Con el “nuevo” PRI
reinstalado en el poder entramos en una nueva era de más de lo mismo, quizá la novedad no sea
precisamente algo que se necesite en la vida del ser humano; sin embargo, en
este caso el problema estriba en que los mexicanos conocemos perfectamente bien
la forma de gobernar de este partido. Me atrevería a decir que, incluso, a
causa de la demasiado larga historia de los malos gobiernos que nos ha dado,
los mexicanos nacemos genéticamente predispuestos a desconfiar de él.
No
obstante, tiene a su favor la falta de memoria
o, más bien, la apatía de muchos compatriotas que gracias a la manera al
parecer invencible de hacer las cosas de este grupo, inhibe tristemente a un número muy elevado de
personas que prefieren “seguir con su vida” como si fuera realmente posible
separar nuestras vidas de las decisiones que en su provecho, y no el de todos,
toman quienes nos mal gobiernan.
El
discurso de unidad nacional mantenido por
quien ahora detenta el poder no es nuevo, el mismo Díaz Ordaz lo
utilizaba en 1968. Ahora vemos en la televisión el mismo discurso en esencia, éste
utiliza como suyas frases que los ciudadanos adoptaron como el “sí se puede”. Con este discurso en el que se
mezclan el recuerdo de que “casi siempre fallamos en los penales” pero “somos campeones
olímpicos” pretenden terapearnos.
Tratando con esto de hacernos creer que ellos
son nosotros: “somos México”, y bajo esta lógica, lo que decidan debemos aceptarlo
porque somos uno mismo y, por tanto, debemos trabajar arduamente para
superarnos como nación. Pero desgraciadamente a la hora de recoger los frutos
de este esfuerzo conjunto las cosas cambian y allí si hay un ellos y nosotros,
y los frutos siempre se los reparten entre ellos y si no es así dígame ¿cuántas
casas y terrenos le han donado a usted últimamente?
Yo
no espero que se me done nada, sólo quiero que se respete mi dignidad como ser
humano, que no se me trate como a una cosa, que se valore mi trabajo y, sobre
todo, que no se pretenda engañarme con esos discursos en los cuales se dice lo
contrario de lo que se hace.
Quiero
terminar invitándolo a leer, a conocer sus derechos y a defenderse de los
atropellos que los diferentes poderes a nuestro alrededor siempre están
cometiendo en nuestro perjuicio; ellos pueden hacerlo, la mayoría de las veces,
porque tienen la certeza de que no responderemos, de que lo vamos a aceptar.
Depende de nosotros el cambiarlo.
Funes.
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