viernes, 15 de febrero de 2013

La Memoria (I)



por era-del-Ser.

México, mi México, este país deseoso, quizá en demacía, del retorno a la normalidad, a la vida tranquila, a las actividades cotidianas que nos devuelvan la seguridad de nuestro diario acontecer.

La sociedad mexicana, tan acostumbrada al eterno “aquí no pasa nada” entrega su exvoto a los dioses de la normalidad y ofrece su olvido en ofrenda al milagro del retorno a la seguridad. Nadie quiere ser el culpable de reiniciar la tragedia, nadie quiere ser señalado como aquel que insiste en que el país fue convertido por el Calderonato en “tierra de nadie”. Así que el silencio vuelve a imperar. Como los niños que esperan que al cerrar los ojos desaparecerán sus monstruos personales que viven debajo de la cama o dentro de los oscuros armarios la sociedad mexicana, alentada por la nueva camada política, cierra los ojos a los charcos sangrientos en donde chapotean aun los pies de los mexicanos y deja de oír los lamentos de aquellos compatriotas que vieron morir a sus familiares, a sus amigos, a sus vecinos en manos de no sabemos quién (porque entre el humo de la metralla las siluetas se confunden y se hace difícil saber de qué lado vienen los disparos).

¿Es verdad? ¿Las cosas han cambiado? ¿Nuestro país ya no está inmerso en la violencia? ¿Han desaparecido por fin, al c errar nuestros ojos, los monstruos que nos asedian desde la oscuridad del sexenio próximo pasado? Sugiero al lector hacer el siguiente ejercicio: entre al internet y acceda a la página de YouTube, como búsqueda ponga “balacera” y como filtro “Ordenar por: Fecha de subida” y cuente cuantos resultados obtiene y de donde provienen. Eso le dará una visión de la realidad mexicana en la violencia.

¿Pero qué lo qué pasó, por qué de repente este aumento tan drástico en la violencia en México? A finales del 2006 Felipe Calderón Hinojosa “gana” la presidencia de la República con un margen estrechísimo (apenas del 0.56%). Tiene que entrar subrepticiamente por la entrada trasera al recinto legislativo y toma protesta ante un Senado amotinado en el acto protocolario más breve y caótico de la historia de las tomas presidencialesde este país. Fue el mismo Felipe Calderón quien colocaría el epíteto que definiría su triunfo electoral ante el candidato de la Izquierda política mexicana y del resto de su sexenio: “Haiga sido, como haiga sido” y así comenzaba una de las etapas más dolorosas y aterrorizantes de la historia de nuestro país. Apenas once días después de iniciado su gobierno, vestido con una camisola militar que (quizá como augurio a lo que vendría posteriormente) le quedaba visiblemente grande, Felipe Calderón desataba a las Furias sobre nuestro territorio.

¿Qué tal durmió FCH? (XXVII)

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