sábado, 13 de octubre de 2012

México trágico


No sabemos exactamente cuándo perdimos la magia, pero han quedado atrás los tiempos en que era común decir “México mágico”; cuando para los extranjeros nuestro país convocaba irremediablemente a los paisajes, del mar a la montaña, pasando por el desierto y la selva, entonces manifestábamos con orgullo, “sí, tenemos todos los hábitats ecológicos, exceptuando la tundra”; cuando pensar en México, “lindo y querido” agregábamos nacionalistas, significaba colores, de las frutas, de los textiles, de los platillos, ¡ay, el México folk que se nos volvió folleto turístico y, más tarde, solo nota roja!
            La mayoría de los mexicanos crecemos pensando que México es surrealista, “lo dijo el mismísimo Bretón, padre del surrealismo, un día en que un carpintero al que encomendó la fabricación de una mesa le entregó la misma que aparecía en el dibujo que él le había hecho, con un lado más angosto que el otro, por aquello de la perspectiva”, contamos entre doctos y orgullosos; quién sabe si la anécdota es cierta, pero para nosotros está más que corroborada, la cotidianidad, al borde del delirio, nos confirma que vivimos en un país en donde el “realismo mágico” no es más que puro realismo, últimamente más bien trágico.
            Para nosotros, aunque usted no lo crea (ni nosotros), son perfectamente posibles sucesos que superan por mucho la imaginación más febril. Sí, son mexicanos los náufragos que un día del año 2006 fueron encontrados por Australia, luego de diez meses en altamar, donde sobrevivieron gracias a que comían palomas que atrapaban al vuelo… ¿palomas en altamar?... bueno, la verdad es que comían tortugas, pero como están prohibidas por cuestiones ecológicas, temieron decir la verdad y se inventaron lo de las palomas… ¿diez meses y ni bajaron de peso?, bueno, la verdad es que ellos no naufragaron hace diez meses, “las malas lenguas” aseguran que estaban presos y el gobierno llegó a un acuerdo con ellos “los soltamos por Australia y hacemos como que los encontró un barco extranjero, así, nosotros desviamos la atención de otros asuntos políticos y ustedes habrán cumplido su condena antes de tiempo”. ¿Qué es más difícil de creer, la versión oficial o la que recorre los sitios de donde son oriundos aquellos náufragos, de cuya historia ya hay una película, bastante mala por cierto? No sé.
            Como esa historia, cualquier mexicano puede contarle cuentos fantásticos, tenemos una enorme capacidad para crear historias que, por donde se les vea, deberían ser inconcebibles, pero vaya que las creemos y si no las creemos, no tardamos en suplirlas por otras que resultan aún más enredadas. Es que André Bretón, si es que lo dijo, se equivocó: no, México no es surrealista, es barroco, de lo más churrigueresco; nos encantan las formas por encima de los contenidos, por favor y gracias para todo varias veces, es el único sitio en el que es muy normal saludar amablemente a alguien para insultarlo “con todo respeto”.
            Hace unos días, como si hiciera falta, hemos sido testigos de otra de esas historias provenientes del gobierno, ¿El Chupacabras?, no, señores y señoras, nosotros tenemos la primicia de los muertos vivientes; el último de ellos un narcotraficante famoso y católico que donó una capillita por allá en su tierra. De nombre Heriberto Lazcano, pero conocido como “El Lazca”, fue asesinado cuando elementos de la Marina acudieron a un cerro (sí, en México la Marina anda tierra adentro desde que a Felipe se le ocurrió que allá era donde se andaban haciendo olas) en donde él y su familia departían viendo un partido de beis ball. Una llamada anónima (sí, en México, la “inteligencia policíaca” se reduce a las llamadas anónimas que los ciudadanos hacen para decirles dónde están los delincuentes, al menos eso siempre argumentan) condujo al lugar a los militares, quienes se enfrentaron con un grupo de hombres armados; el saldo: dos delincuentes muertos y un marino herido.
            Hasta aquí, el asunto va más o menos bien, aburrido en realidad porque en México eso de que se agarren a balazos ya es cosa de todos los días, no nos sorprende para nada. El caldo toma sabor cuando nos cuentan que los cuerpos de los dos delincuentes “abatidos” fueron a dar a una funeraria local de donde se los robaron por la madrugada, así, así como se lo cuento. El guiso termina de condimentarse cuando nos dicen que uno de los cadáveres robados era “El Lazca”, de los hombres más buscados y que lo dejaron en la funeraria sin más trámite porque ¡no tenían idea de a quién habían matado!... Luego resulta que el muerto medía 1.80, pero en vida “El Lazca” tenía dos estaturas distintas (1.75, según la DEA, 1.60, para el Ejército Mexicano); para explicar el asunto del crecimiento post mortem, un funcionario explicó que cuando Lazcano ingresó al Ejército (sí, porque en México a los delincuentes los entrenamos con nuestros impuestos) tenía 16 años y quizá había crecido 20 centímetros desde ese tiempo, ¡ah, caray, dio el estirón!, ¿pues qué le dieron de comer, oiga?
            Lo que nadie termina de entender es cómo es que al cadáver de “El Lazca” se le cayeron las orejas, pues en las fotografías comparativas que han ofrecido las autoridades se le ve muy vivo en una y muerto, sin orejas, en la otra… Les falló el “photoshop”, ni para eso son buenos. En fin, que la versión oficial no acaba de sostenerse, ahora sí que ni de las orejas, ¿cómo, si no tiene? Durante las últimas horas, nos dieron la versión oficial, o sea, la más oficial de todas las otras oficiales (sí, porque en México, las autoridades ni para eso se ponen de acuerdo) y en un ejercicio de contrición culpígena, el vocero de la institución castrense confiesa “la verdad es que no sabíamos a quién habíamos abatido” (les encanta la palabrita) y como ni idea tenían de quién era el asesinado (palabra que nunca usan, por cierto), pues lo dejaron en la primera funeraria que encontraron, de donde se lo robaron y, como se lo robaron, pues decidieron que debían hacer los análisis de identidad que no habían hecho todavía. Mire usted, ¡cuánta eficiencia!
            Para los mexicanos, a quienes nos reencantan los cuentos de suspenso, la versión es que ahora “El Lazca” anda de testigo protegido en Estados Unidos o que se jubiló dándose por muerto para irse a una isla a gozar de su dinero (sí, porque en México se persiguen narcotraficantes pero se respetan sus finanzas), quizá por allá en Australia donde aparecen náufragos que comen palomas y tortugas, ¡ya ve que esos dos animalitos siempre andan juntos! Por lo pronto, lo que nos preguntamos, ahora sí en serio, es cómo debemos entender eso de que los militares andan matando gente sin saber quién es. Si es el Lazca o no quien ahora ha muerto es lo de menos y es que, oiga, no está tan gracioso el cuento de que por llamadas anónimas nos anden “abatiendo”.
Antídoto Amor.
             

1 comentario:

  1. Buenísimo artículo. Usted nos hace recordar detalles que se nos habían ido hace tiempo.

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