sábado, 17 de noviembre de 2012

Homo Sapiens en extinción solicita su ayuda

Hace tiempo que el politólogo italiano Giovanni Sartori alertó sobre la transformación del homo sapiens en homo videns, un ser formado por la predominancia de lo visual, que mira sin generar abstracciones, que consume imágenes sin procesarlas, inmerso en la inmediatez de lo que no requiere imaginación y en el aislamiento de quien no tiene interlocutor; humanos frente al televisor.

A cuento viene pensar en la tesis de Sartori estos últimos días de la semana, bautizados por los intereses empresariales como “El Buen Fin”, tiempo dedicado enteramente al consumo de bienes que hasta ayer no necesitábamos; alentados por la difusión de “ofertas”, en su mayor parte falsas, salen los trabajadores a dejar los ahorros que tenían, el aguinaldo que les adelantaron o, mejor, a incrementar las deudas de sus tarjetas de crédito.

A cuento viene, decía, el asunto del Homo videns, porque resulta que las hordas de consumidores, “expertos” cazadores de “ofertas”, salen de las tiendas cargados sobre todo de, adivinó usted, televisores… Pantallas, les llaman ahora, más grandes, más planas, más brillantes, con un sonido más estruendoso, todos esos extras que se vuelven, por arte de magia (televisiva, por supuesto) imperiosas necesidades.

Si bien es cierto que no toda la programación de las televisoras es de pésima calidad, con contenidos infames, el mayor porcentaje lo es, razón suficiente como para renunciar a ella, creo yo. Pero no sólo se trata de ver, sino de consumir y no sólo imágenes o ideas (ojalá eso fuera lo que nos dan), sino de consumir productos. Me pregunto, ¿cómo es que los seres humanos llegamos a considerar que es algo “divertido” o “inteligente” sentarnos frente a un aparato que tiene como finalidad bombardearnos con publicidad?, ¿qué tiene de grato “pasar el rato” mirando comerciales y alguna que otra cosa?, ¿qué hay de lindo en recibir sin capacidad para responder miles de mensajes contradictorios (“Hártate de pizzas, hamburguesas o refrescos” e, inmediatamente después, “Cuídate de la obesidad, come sanamente”)?

¿Por qué los seres humanos nos sometemos voluntariamente a eso, si bien pensando (que no visto), es una tortura?; la exposición constante a este tipo de mensajes crea irremediablemente ansiedad, eso sin contar lo bien diseñados que están para generar toda suerte de lo que no puedo considerar sino trastornos, ¿qué otra cosa puede ser asociar un reloj o un automóvil con la sexualidad humana?, ¿qué otra cosa puede ser considerar que se es buena o mala persona según el líquido limpiador de pisos que usamos? Se me ocurre, sólo por aventurarme a pensar (bien tan mal comprendido en estos tiempos), que la televisión comercial, esa dedicada a fomentar el consumo al costo que sea, está cada día más cerca de ser lo mismo que un dictador: manipulación y nada más.

¡Qué novedad!, me dirán quienes leen, que serán, ¡oh, paradoja!, todos ustedes, por algo lectores… Sí, no es novedad y yo estoy muy distante de ser alguien que conoce a fondo el asunto, pero ¿y a quién más le podemos expresar nuestros pensamientos ahora que sí algo escasean son los interlocutores?, ustedes disculpen la obviedad, pero no tengo más que preguntas, espero en alguno de ustedes hallar respuestas. ¿Por qué los televisores son un artículo de “primerísima necesidad”?, tan bonito que es ir al cine, al teatro, leer, caminar… Homo sapiens en extinción, solicita su ayuda.

Antídoto Amor.

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