por
era-del-Ser.
La impunidad, esa terrible gabela
con que mi país carga desde tiempos inmemoriales. La impunidad, ese poderoso
motor de toda la corrupción que llega ya a todos los ámbitos de nuestra
sociedad. La impunidad, esa oportuna invitación a cometer la falta, a romper
las leyes, a ignorar las consecuencias. La im-pu-ni-dad, es casi un acto de
hechicería que una palabra de apenas cuatro sílabas sirva para nombrar a la
causa de que un país tan grande y con tanto potencial como México permanezca hundido
en la barbarie en pleno siglo XXI. ¿En qué siglo vive mi México? ¿Por cuánto
tiempo más estaremos condenados a esta condición?
Acordémonos,
de las entregas anteriores (El Derecho I, II y III), lo que Baruch de Spinoza
decía a cerca del papel del derecho en las sociedades y su evolución: en el estado de naturaleza el derecho es inexistente,
su origen es la cultura. El derecho es
una declaración pública y solemne de la voluntad general sobre un objeto de
interés común declaraba Jean-Jacques Rousseau.
Así,
según veíamos en las entregas anteriores, el derecho es un acto voluntario, es
un acto de cesión de derechos (de los derechos concernientes al estado de naturaleza
del hombre), que se ven transformados en leyes que procuran el beneficio de la
colectividad sobre el interés particular de tal manera que la Institución a la
que son cedidos los derechos de naturaleza de los hombres funja como ejecutor,
aboliéndose de esta manera la ley de la
selva dentro de las sociedades y creando así el estado de derecho.En
consecuencia, la responsabilidad de la mencionada Institución trasciende más
allá de los hombres que la formen y de las autoridades que la dirijan, puesto
que en sus manos está la tremenda responsabilidad de mantener a su sociedad
lejos de la barbarie.
Esa
Institución a la que nos hemos referido es el Estado. De tal manera que cuando
el Estado renuncia a su deber de instrumentar la justicia imparcialmente,
cuando cede ante las presiones de los poderosos e influyentes para tergiversar
la aplicación de la ley en favor de intereses individuales, cuando permite que
su naturaleza cultural se corrompa, la sociedad (su sociedad), por efecto de lo
mismo, también se corrompe.
Así,
el caso de la francesa Florence Cassez, tan difícil de dilucidar por la gran
cantidad de malos manejos judiciales y jurídicos por parte de las autoridades
mexicanas, terminará formando un enorme boquete en la autoridad moral de la Institución
Gubernamental Mexicana. ¿Quién, si aún había algún crédulo, podrá seguir
creyendo en nuestra justicia?
Florence
Cassez llega a su país como una mártir, nadie menciona que sólo se le libera
por fallas (si bien terribles) en su proceso y no por su inocencia. La sociedad
francesa la considera víctima del Poder en uno de esos países barbaros del
Tercer Mundo y la recibe como una heroína que logra sobrevivir al terror
imperante en una sociedad de salvajes.
Y no
debemos olvidar queéste no es más que uno de los tantos
“regalitos” del Calderonato al país que, en agradecimiento de su magnífico
gobierno, pagará su sueldo durante el resto de su vida. Felipe Calderón
Hinojosa, otro bendecido por la impunidad.
¿Qué tal durmió FCH?
(XXIV)
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