viernes, 12 de octubre de 2012

Platica poblano...


por era-del-Ser.
 La tentación de endilgar la responsabilidad de nuestros actos, sobre todo cuando las consecuencias de estos no resultan beneficiosas o, en el peor de los casos, éstas traen consecuencias nefastas para otras personas, lastimando su vida, sus derechos o sus pertenencias es, creo, un acto de profunda cobardía. El autodeclararnos víctimas de una circunstancia que hemos provocado nosotros mismos nos permite con la intención de, al mismo tiempo que evadimos nuestra responsabilidad, conseguir la simpatía de los demás por nuestro sufrimiento (sufrimiento que ha resultado autoinfringido) es una clara muestra de inmadurez.
            Hace ya seis larguísimos años que iniciaba la guerra contra el narcotráfico, declarada por Felipe Calderón Hinojosa en diciembre de 2006, apenas a diez días de iniciado su mandato, con el primer operativo en contra de la delincuencia ejercido en el estado de Michoacán. Un estado gobernado entonces por Lázaro Cárdenas Batel, quien sería, a la postre, el penúltimo gobernante del PRD de la entidad. Recordemos, también, que Felipe Calderón es nativo de Michoacán y que su familia tiene intereses económicos y políticos en dicho estado mexicano.
            Después de unas elecciones llenas de irregularidades en donde resulto ganador (¿?) y una posterior toma de posesión, en medio de golpes entre diputados del PAN y el PRD y una rechifla que solo se acalló un poco mientras sonaban las notas del Himno Nacional, Felipe Calderón Hinojosa toma el poder en diciembre de 2006. Así, para granjearse una legitimidad que no tenía, ante un pueblo que no había votado por él (o, tal vez, en represalia por ello; vaya usted a saber) Felipe Calderón dio inicio a una de las etapas más dolorosas para el pueblo mexicano: La Guerra de Calderón.
            Hoy, seis años más tarde, cargando con un número desconocido de muertes (las cifras que se manejan van desde los 40,000 muertos, la más discreta, hasta los 90,000), pero que en cualquiera de los casos es tremendamente alarmante e inconcebible, y un número inconmensurable de victimas entre desaparecidos, deudos y desplazados. Con regiones enteras del territorio nacional en manos de la delincuencia organizada. Con la delincuencia organizada sitiando a la capital de la República (de ahí la presencia del ejercito en Nezahualcóyotl y Chalco). Hoy, con las manos chorreantes de sangre, el señor presidente de México se presenta ante la Asamblea General de la ONU para declarar enfáticamente: Señores, creo que siempre sí nos equivocamos en la estrategia de combate al narcotráfico. Creo que lo mejor es la prevención de la delincuencia, brindando mayores oportunidades a los jóvenes por medio de la educación, el deporte y el tratamiento y control de las adicciones; y más adelante enfatizar: “…así lo estamos haciendo en nuestro país. Hoy, se monta en el carruaje de la muerte para declararse víctima del sufrimiento infringido al pueblo mexicano por la delincuencia.
Señor presidente, usted no ha corrido ningún riesgo. Usted y su familia están protegidos por todo el aparato policiaco y militar. Usted se ha escudado cobardemente en su burbuja de poder dejando inerme y desprotegido a todo el pueblo mexicano ante el furor de una guerra incomprensible y, quizá lo peor, total y completamente inútil.
            El 26 de septiembre de este año, casi al final de su mandato, Felipe Calderón Hinojosa muestra ante la Asamblea General de la ONU a su máxima creación: Calderolandia, en donde, supongo, solo él vive; aquí está descrita con su propia voz (por favor léase a grito pelón y en el tono más enfático posible):
[…] hemos actualizado nuestras leyes, hemos emprendido una profunda restructuración institucional y, al mismo tiempo, hemos avanzado en la consolidación de una cultura democrática y en el respeto a los derechos humanos. Hoy, en México, ha pasado ya una reforma donde todo derecho humano reconocido en cualquier tratado internacional, suscrito por México, ya es derecho interno exigible ante los tribunales mexicanos. Me enorgullece dejar un México que mantiene profundas relaciones de amistad y de cooperación con todas las naciones. Un México que participa activamente en la construcción de la paz tan anhelada. En la construcción de un mundo de justicia, de seguridad, de desarrollo. Queremos libertad para los hombres y las mujeres, justicia y respeto a los derechos humanos en nuestras sociedades […]
            Hágame usted el chingado favor.

¿Qué tal durmió FCH? (IX).

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