jueves, 21 de febrero de 2013

Romper los cercos y acciones concretas


Últimamente me faltan las ideas. Pienso, muy en serio, en el “problema” que representa “seguir” con la vida cuando los días transcurren y parece alejarse cada vez más la posibilidad de un verdadero cambio. Entre todas las actividades que deben realizarse, ¿qué tiempo queda para pensar en política, en bienestar social, en la crítica como un ejercicio de humanización, de búsqueda de justicia? La verdad estoy exhausta, muerta de cansancio, fatigada de tanto indagar sin encontrar; me considero un ser humano no preparado para pensar y reflexionar públicamente. Me considero simplemente un ser humano, así, de a pie; sin demasiadas posibilidades de hacer una diferencia, de encontrar la justicia para mí misma.
¿Qué solución hay entonces?, ¿cuál es la solución para los seres humanos frustrados en sus derechos y abarcados enteramente por sus deberes?, ¿cómo creamos la justicia social? Entre la aprobación exprés de las reformas laboral y educativa, la caída inesperada de un meteorito, la detención del niño verde por conducir en estado de embriaguez y el último partido del América, se queda corta la capacidad del mexicano para no ser apabullado, para poseer la visión suficiente y demandarse a sí mismo una coherencia entre pensamiento y acto; nos quedamos cortos cuando queremos pensar antes de existir.
Sin embargo, puedo algunas veces mirar alrededor para percatarme de que hay una gran cantidad de seres humanos que siguen en la lucha día a día. ¿Con qué objeto?, han de preguntarse muchos ―me lo pregunto yo misma, muchas veces―. Con la finalidad, concluyo, de que no vuelva a pasar, de no volver a repetir la historia de cada seis años. ¿Por qué hacen fraude los que lo hacen?, cuestiona alguna parte de la conciencia. Hacen fraude para mover las leyes y las instituciones a conveniencia de los potentados, de los dueños del capital, de los secuestradores del trabajo humano. Somos, en este sentido, capaces de discernir bajo qué demandas operan los perpetradores del fraude. Somos capaces de prever hasta cierto punto a dónde van; luego, somos también aplastados por la realidad que nos rebasa.
Luego, somos ante todo ciudadanos y hay muchos, ciudadanos también, que dedican sus vidas y sus fuerzas a buscar la justicia, la utopía, el bien común repartido equitativamente. Podemos, por ello, contar con que no estamos solos. La soledad se crea en tanto nosotros mismos formamos barreras impenetrables, en tanto que no concedemos ni cinco minutos al día al ejercicio de la ciudadanía. No en pro de un partido político o de una organización o institución social, sino de nosotros mismos, de los intereses nuestros y de nuestras comunidades.   
¿Qué hago yo que llego tarde a casa, cansada, a enfrentar los problemas diarios de familia, para remediar aquello que ha orquestado un aparato poderosísimo en todos los sentidos?, ¿quién da poder al aparato y qué tengo que ver con eso? Ni siquiera puedo remediar el pensamiento “alineado” y servil de muchas personas que están a mi lado, ni siquiera puedo a ellos explicarles la necesidad que tenemos como pueblo de unirnos para enfrentar los problemas que como sociedad nos aquejan. Medito mucho, leo sobre las grandes revoluciones, sobre los movimientos de 1968, sobre las noticias de cada día; leo cuanto puedo y quedo inerte, sin mucho qué proponer. Mi voz, por otra parte, se diluye entre millones de voces que quisieran decir algo, ser escuchadas.
Todos pertenecemos a algún lado, a algún interés, a algún oficio, y creemos que lo que “yo pienso, hago y digo” es mejor y más importante que lo que dicen los demás. Somos músicos que sólo ven su música, maestros que sólo ven sus clases, poetas que sólo ven sus versos, ingenieros que sólo ven sus proyectos, etcétera. Somos incapaces de volvernos a ver los problemas de todos como un problema en común. Nos hemos dedicado a enemistarnos unos con otros, a pretender que “mis asuntos son míos y los tuyos no me importan”; a pretender que “mi causa sí es legítima y la tuya no es importante y no vale”.  ¿A dónde vamos a llegar con ello?
Estamos a merced de lo que durante años nos ha enseñado un voraz capitalismo por demás engañador; buscando sin encontrar la panacea del que llega más “alto”, del que ha “sobresalido”, del más “listo”. ¿Qué vamos a hacer en los próximos cinco años para evitar un fraude?, ¿qué haremos con nuestro petróleo que tan empecinadamente nos quieren arrebatar? Hay que pensar que mientras los “potentados”, los capitalistas, los “todopoderosos”, actúan sistemática y organizadamente; mientras ellos invierten cada día en la explotación y sobreexplotación del ser humano, del hombre de a pie, nosotros nos dejamos llevar por nuestros propios egos y por la realidad que nos rebasa.
La unión hace la fuerza, mientras nos juntemos más de uno, mientras podamos llegar a acuerdos y concertar acciones concretas, mientras hallemos una dirección precisa: la de la justicia; mientras extendamos redes que rebasen en tamaño y voluntad a cualquier poder egoísta, mientras luchemos por las causas justas asumiéndolas como personales, como directamente de nuestra competencia, habrá esperanza. Hay que prepararnos mientras luchamos. No podemos permitir que nos sigan arrebatando derechos laborales y sociales, garantías individuales, recursos nacionales. Es preciso concertar y ejecutar acciones concretas, organizarnos como pueblo y aprender a convivir con el otro, porque el otro es tan entero, tan ciudadano y humano como yo. Como entes sociales nos afecta el bienestar de los otros, es preciso romper los cercos de aislamiento, los monólogos, los silencios.
Des Consuelo.

1 comentario:

  1. ¡Fantástico! Tiene usted toda la razón, su texto ha sido muy edificante para mí, me inyectó mucha pasión. Gracias, de verdad muchas gracias Des Consuelo.

    ResponderEliminar