“Mi casa es tu casa”, decimos orondos los mexicanos, haciendo alarde de nuestra reconocida capacidad para ser hospitalarios; nos ufanamos, ¡cómo no!, si de tanto ofrecer el cantón ya nos estamos quedando en la calle. Y es que el famoso “donde comen dos, comen tres”, pasó del ámbito doméstico al nacional; la generosa costumbre de “echarle más agua a los frijoles” para alimentar al visitante inesperado se ha convertido en un asunto de Estado y cada vez es más evidente que los anfitriones nos estamos quedando en calzones.
Así, con esa alegría que causa andar “haciendo caravanas con sombrero ajeno”, se le vio por España a Enrique Peña Nieto, dispuesto a ayudar a Europa, ofreciéndose como en su tiempo anduvo de oferta Vicente Fox, que lo mismo quería restaurar los soldados de Terracota en China que servir de réferi en un improvisado ring para las Coreas. No, si por creativos no paramos: Calderón también quería interceder en el conflicto de Argentina con Repsol, porque hay que proteger los recursos…de los europeos, amenazados por las ambiciones truculentas de una América Latina que nada entiende del Primer Mundo.
“Candil de la calle, oscuridad en su casa”, el señor que empezará a cobrar como Presidente de México y que ya usa nuestro dinero para andar de gira, ofrece rescates internacionales y es que desde el Fobaproa demostramos al mundo que somos de lo más talentosos para rescatar banqueros con el dinero del pueblo: negocios privados con fondos públicos, ¿cuánto nos puede costar asumir también la deuda europea?, total, “¡una raya más al tigre!”, eso sí, vaya usted a saber como para qué día la andaremos pagando porque la nuestra genera intereses cada vez más robustos.
Claro, nosotros no somos comunistas, no andamos por la vida nacionalizando cosas, no somos como Lázaro Cárdenas que no tuvo visión de largo alcance, tan limitado, fuera de la globalización que no alcanzó a ver que lo de hoy es ser ciudadano del mundo, aunque en la repartición a nosotros nos toque poner los insumos, los recursos, la mano de obra y todo lo necesario. “Por mí no queda”, escuchamos a Felipe Calderón que ya se va, satisfecho porque incrementó la venta de armas en Estados Unidos y, no cabe duda, hemos sido buenos vecinos, ¡hasta maíz les compramos!
Es el México de los dichos, el de “el que no tranza no avanza”, acá donde el arca está abierta y los justos hace tiempo que se acabaron; en el año de Hidalgo, el último del sexenio, cuando “chinga a su madre el que deja algo”. Pero, ante la grandilocuente generosidad del que desde ya pretende representarnos, es nuestro deber advertir a los europeos que no se confíen porque en nuestro país de Constitución socavada aplica también aquello de que “entre el dicho y el hecho… hay mucho trecho”.
Antídoto Amor
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