sábado, 30 de marzo de 2013

Naranjas Dulces…


por era-del-Ser.

¡Vacaciones! No importa a qué credo pertenezcamos o cuál sea nuestra religión la Semana Santa o Semana Mayor es “sagrada” en casi cualquiera de los trabajos, y todo “gracias a Dios”. Ahora lo único que falta es tener los recursos ($$$) para poder financiarse unas vacaciones a algún paradisiaco lugar turístico nacional o extranjero. Con eso de que Mancera ya no continuó con las populares playas citadinas dejó de existir la posibilidad de, después de hacer tres o cuatro horas de cola, vacacionar sin salir del DF.

A mí me ha parecido prudente usar este tiempo para compartir con ustedes una texto de Denise Dresser que trata sobre un asunto que nos concierne a la mayoría de los mexicanos. Está tratado con ese estilo ligero propio de Dresser que es a la vez ameno y profundo, espero que lo disfrutéis tanto como yo lo he disfrutado. Salud y buenas vacaciones.

Yo, al igual que usted, parezco una naranja. A mi, al igual que a usted, todos los días alguna empresa pública o privada me exprime. Me hace un cobro excesivo o me impone una tarifa exorbitante o me impone una comisión injustificada o me obliga a aceptar un servicio malo. Ya sea Telmex o ScotiaBank o Citigroup o la Comisión Federal de Electricidad o alguna Afore o alguna aseguradora o algún notario. Ya sea alguien de apellido Slim o cualquier otro monopolista, oligopolista o rentista de los que pululan a lo largo y a lo ancho de la economía nacional. Cual cítrico, Carlos Slim —y otros tantos como él— me exprimen el jugo, me sacan la pulpa, succionan el zumo, elaboran una multimillonaria naranjada con mi dinero y celebran su más reciente aparición en la lista Forbes.

Usted y yo somos co-responsables del ascenso del señor Slim —con Emilio Azcárraga, Ricardo Salinas Pliego, Roberto Hernández, Germán Larrea, etcétera— en la lista de hombres más ricos del mundo, porque el gobierno ha permitido que seamos tratados como naranjas, y nosotros hemos tolerado la extracción. Usted y yo somos víctimas de una economía oligopolizada en la que tres bancos dominan los servicios financieros, dos empresas controlan los canales de televisión abierta, una empresa controla la red de conexión telefónica, dos grupos empresariales controlan la distribución de gas LP, dos empresas controlan el mercado del cemento, una empresa controla dos tercios de la producción de harina de maíz, tres empresas controlan la producción de pollo y huevo, dos empresas controlan el ochenta por ciento del mercado de leche, tres empresas dominan el mercado de carnes procesadas, una empresa controla la producción del pan industrializado, y dos empresas controlan la distribución de medicamentos. Esos “jugadores dominantes” hacen —con la anuencia de funcionarios débiles o cómplices— básicamente lo que se les da la gana. Controlan, coluden, abusan, expolian, exprimen.

Arrancan gajo tras suculento gajo, transacción tras transacción, contrato tras contrato, cobro tras cobro. Como lo ha sugerido la Comisión Federal de Competencia, cada familia mexicana transfiere 65 mil pesos anuales a los monopolistas del país. Y los pobres pagan 40 por ciento más de lo que deberían por la falta de competencia en servicios básicos como telefonía. Los consumidores somos una fábrica lucrativa de jugo concentrado, que corre por las venas de la mayor parte de los reconocidos por la revista Forbes, al margen de su “talento empresarial”.

¿Qué tal durmió FCH?

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