México no puede esperar más, escucho esta frase por todos lados. Desde todas las trincheras mediáticas comienza el bombardeo ininterrumpido con el fin de grabar en nuestro subconsciente (de la misma manera en que se hace para vendernos tal o cual desodorante, crema, plancha mágica, etcétera) la idea de que las reformas estructurales serán la consagración de todos nuestros deseos.
Nosotros, claro está, no sabemos lo que de verdad nos conviene. Así que hay que agradecer a la providencia que los puso en los altos cargos desde donde tomarán las decisiones que más le convengan a este pueblo mal agradecido e ignorante que somos. Ellos sí trabajan por nosotros. Algo debiéramos de aprenderles y no andar de revoltosos, manifestándonos en contra de los cambios que nos convienen a todos. Es más, deberíamos de proponerles que se aumenten más el sueldo, pues el que ganan, aunque sea mayor que el de funcionarios similares en otros países, no va de acuerdo al nivel de competitividad que demuestran.
Muy pronto va usted a ver en la televisión los anuncios publicitarios con el hermoso paraíso en que se está convirtiendo México, gracias, por supuesto, al esfuerzo de estos seres celestiales. Claro que si usted no lo ve es porque está ciego o porque no tiene televisión, pero consígase una y ya lo verá, le lloverán las imágenes de la realidad de este país que no se parece en nada a esa falsedad que mira cuando sale a la calle. Dese cuenta nada más del nivel de enajenación al que hemos llegado por andar criticando asuntos de los cuales no sabemos nada.
Por fortuna, también contamos con los líderes de opinión que nos ayudan a comprender todos esos asuntos que, debido a nuestra ignorancia, creemos perjudiciales, cuando son todo lo contrario. Son tan buenos estos hombres que hasta nos narran lo que estamos viendo en las imágenes, como aquella vez en que se distinguía en la pantalla como el Popocatépetl andaba echando fumarolas y ellos, para que lo entendiéramos, nos decían: “En estos momentos el Popocatépetl está echando fumarolas”. A ver, ¿cuántos de nosotros lo hubiéramos comprendido sin la explicación oportuna de aquél atinado y sabiondo informante?
Así es, querido lector, con la ayuda de la santa trinidad: Reforma laboral, Reforma energética y Reforma fiscal, México va a crecer apabullantemente. El capital extranjero nos mirará con buenos ojos, “este sí es un país de gente que quiere trabajar y ser competitiva”, dirán. “En este país son tan competitivos que tienen dos empleos y trabajan de sol a sol todos los miembros de la familia”, reiterarán complacidos mientras sus ojos se llenan de lágrimas de contento y los líderes de opinión de nuestras honorables televisoras repiten orgullosos que “vamos por muy buen camino”.
Funes.
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