No han pasado siquiera tres
meses desde que Enrique Peña usurpó la presidencia a base de la más inmoral y
desfachatada corruptela que nuestro país haya atestiguado, y ya los esbirros de
Peña han comprometido, desmantelado y corrompido la mayoría de las libertades y
garantías sociales alcanzadas en los últimos cien años. Libertades que costaron
sendas vidas, años de sacrificio, esfuerzo inconmensurable, infinita voluntad y
patriotismo verdadero.
Lo
más penoso del asunto no es que estos chacales pretendan vender lo que es
nuestro, lo que legítimamente nos corresponde ―pues muchos de nosotros de
antemano sabíamos lo crápulas y corruptos que eran estos individuos y por ello nos
empecinamos en advertir hasta el cansancio que bajo ninguna circunstancia
debíamos permitir el retorno del PRI a los Pinos―, lo realmente penoso es que
existan muchos mexicanos que comprenden lo lamentable de la situación pero
continúan ateridos a su autismo social. No es siquiera necesario que levantemos
los puños en contra de la injusticia, si todos juntos alzáramos nuestra voz no
faltaría hacer nada más.
El
priismo siempre ha sido muy dado a utilizar las estratagemas dialécticas y
dobles discursos a fin de desorientar la opinión popular e, inclusive,
encauzarla en cierta dirección para respaldar la implementación de medidas
antipopulares, fascistas y retrógradas que lesionan el bienestar social y
personal de los mexicanos. Incluso me ha tocado atestiguar el colmo del cinismo
cuando alguna vez, hace no mucho tiempo, escuché a un militante priista decir
algo más o menos así: “Sí, el PRI roba, pero así como roba da, y nos deja
robar”. Creo que la frase por sí sola representa fidedignamente la pobre
calidad humana, moral e intelectual de los simpatizantes del PRI.
Tras
la matanza de Tlatelolco en el 68, el PRI a través de Díaz Ordaz asumió
plenamente la responsabilidad social e histórica de aquellos vergonzantes
hechos; durante años se justificó la matanza con el estúpido discurso de que
los estudiantes sólo pretendían desestabilizar a la nación, dar una imagen
errónea del estado que guardaba el país en aquellos años aprovechando la
atención que el mundo le prestaba a México por la gesta olímpica; mil mentiras
se dijeron y las mil se cayeron con el paso de los años, hoy sabemos que el
responsable de aquellos tristísimos asesinatos y encarcelamientos fue el
estado.
Hoy
el discurso del PRI es tan descarado que no admite siquiera un eufemismo, una
manipulación, un disfraz sensiblero y patriotero para convencer a la gente de que
el aumento del IVA en alimentos y medicinas es un mal necesario al que debemos
someternos los mexicanos en aras del bien de nuestros hijos. Este nuevo
impuesto es la prueba irrefutable de que el PRI nunca fue nuevo, de que lo que
menos le importa es el bien de los mexicanos, de que sólo pretenden empoderar
más a los poderosos y vulnerar más a los vulnerables.
¿Qué
va a hacer usted ahora? En verdad dudo mucho que exista alguien que se atreva a
defender con argumentos sólidos y razones bien fundamentadas esta nueva
iniciativa del gobierno peñanietista. ¿Se da cuenta usted de lo que estamos a
punto de enfrentar? ¿Comprende que si usted tiene el privilegio de estar en una
clase acomodada o media, su nivel social indiscutiblemente disminuirá ante el
embate de estos aumentos? ¿Se ha puesto a pensar que esta medida pone en un
grave peligro la soberanía de nuestra nación y la estabilidad social? ¿Ha
contemplado usted que si este tipo de reformas continúan es muy probable ―y no
incito a ello― que estalle una guerra interna? Y si todo esto a usted no le
importa en lo más mínimo, ¿Ha pensado usted de dónde diablos va a sacar ese
treinta por ciento extra de aumento en sus gastos familiares (15% por alimentos
y 15% por medicinas)? ¿O es usted tan ingenuo que piensa que su salario
aumentara proporcionalmente con los impuestos? Si usted trabaja doble, ¿ahora va
a trabajar triple para poderlo solventar? ¿Qué vas a hacer ahora, mexicano?
¿Vas a seguir sin reclamar?
Ptolomeo.
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