Hace una semana, publiqué un texto que indiscutiblemente reflejaba la confusión en mi cabeza. El que a continuación redacto no corre con mejor suerte. Me siento abrumada con la información que va y viene; aún no termino de leer una nota cuando ya han salido tres más. Esta vejación, esta calamidad, este desmadre que ha unido al pueblo de México, mi pueblo, nos muestra a la Democracia violada, transgredida, raptada.
Hace un tiempo considerable que tomo antidepresivos; a mi parecer son iguales a dulcecitos, o sea, no siento ninguna diferencia. No obstante mi psiquiatra y gente cercana opinan que sí tienen un efecto positivo. El punto es que ellos juran que los he dejado de tomar. El escenario político ha mermado en mí de tal manera que este atropello a la voz del pueblo, parece sumergirme en un estado de depresión profundo. Si bien me considero un poco más sensible que el grueso de la población, no he sido la única que se ha caído, conozco personas que han llorado, que con rabia han salido a las marchas con lágrimas rodando por las mejillas quemadas por el sol.
Y a tan sólo semana y media, siento que he defraudado la causa. Mi actividad en redes sociales ha disminuido; repito: es abrumador el tránsito de información, me he cansado de compartir fotos, videos, evidencias. Estoy fatigada de circular información con los compañeros de lucha –ellos ya están informados, enterados. Son mexicanos conscientes buscando la información por su cuenta–. El obstáculo son los necios, los aferrados, los inconformes. Pero de ellos también me he cansado. Además este grupo está segmentado: están, por un lado, los que no “comulgan” con el PRI, no les gusta la idea de Peña como presidente, y que además consideran al 1° de julio de 2012 como una verdadera porquería en cuanto a irregularidades y delitos electorales. Pero eso sí, están calmaditos, no se quejan más que en una plática de sobremesa y su argumento final siempre es: “ya sabíamos que él iba a quedar” o éste, que me molesta aún más: “está bien que ustedes por ser jóvenes se manifiesten, que muestren su repudio, pero no van a conseguir nada”. Carajo, no soporto el estoicismo del mexicano; saben que el gobierno entrante es ilegítimo, corrupto, represor, asesino, y aún así se quedan con las manos cruzadas.
Pero quizá el grupo anterior sea menos difícil que el descrito a continuación, pues quizá en las acciones concretas para impedir la imposición, es posible que aquellos se nos sumen. Éste, el segundo grupo, de los resueltos. Ellos aseguran que la elección fue limpia, que no hubo ni una sola irregularidad, consideran el Sorianagate como un cuento inventado por AMLO. Lo peor es que la enfermedad de este grupo es la necedad, la obstinación, y sí de ellos –que no de nosotros– la agresividad. Nos atacan, ofenden, señalan. Lo más ínfimo de sus acciones es la exhortación a callarnos, a volvernos a amarrar solos la venda que, con mucho estudio y conciencia de clase, nos ha costado quitarnos. “Vente manita, yo te la amarro para ya irnos a ver la novela”.
A este grupo de débiles visuales le he mostrado fotos, videos, pruebas consistentes de las mañas del partido que están gustosos de recibir, y sólo obtengo insultos. Eso es lo más preocupante, no son capaces de mostrar argumentos sólidos, están sin fundamentos, opinan sin pruebas. Quieren callarnos con la voz omnipotente de “así son las cosas”, “así estaremos mejor”; la misma que han aprendido de su partido, así es como el PRI educó (¿?) al pueblo durante años. Y cuidadito al que se rebele, pues el estará agrediendo la paz, estará dividiendo a México –no será que se agrede más bien la pasividad, la indolencia, la impasibilidad que tanto gusta a los arriba–. Esta gente me enferma, me enoja, me niego a continuar escribiendo acerca de ellos, mejor pasaré a un tema que había dejado pendiente.
En el texto de la semana pasada mencioné que en éste expondría mi opinión respecto del calificativo que otorgué al pasado 1° de julio. Lo llamé histórico. En estas elecciones (¿?) se tuvo el mayor padrón electoral de la historia, el mayor número de votantes, la mayor campaña mediática para promover el voto libre y consciente (lector, si gusta reírse ahora hágalo, yo lo espero). Fuimos bombardeados con publicidad del IFE, de la FEPADE. Instituciones, ambas, que hoy no han dado respuesta a las demandas de los ciudadanos, las cuales claman por legalidad y transparencia. Justo acabo de ver un cartel en una marcha que decía: “¿Dónde denuncio a la FEPADE?”. Y sí, ésa es mi mayor duda hoy. ¿Qué organizmos abogarán por la Democracia? Si hemos visto la ineptitud de nuestras autoridades, lo siento: corrijo, no es ineptitud: ellos saben trabajar pero para un amo, para el que tiene el dinero. Nuestras instituciones son una pantalla, y todavía criticaban hace unas semanas el discurso en que Andrés Manuel López Obrador mandaba al diablo a las instituciones. Si las instituciones están para servir a los de arriba, unámonos y demostremos que los de abajo somos más fuertes.
Hemos visto cómo Soriana ha tenido pérdidas millonarias en tan sólo nueve días. Si nos concientizáramos podríamos hacer lo mismo con las televisoras, con Cinemex, con aquellos que nos ven sólo como consumidores, para ellos no somos seres humanos, sino esclavos que aumentan su riqueza. He visto muchas convocatorias en Facebook donde promueven no consumir determinado producto por un día, o no ver la televisión, pero las acciones deben ser permanentes. La siguiente semana les explicaré las acciones que he tomado en mi vida, para deslindarme lo más posible de las grandes empresas. Ahora me despido deseando que nos mantengamos firmes y que el ánimo no decaiga, los grandes cambios necesitan de tiempo.
Areli.
Desafortunadamente para los que denunciamos la injusticia y el abuso del poder es mínimo el cambio que podemos provocar en las conciencias ajenas. El razonamiento y la reflexión lleva tiempo, tú misma lo has anotado: "la venda que, con mucho estudio y conciencia de clase, nos ha costado quitarnos." Son frustrantes los resultados, al parecer tan intrascendentes, de nuestra labor informativa; lo importante y el reflejo de nuestro entusiasmo radica en el constante ánimo a la reflexión y al pensamiento crítico. El compartir nuestra propia experiencia de nuestra vida reticente a la imposición es un aliciente para los que otros, al igual que nosotros, no mengüemos en esfuerzos y nos acompañemos en los ideales.
ResponderEliminarEn cuanto a la degradación de las instituciones, debo decirte que, lamentablemente, aquellos que tienen el favoritismo de hablar ante los medios fácticos se apropian de las instituciones y tratan de generalizar un punto de vista propio y discriminatorio, consiguiendo muchas veces influenciar en el ideario colectivo de una realidad falseada. He aquí otro punto de la importancia de nuestra labor informativa y provocar en otros la duda al pensamiento generalizado de la política.