jueves, 15 de noviembre de 2012

Pobre patria


La vertiginosa carrera de la perdición nacional va de mal en peor; con decisiones verticales que rayan en la dictadura —piénsese en el caso de la destrucción de boletas electorales de 2006—; copetudos cuyas pequeñas malcriadas usan zapatitos de 15000 pesos contantes y sonantes; reformas laborales que pintan para esclavizar a todo un pueblo y, en fin, cada día despertamos con nueva mala. Y mientras nos madrugan los derechos, las conquistas históricas, las esperanzas, la dignidad, no faltan los loquitos que creen que haciéndole el “caldo gordo” a un sistema de mierda, quedarán exentos de la ignominia y las pérdidas.
La cuenta regresiva se acerca a su deplorable final; es decir, saliendo de Guatemala para entrar a Guatepeor, nos encaminamos, cual ovejas al matadero, a un nuevo y terrorífico sexenio. Claro está que a pocos les gusta leer malas noticias; mil veces mejor leer la TV notas con sus cuentos rosas, leer a Carlos Cuauhtémoc Sánchez, y hacer de cuenta que con unos cuantos toques mágicos todo se solucionará. No obstante, lamento informar que estamos en el camino del mismísimo infierno —no busco la negatividad, pero así es—; y no podemos ni debemos permitirlo. ¿Quién, cuya voz sea lo suficientemente alta, se levantará un día de estos a buscar la justicia? ¿Cómo vamos a recuperar las garantías y derechos adquiridos en el pasado solo con sangre y muerte? ¿Cuántos días, semanas, años, transcurrirán antes del día del gran despertar?
La verdad, no sabemos gran cosa; estamos a merced de quedarnos sin comer, sin familia, sin nada, para no tener entonces nada que perder; para poder ir junto a los desheredados buscando sedientos la justicia, la reivindicación de la dignidad de un pueblo subsumido en el oprobio, la muerte y la ignorancia voraz. Pobre de mi patria en la que el promedio de nivel educativo no supera la secundaria, en la que la mayoría de los egresados universitarios se ganan la vida en una actividad ajena a sus estudios, en la que el tema de la educación es un lujo porque los niveles de pobreza lo rebasan todo: 52 millones de pobres; es decir, alrededor del 46 % de su población; en el que Emilio Azcárraga —dueño multimillonario de la narcotelevisora Televisa y cuya fortuna asciende a 1.6 miles de millones de dólares—, se ve obligado —pobrecito desvergonzado— a organizar anualmente un macro evento “caritativo” llamado Teletón, y que consiste en pedir dinero a los mexicanos de a pie —los pobres—, a escalas escandalosas, para construir centros de rehabilitación para personas con capacidades diferentes (CRITS) y el angelito —a quien además nadie pide cuentas— evade con ello los impuestos de sus múltiples y millonarias empresas.
—Pobre de mi patria—, digo, y me pregunto desde hace tiempo qué me toca a mí y qué te toca a ti. Que les toca hacer a los 52 millones de pobres, a los que no son tan pobres pero van al día, a los que hemos tenido la oportunidad de sobrevivir una jornada más a la guerra infame de Calderón. ¿Cuánto más deberá soportar este sufrido pueblo para comenzar a exigir un buen gobierno? ¿Cuántos muertos más se sumarán a la lista interminable? ¿Cuántos jóvenes más habrán de adherirse a las filas del narco en busca de “oportunidades”? ¿Hasta dónde deberá llegar el hambre? Me pregunto y no puedo responderme. Quisiera tener mejores ideas que escribir, quisiera dar unos toques mágicos y hallar soluciones precisas, quisiera dejar de sentir el dolor de mi patria, de nuestra patria…     
Des Consuelo.

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