En vista de los actos violentos acaecidos en Michoacán, muchos auguran para el futuro en que Peña ejerza el cargo de Presidente de la República, una oscuridad tremebunda en que reinará la censura y violencia excesivas hacia el pueblo mexicano. Hay videos y fotografías en que se vislumbra a los jóvenes normalistas sometidos con golpes inmisericordes y bestiales, en que se aprecian sus rostros compungidos y agachados, ensangrentados, semicubiertos con sus manos, atadas éstas con bandas plásticas de seguridad.
Según resumen de hechos del diario La Jornada, el conflicto se originó tras una reforma curricular que cambia el tiempo de los cursos normales de tres a cuatro años e incorpora el inglés y tecnologías de la información como asignaturas obligatorias; además del cambio de enfoque a competencias. Esto, claro está, no sería grave si se tratará de escuelas urbanas pero, en una región donde muchos de los habitantes ni siquiera hablan el español y donde la preparación de los estudiantes lleva un orientación de servicio a la comunidad a que pertenecen, no es, por mucho, una buena idea, hacer este tipo de cambios de la noche a la mañana.
Estamos al parecer frente a un panorama de intolerancia hacia formas de vida y de concepciones del mundo que no se conocen. El sistema qué va a saber de los pueblos rurales michoacanos, qué va a saber de las aspiraciones de los jóvenes normalistas ni de los trabajos que pasan sus padres para poder brindarles una educación. En vista de los hechos, tal parece que al gobierno lo único que le interesa es ponerse a la altura de las modas del neoliberalismo y la globalización. He insistido siempre, y no dejo de hacerlo, en que los sistemas y formas que imperan y funcionan en otros lugares del mundo, no necesariamente van a funcionar igual aquí.
Con ello me refiero a que no caben sistemas y enfoques como las competencias o Montessory donde no se cuenta con aulas e instalaciones lo suficientemente equipadas, y eso es una exageración, pues en muchas escuelas ni siquiera se cuenta con baños salubres. Agreguemos a esto que, por ejemplo, en Tiripetío donde (según la página oficial nuestro-mexico.com) hay 515 hogares, solo 58 familias pueden tener una computadora, y esto se extiende a muchas comunidades de la región. ¿En qué cabeza cabe entonces, imponer a estas escuelas las asignaturas correspondientes a Tecnologías de la información?, en todo caso, mejorar el nivel de vida de la zona debería ser la prioridad del gobierno michoacano, mediante proyectos autosustentables, por burdo ejemplo.
Esto en el último de los casos no es el mayor problema. La indignación más grande proviene de la violencia animal con que se imponen este tipo de decisiones absurdas y arbitrarias. En aras de restablecer un supuesto “estado de derecho”, se cometen auténticos y sanguinarios crímenes en contra, nada menos, que de los estudiantes que son el futuro de México y de sus comunidades. Es notorio además que, si bien había intervenido el gobierno federal en las negociaciones, ya que el gobierno local le tiró la bolita en la resolución de las demandas estudiantiles, no era de mucho notarse hasta el día del agresivo y represivo asalto a los planteles; pues entraron efectivos policiacos tanto locales como federales.
Según la crónica de los hechos que presenta el diario ya citado, en ningún momento se cerraron a la discusión los normalistas y, ni siquiera, a los cambios que establecía la reforma curricular, pues entre sus peticiones, solamente pedían un año para preparar el sistema escolar y enfrentarse a las nuevas disposiciones o para presentar alguna propuesta alternativa; también argumentaban que en todo caso, en lugar del inglés, se impartiera una lengua de la región como materia; pero, todo en vano, porque fueron reprimidos severamente.
Algo que me llama mucho la atención es que, si bien los últimos diálogos de negociación se llevaron a cabo el pasado domingo, culminando a las 23:00 horas; es de notarse que el ataque de la PFP y los locales fuese a las 3:00 horas de la madrugada; es decir, tan solo cuatro horas después. Lo que me lleva a pensar que no pudieron haberse concentrado 800 elementos a horas de la madrugada en tan poco tiempo, en una sola localidad (Tiripetío), sin que aquello estuviera planeado de antemano.
Las imágenes de los jóvenes sometidos, muchos de ellos ahora encarcelados, no dejan de recordar algunas imágenes de otros momentos de nuestro México. Me quiero acordar pero no doy. Creo, sin embargo, rememorar que algo tiene que ver con las viejas prácticas priístas, será tal vez el caso, porque es un priísta, Fausto Vallejo, quien encabeza el gobierno estatal en Michoacán.
Las cosas no terminan ahí. Incongruencias e irregularidades varias pueblan las versiones oficiales. Si el pretexto argumentado por el gobierno estatal fue el secuestro de algunos transportes perpetrado por los estudiantes, no le salen las cuentas al aparato oficial, pues ha ido variando la cifra de unidades secuestradas conforme pasan las horas y los días. Del mismo modo, mientras para la oficialidad los normalistas incendiaron delincuencialmente varios de esos vehículos, no faltan versiones y pruebas muy contundentes de que los verdaderos incendiarios fueron los mismos elementos policiales: existe el testimonio del periodista Alan Ortega que fue atacado y amedrentado en la localidad de Cherán durante el asalto policiaco a la escuela; además de videos, fotografías y otros testimonios no de poco valor.
Como fuere, los acontecimientos se ven como una horda de nubes negras acercándose a nuestra realidad; quiero decir nubes negrísimas que se suman a los nublados tiempos en que vivimos, en forma de una imposición presidencial que tiene nombre y apellidos: Enrique Peña Nieto. Aunado a esto, el pueblo michoacano nos da un ejemplo de valentía y hermandad, nos insta a luchar por nuestros derechos en contra de las imposiciones absurdas que nada tienen que ver con los verdaderos y legítimos intereses del pueblo. Hoy los michoacanos están en lucha, movilizando sus fuerzas para que los estudiantes sean liberados. México está con ellos y muchos entendemos que su lucha es la de todos los que habitamos este país.
Des Consuelo.


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