por era-del-Ser.
¿Qué es la autoridad? Lo primero que deberíamos saber es
que la autoridad es un fenómeno social. Esto significa que sus afectos y
consecuencias afectan y son sentidos por cada uno de los elementos componentes
de la sociedad en cuestión. Se puede definir la autoridad como la capacidad de
obtener de los demás comportamientos por el mero efecto de la sugestión. A lo
largo de su historia el hombre ha reconocido autoridad en lo religioso, lo
tradicional, lo dinástico o lo ideológico. Pero la autoridad no es
institucionalizable, lo que significa que el cargo o la función de un jefe no
conlleva per se a la autoridad, esta
es un rasgo que tiene que ver más con la actitud personal del investido
(religioso, de la tradición, dinástico o ideológico) que con el puesto que
ostenta dentro de su sociedad. Así que el verdadero problema consiste en reunir
a la vez el poder implícito de una jefatura con la autoridad para desempeñarla;
y es que la autoridad supone el reconocimiento, la percepción de superioridad,
lo que implica, en consecuencia, una desigualdad de facto.
Así, en la política, resulta
de suma importancia diferenciar el poder de la función gubernamental de la
autoridad necesaria para ejercerla. La autoridad, por lo tanto, no tiene nada
que ver con actitudes opresivas sino que es más bien una coparticipación de todos
en la grandeza de un pueblo. La autoridad de los políticos debería, de manera
ideal, estar basada en la legitimidad, lo cual motivaría su aceptación. En el
caso de los políticos la legalidad no es bastante ni suficiente, el pueblo debe
de percibir, de alguna manera, una cierta superioridad en sus gobernantes y
para esto existen diferentes métodos:
Autoridad basada en la
figura del padre: en éste los individuos son considerados como niños y el
gobernante asume una actitud paternalista. La relación entre gobernante y
gobernados se da de forma despótica.
Autoridad basada en la
figura del sabio: se establece bajo la presunción de que el gobernante sabe
algo que los gobernados no saben instaurando, de esta suerte, un gobierno de
tipo tecnocrático.
Autoridad carismática: en
este tipo de autoridad el gobernante se asume como un ser no-ordinario, el fundamento de su autoridad es irracional y no
necesita justificarse. No será puesto en la balanza de las cualidades humanas terrenas
sino que parece habilitado por una vocación casi divina y el pueblo lo piensa
como el ser providencial designado para el gobierno, el supremo solucionador de
todos los problemas. Así, y aunque no tiene cualidades extraordinarias, se
instala en un lugar de autoridad ya preparado de antemano para él, justifica
las dictaduras y vive de la exaltación permanente y las escenografías. Su carisma
está fundado sobre una emoción y no sobre una idea.
La autoridad basada en la
razón: es este el método ideal de actuar de un líder. En éste el gobernante se
asume como un simple mediador de la autoridad y no como su titular natural. La
autoridad le es otorgada sólo con una finalidad y de manera temporal. Aquel que
ostenta la autoridad no se asume como superior al resto de los gobernados, es un
hombre común.
Es seguro que durante la
lectura de este artículo usted ya ha identificado y vinculado a los diversos
personajes del escenario político nacional con los diferentes sistemas de
autoridad aquí mencionados, de eso se trata. Pero no hay que dejar de reconocer
que cada una de las formas de autoridad corresponde, también, a un
comportamiento de un pueblo: un pueblo que actúa como niño y que evade sus
responsabilidades y descuida sus derechos, un pueblo sumido en la ignorancia
perenne y al que no le interesa buscar caminos de superación o un pueblo
dispuesto a entregarse a la adoración de una personalidad negándose a ver lo
bueno y lo malo que pueda existir en ella.
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Suerte con ello.
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