Las especulaciones, el descreimiento y el sospechosismo
provienen en primera instancia de la consolidada falta de confianza de los
ciudadanos hacia políticos y autoridades en general.
Julio Astillero.
Tras los sucesos
acontecidos el día de ayer en las inmediaciones de los edificios
administrativos de la torre de PEMEX, espero angustiosamente los resultados de
las indagatorias sobre el siniestro. Y digo angustiosamente porque este
lamentable hecho, con toda la tragedia implícita en él, le viene como anillo al
dedo a Enrique Peña para allanar camino hacia la privatización o, dicho con más
propiedad, la enajenación de los petróleos mexicanos.
Pero, ¿por qué el petróleo es
tan importante para nuestra economía? Ya sea por ventura o por desgracia, nuestro
territorio se encuentra en una región privilegiada en lo que a
yacimientos petrolíferos se refiere. A estas alturas del partido cada día son
más escasos los países productores de este insumo tan vital para la industria
energética global.
Incluso en estos tiempos
posmodernos en los que comprendemos perfectamente los efectos adversos del
consumo de hidrocarburos en nuestro planeta, el petróleo es y seguirá siendo
por al menos un buen tiempo una fuente energética muy codiciada. No ha de
sorprendernos que por el manejo de las fuentes de energía se hayan suscitado
las más diversas y cruentas guerras que haya conocido la humanidad, y más
preocupante se torna el asunto cuando nos enteramos de que los países más ricos y
poderosos del planeta no cuentan con esta clase de recursos o bien sus
reservas son muy escasas.
Por ello no es gratuito que
los estados unidos constantemente participen en intervenciones militares a los
países árabes en el medio oriente, ricos en petróleo; ni que en los últimos años el gobierno
estadounidense haya iniciado una campaña de desacreditación y odio en contra
del gobierno venezolano; ni tampoco que cada uno de los enemigos políticos de
los E.E.U.U. sean, curiosamente, países poseedores de un gran potencial
petrolífero.
Por eso observo con mucho temor
que los mexicanos veamos con tanto desgano e indiferencia las declaraciones de
Peña y sus secuaces en torno a la “participación de la iniciativa privada” en
materia energética. Aunque usted no lo crea, durante los años previos a la
expropiación petrolera, las concesiones otorgadas a diversas empresas
transnacionales llegaron hasta puntos intervencionistas que pusieron en grave
peligro la soberanía nacional.
Así es, aunque usted no lo
crea, las empresas extranjeras que explotaban los yacimientos petroleros
comenzaron a cometer los más terribles abusos, tales como esclavizar a los
trabajadores, dejar de pagar los impuestos y derechos por los
respectivos permisos de extracción e inclusive, algunas de ellas, llegaron a
declarar los linderos del yacimiento y al yacimiento mismo como
territorio propiedad de las respectivas naciones de las que eran originarias dichas
empresas; y el colmo de todos los males se suscitó cuando las petrolíferas
extraían el crudo y lo embarcaban a sus países respectivos. Un verdadero
robo.
Todas estas prácticas
abusivas degeneraron en levantamientos obreros y sociales que por final de
cuentas lograron, con el respaldo del pueblo y del Gobierno Mexicano, la
expropiación del petróleo como bien único y exclusivo de la República.
Por eso es temible que las
empresas extranjeras pongan sus garras sobre el único recurso natural que es el
pilar fundamental de nuestra economía. Aunque usted no lo crea, mi querido
lector, el día de ayer mientras muchos estaban azorados mirando la tragedia de
la torre de PEMEX en el televisor, miles de mexicanos salieron a las calles a
gritar su descontento, su temor, su indignación por muchas razones: por
Monsanto y sus plantíos de maíz transgénico que ponen en riesgo de exterminar
a las especies endémicas de nuestra tierra, por la Reforma Laboral y los miles de
abusos que llevarán a los trabajadores a esclavizarse, literalmente por unas
cuantas monedas, por la Reforma Educativa que pretende privatizar todos los
niveles escolares y con ello impedir el acceso al estudio a quienes no puedan
pagarlo, por la creciente violencia en nuestras calles que nos azota cada día un
poco más, por las indignantes burlas que representaron los fallos del IFE,
TRIFE, y la SCJN exonerando al PRI y multando a Obrador.
Aunque usted no lo crea, mi
querido lector, me atrevo a decir que no sería extraño que el discurso
oficial declarara en próximos días que lo acontecido ayer en la torre fue un
acto premeditado y perverso perpetrado por algún grupo radical que se opone a
la privatización del petróleo; y con ello se desarticulará el movimiento que se
está gestando en defensa de PEMEX, pues ¿a quién le va a gustar verse asociado
a un grupo extremista y terrorista? Ojalá me equivoque esta vez. Pero si mis
sospechas resultaran ciertas, sólo le pido, mi querido lector, que no se deje
engañar.
Ptolomeo.
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