miércoles, 20 de marzo de 2013

México en el Vaticano



[…] a nadie he defraudado / no tiene todavía nombre amar / ni ser amado / soy el amor mismo.

Tomás Segovia

No cabe duda que México sigue caracterizándose por su cultura de la aspiración. Sí, aspiración a ser, aspiración a tener, aspiración a verse… aspiración en toda  la extensión de la palabra. Y para muestra, un botón: la visita presidencial a la ciudad del Vaticano.

Como en un cuento de hadas, el nuevo papa, Francisco I, tomó formalmente posesión de su cargo haciendo gala del poder que aún ostenta el Vaticano. Reyes y reinas, príncipes y princesas, mandatarios y diplomáticos de todo el mundo se dieron cita para acudir a la divina coronación. México, por supuesto, estuvo presente: nuestro flamante mandatario acudió acompañado de su esposa y sus hijos a presentar honores al nuevo pontífice.

Es en estos momentos cuando me pregunto dónde quedaron los esfuerzos de los hombres que hicieron las Leyes de Reforma y de qué valió todo el esfuerzo de quienes soñaron una nación laica, libre y soberana. El presidente y su familia son tan libres como cualquiera de profesar la religión o el culto que más les agrade. Sin embargo, me parece que realizar una visita de Estado al Vaticano para asistir a una celebración religiosa de manera pública y oficial, no tiene absolutamente nada qué ver con un país que guarda una supuesta tradición liberal, como el nuestro.

La religión católica, si bien forma parte y rige la vida de muchos mexicanos en la actualidad, no es la religión oficial del país ni representa a la totalidad de sus conciencias, por lo que realizar una visita de este tipo me parece una arbitrariedad.  ¿Qué interés político puede tener entonces un suceso como este? Por una parte está el fortalecimiento de la relación entre nuestro país y uno de los organismos bancarios más grandes del mundo: el Banco Vaticano. Por el otro están los intereses de los grupos religiosos que en México aún ostentan el poder económico y político. Para el presidente es muy importante afianzar los capitales que le darán el apoyo y fortaleza para sostener su mandato e impulsar “las reformas” que considera necesarias y que más convengan a los intereses de esos mismos capitales.

Así, con la fe como estandarte y el amor como pretexto, el Vaticano, como en cualquier estampa renacentista, sigue dirigiendo los destinos del mundo. ¿Será que algún día nos daremos cuenta que más allá de la fe, es el dinero lo que mueve a la religión católica? Hablo de la religión católica como institución, no como modelo espiritual de vida. Al fin y al cabo, la religión es una institución tan humana como el hombre capaz de renunciar a sus poderes o el político al que mueve un interés estratégico.

Dudo que sea así mientras haya personas a quienes lo único que les interesa es cómo se vistió y se vio la Gaviota durante la ceremonia de hoy.

Damiana.

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