeza. Es aquí donde quiero enfatizar: Antonio Attolini no es un líder, fue un vocero, más conocido que los otros, pero uno más, un vocero de un movimiento que integra a miles de jóvenes, quienes harán muy mal en ver a su movimiento derrumbado por el ego desbordado de una persona que no supo estar a la altura.
            La estrategia no es nueva: ha sido práctica frecuente del Estado mexicano desde hace décadas. El ejemplo más claro, aunque de ninguna manera el único, fue el movimiento estudiantil de 1968, uno de los movimientos sociales más democráticos que ha habido (estaban organizados por representantes estudiantiles elegidos democráticamente que decidían junto con los integrantes de las diversas facultades y escuelas lo que llevarían a votar en asambleas generales). Fue el Estado quien empezó a llamar a algunos de ellos “líderes”, ¿por qué?: porque es más fácil reprimir a un movimiento que tiene “líderes insustituibles”, porque es más sencillo acusar a unos cuantos de haber llevado al matadero a las masas, porque es casi imposible acabar con una organización que sustituye representantes y voceros, para ejemplo están los cárteles de narcotraficantes, donde nadie es imprescindible. ¿Por qué funciona tan añeja estrategia?: porque se ancla en el ego de quienes se ven a sí mismos elegidos por los dioses, ignorando por completo que el que sabe es el diablo, el más viejo.
            Pero que Antonio Attolini ande paseando por los bordes de la fuente de Narciso, atolondrado por los hechizos de una Némesis de apellido Azcárraga es lo de menos; ya le tocará arrojarse a las aguas negras de Televisa que en él no ve sino al inofensivo producto mercadológico con el que ganar unos cuantos millones de pesos. Lo importante no es la cabeza rodante, sino el cuerpo; es al resto, al inmenso resto que son los miles de jóvenes YoSoy132 que se salieron del cauce inicial, demostrar que son río por sí mismos, que no hay ídolos porque no caminan con pies de barro. YoSoy132 se ha pronunciado en tal sentido: Antonio Attolini no los representa y con él no se acaba el movimiento. Parece que vamos aprendiendo y es que este no es el primer golpe que intentan colocarles, recordemos que antes hubo un infiltrado, priista de pura cepa, del que supieron desmarcarse a tiempo. ¡Bien por el YoSoy132 en el que no caben los egos!, ¡bien por los que saben que no porque haya lobos nos toca desempeñar el papel de Caperucitas!        
Antídoto Amor.

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