por
era-del-Ser.
¡Vacaciones! No importa a qué credo pertenezcamos o cuál
sea nuestra religión la Semana Santa o Semana Mayor es “sagrada” en casi
cualquiera de los trabajos, y todo “gracias a Dios”. Ahora lo único que falta
es tener los recursos ($$$) para poder financiarse unas vacaciones a algún paradisiaco
lugar turístico nacional o extranjero. Con eso de que Mancera ya no continuó
con las populares playas citadinas dejó de existir la posibilidad de, después
de hacer tres o cuatro horas de cola, vacacionar sin
salir del DF.
A mí me ha parecido prudente
usar este tiempo para compartir con ustedes una texto de Denise Dresser que
trata sobre un asunto que nos concierne a la mayoría de los mexicanos. Está
tratado con ese estilo ligero propio de Dresser que es a la vez ameno y
profundo, espero que lo disfrutéis tanto como yo lo he disfrutado. Salud y
buenas vacaciones.
Yo, al igual que usted,
parezco una naranja. A mi, al igual que a usted, todos los días alguna empresa
pública o privada me exprime. Me hace un cobro excesivo o me impone una tarifa
exorbitante o me impone una comisión injustificada o me obliga a aceptar un
servicio malo. Ya sea Telmex o ScotiaBank o Citigroup o la Comisión Federal de
Electricidad o alguna Afore o alguna aseguradora o algún notario. Ya sea
alguien de apellido Slim o cualquier otro monopolista, oligopolista o rentista
de los que pululan a lo largo y a lo ancho de la economía nacional. Cual
cítrico, Carlos Slim —y otros tantos como él— me exprimen el jugo, me sacan la
pulpa, succionan el zumo, elaboran una multimillonaria naranjada con mi dinero
y celebran su más reciente aparición en la lista Forbes.
Usted y yo somos
co-responsables del ascenso del señor Slim —con Emilio Azcárraga, Ricardo
Salinas Pliego, Roberto Hernández, Germán Larrea, etcétera— en la lista de
hombres más ricos del mundo, porque el gobierno ha permitido que seamos
tratados como naranjas, y nosotros hemos tolerado la extracción. Usted y yo
somos víctimas de una economía oligopolizada en la que tres bancos dominan los
servicios financieros, dos empresas controlan los canales de televisión
abierta, una empresa controla la red de conexión telefónica, dos grupos
empresariales controlan la distribución de gas LP, dos empresas controlan el
mercado del cemento, una empresa controla dos tercios de la producción de
harina de maíz, tres empresas controlan la producción de pollo y huevo, dos
empresas controlan el ochenta por ciento del mercado de leche, tres empresas
dominan el mercado de carnes procesadas, una empresa controla la producción del
pan industrializado, y dos empresas controlan la distribución de medicamentos.
Esos “jugadores dominantes” hacen —con la anuencia de funcionarios débiles o
cómplices— básicamente lo que se les da la gana. Controlan, coluden, abusan,
expolian, exprimen.
Arrancan gajo tras suculento
gajo, transacción tras transacción, contrato tras contrato, cobro tras cobro.
Como lo ha sugerido la Comisión Federal de Competencia, cada familia mexicana
transfiere 65 mil pesos anuales a los monopolistas del país. Y los pobres pagan
40 por ciento más de lo que deberían por la falta de competencia en servicios
básicos como telefonía. Los consumidores somos una fábrica lucrativa de jugo
concentrado, que corre por las venas de la mayor parte de los reconocidos por
la revista Forbes, al margen de su “talento empresarial”.
¿Qué
tal durmió FCH?
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