viernes, 2 de noviembre de 2012

Revolución certera


Por era-del-Ser

La civilidad en el pueblo mexicano ha sido y sigue siendo una lección a aprender, una materia a aprobar. El pueblo mexicano parece ser impermeable a la acción de la civilidad. Tal vez no sea una característica propia únicamente de nuestro pueblo pero, en esta ocasión, es la que me interesa tratar.

         Debemos de entender que para poder vivir en comunidad y hacer que esa comunidad florezca y fructifique a favor de sus hijos, es necesario el establecimiento de principios políticos más o menos compartidos. Es importante entender que el objetivo de una comunidad es el bienestar de sus integrantes y no su degradación y su ruina. La lucha por el Poder debe ser la lucha de las ideas y los ideales pero no la de los hombres contra los hombres. El alcanzar la superación es trabajo de todos los integrantes de una comunidad y no únicamente de aquellos que se autonombran “líderes”, palabra ésta tan manipulada en nuestra actualidad que ha perdido su lustre y su valor pues se asigna, sin ningún miramiento ni consideración de criterio, tanto a aquellos hombres que verdaderamente lo merecen por sus propios actos, como a cualquier papanatas que logre ocupar un foro desde donde esparza, sin comedimiento alguno, sus necedades al pueblo (“líderes de opinión” que les llaman ahora).

         Pues bien, decía, la actitud cívica ha desaparecido, casi por completo, de nuestra sociedad. Hace algunos años, cuando la población mexicana era mucho menor (recordemos que a mediados del siglo XX éramos alrededor de 25 millones mientras que en la actualidad rebasamos ya los 100 millones de mexicanos) la gente se saludaba en las calles y se reconocían, por lo menos, a los habitantes de nuestra cuadra o de nuestro barrio. De esto no ha pasado tanto tiempo; sí sucedió, nuestros padres, nuestros parientes más viejos pueden constatarlo y, seguramente, sigue existiendo una actitud así en algunos poblados que, desafortunadamente, son los más marginados de nuestra sociedad.

         Sin embargo, yo no creo que el hecho de que ahora seamos legión obre como justificante para la incivilidad con que actuamos. La vemos, la vivimos y, muchas veces, la sufrimos cotidianamente. Las grandes ciudades se han convertido en zonas de aislamiento, en lugares en donde a nadie le interesan las necesidades de los demás, en donde uno puede estar encerrado en un vagón del Metro con otras ochenta personas más y sentirse completamente solo y en la indefensión. La incivilidad ocupa cada uno de nuestros espacios y crea un ambiente de inseguridad e incertidumbre. Ahora que los medios electrónicos de comunicación nos permiten tener 300 “amigos” en “Face” estamos cada vez más alejados y solitarios.

         Aquel que esté leyendo esto se preguntará, y con sobrada razón, a qué viene todo lo anterior en un foro como éste; pues bien, déjeme aclararlo. Una sociedad cada vez menos interesada en el beneficio colectivo da origen a individuos que se comportan de manera cada vez más egocéntrica, seres que persiguen sus propios objetivos sin ningún miramiento por los demás, que no tienen ningún interés en el beneficio de la comunidad sino únicamente de sí mismos. Eventualmente, estos individuos productos de las sociedades deshumanizadas llegarán a ocupar puestos de importancia en la administración social, ahí comienza el cobro de deudas. El individuo en cuestión, educado sesgadamente por un sistema corrupto instalado en una sociedad corrupta termina ejecutando acciones corruptas. Esto vale para todos aquellos que llegan a detentar algún tipo de poder, desde el policía de la calle que nos detiene por una falta inexistente con el solo objeto de obtener un beneficio mal habido hasta aquellos que ocupan puestos en el Poder en donde sus decisiones, tomadas sin pensar en el bien común, terminarán afectando a una gran parte de la sociedad o a su totalidad (ejemplo claro: La famosa Guerra de Calderón contra el Narco, tan inútil como mortífera). Ahí caben también los padres de familia, los maestros, los lideres estudiantiles, los periodistas, las instituciones y una larga lista de elementos sociales corruptos de los que los mexicanos estamos, desafortunadamente, demasiado bien enterados.

         Así que esta vez mi propuesta es: ¿Por qué no comenzamos una revolución de civilidad, por qué no nos revolucionamos a nosotros mismos y comenzamos a actuar con responsabilidad social? No importa el grado de Poder que detentemos (todos lo ejercemos en alguna medida), seguramente terminaremos cambiando nuestra situación, seguramente volveremos a nuestro país en una mejor casa que habitar y a nuestros conciudadanos personas más cercanas a nosotros e interesadas en hacer las cosas de la manera correcta. Imagínense una sociedad en donde cada uno de los individuos que la forman es consiente de las consecuencias de sus actos y se hace responsable por ellas. ¿Lo pueden imaginar? ¡Entonces es posible!

¿Qué tal durmió FCH? (XII)

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