[…] a nadie he
defraudado / no tiene todavía nombre amar / ni ser amado / soy el amor mismo.
Tomás Segovia
No cabe
duda que México sigue caracterizándose por su cultura de la aspiración. Sí,
aspiración a ser, aspiración a tener, aspiración a verse… aspiración en
toda la extensión de la palabra. Y para
muestra, un botón: la visita presidencial a la ciudad del Vaticano.
Como en un cuento de hadas, el nuevo papa, Francisco I,
tomó formalmente posesión de su cargo haciendo gala del poder que aún ostenta
el Vaticano. Reyes y reinas, príncipes y princesas, mandatarios y diplomáticos
de todo el mundo se dieron cita para acudir a la divina coronación. México, por
supuesto, estuvo presente: nuestro flamante mandatario acudió acompañado de su
esposa y sus hijos a presentar honores al nuevo pontífice.
Es en estos momentos cuando me pregunto dónde quedaron
los esfuerzos de los hombres que hicieron las Leyes de Reforma y de qué valió
todo el esfuerzo de quienes soñaron una nación laica, libre y soberana. El
presidente y su familia son tan libres como cualquiera de profesar la religión
o el culto que más les agrade. Sin embargo, me parece que realizar una visita
de Estado al Vaticano para asistir a una celebración religiosa de manera
pública y oficial, no tiene absolutamente nada qué ver con un país que guarda
una supuesta tradición liberal, como el nuestro.
La religión católica, si bien forma parte y rige la vida
de muchos mexicanos en la actualidad, no es la religión oficial del país ni
representa a la totalidad de sus conciencias, por lo que realizar una visita de
este tipo me parece una arbitrariedad.
¿Qué interés político puede tener entonces un suceso como este? Por una
parte está el fortalecimiento de la relación entre nuestro país y uno de los
organismos bancarios más grandes del mundo: el Banco Vaticano. Por el otro
están los intereses de los grupos religiosos que en México aún ostentan el
poder económico y político. Para el presidente es muy importante afianzar los
capitales que le darán el apoyo y fortaleza para sostener su mandato e impulsar
“las reformas” que considera necesarias y que más convengan a los intereses de
esos mismos capitales.
Así, con la fe como estandarte y el amor como pretexto,
el Vaticano, como en cualquier estampa renacentista, sigue dirigiendo los
destinos del mundo. ¿Será que algún día nos daremos cuenta que más allá de la
fe, es el dinero lo que mueve a la religión católica? Hablo de la religión
católica como institución, no como modelo espiritual de vida. Al fin y al cabo,
la religión es una institución tan humana como el hombre capaz de renunciar a
sus poderes o el político al que mueve un interés estratégico.
Dudo que sea así mientras haya personas a quienes lo
único que les interesa es cómo se vistió y se vio la Gaviota durante la
ceremonia de hoy.
Damiana.
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