por
era-del-Ser.
México, mi México, este país
deseoso, quizá en demacía, del retorno a la normalidad, a la vida tranquila, a
las actividades cotidianas que nos devuelvan la seguridad de nuestro diario
acontecer.
La
sociedad mexicana, tan acostumbrada al eterno “aquí no pasa nada” entrega su exvoto
a los dioses de la normalidad y ofrece su olvido en ofrenda al milagro del
retorno a la seguridad. Nadie quiere ser el culpable de reiniciar la tragedia,
nadie quiere ser señalado como aquel que insiste en que el país fue convertido
por el Calderonato en “tierra de nadie”. Así que el silencio vuelve a imperar.
Como los niños que esperan que al cerrar los ojos desaparecerán sus monstruos
personales que viven debajo de la cama o dentro de los oscuros armarios la
sociedad mexicana, alentada por la nueva camada política, cierra los ojos a los
charcos sangrientos en donde chapotean aun los pies de los mexicanos y deja de
oír los lamentos de aquellos compatriotas que vieron morir a sus familiares, a
sus amigos, a sus vecinos en manos de no sabemos quién (porque entre el humo de
la metralla las siluetas se confunden y se hace difícil saber de qué lado
vienen los disparos).
¿Es
verdad? ¿Las cosas han cambiado? ¿Nuestro país ya no está inmerso en la
violencia? ¿Han desaparecido por fin, al c errar nuestros ojos, los monstruos
que nos asedian desde la oscuridad del sexenio próximo pasado? Sugiero al
lector hacer el siguiente ejercicio: entre al internet y acceda a la página de
YouTube, como búsqueda ponga “balacera” y como filtro “Ordenar por: Fecha de
subida” y cuente cuantos resultados obtiene y de donde provienen. Eso le dará
una visión de la realidad mexicana en la violencia.
¿Pero
qué lo qué pasó, por qué de repente este aumento tan drástico en la violencia
en México? A finales del 2006 Felipe Calderón Hinojosa “gana” la presidencia de
la República con un margen estrechísimo (apenas del 0.56%). Tiene que entrar
subrepticiamente por la entrada trasera al recinto legislativo y toma protesta
ante un Senado amotinado en el acto protocolario más breve y caótico de la
historia de las tomas presidencialesde este país. Fue el mismo Felipe Calderón
quien colocaría el epíteto que definiría su triunfo electoral ante el candidato
de la Izquierda política mexicana y del resto de su sexenio: “Haiga sido, como
haiga sido” y así comenzaba una de las etapas más dolorosas y aterrorizantes de
la historia de nuestro país. Apenas once días después de iniciado su gobierno,
vestido con una camisola militar que (quizá como augurio a lo que vendría posteriormente)
le quedaba visiblemente grande, Felipe Calderón desataba a las Furias sobre
nuestro territorio.
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