sábado, 4 de agosto de 2012

Soriana: nadie sabe para quién trabaja


Del fraude electoral que intentan consumar en México han sido partícipes varias empresas, Televisa, Monex y Soriana principalmente; esta última lo hizo mediante la negociación con el Partido Revolucionario Institucional para repartir millones de “monederos eléctricos” que sirvieron para comprar el voto de la gente a favor de Enrique Peña Nieto. El Tribunal Federal Electoral desestimó el uso con fines electorales de las tarjetas de Soriana, considerando que las mismas son formas de “publicidad válidas” para los partidos políticos, a pesar de que la compra de votos es un delito penal (aunque, paradójicamente, no causal para anular una elección) y que la cantidad de las mismas permite suponer (junto con otras dádivas repartidas por dicho partido político) que fueron rebasados los topes financieros autorizados para la campaña de su candidato.
            La Ley, hecha para servir a los intereses de quienes ostentan el poder político y económico en México, eximen de su responsabilidad a la cadena de supermecardos Soriana; no así las personas que estamos convencidas de que lo legítimo, lo ético, incluso lo moral, tendría que ubicarse por encima de lo estrictamente legal, sobre todo cuando este último ámbito ha carecido de tales valores. Es por eso que varios grupos de ciudadanos decidimos usar el poder de consumo (uno de los pocos que en el sistema Capitalista tenemos) para protestar en contra de los empresarios que han privilegiado sus intereses comerciales, yendo en contra de la democracia y del bien común. Iniciaron entonces los vetos y las manifestaciones en algunas de las tiendas de dicha cadena de autoservicio.
            Grupos de ciudadanos independientes, organizados por fuera de cualquier otro movimiento, iniciaron acciones de protesta civil y manifestación pacífica en varias sucursales de la empresa Soriana. Sin más que carteles y la convicción que les caracteriza, han acudido a algunas de las tiendas de la cadena para informar sobre el veto ciudadano a la misma repartiendo folletos y haciendo pequeños mítines dentro de las instalaciones, así como protestando de manera creativa e, insisto, siempre pacífica por la intromisión de sus accionistas en el proceso electoral; han recorrido los anaqueles de las tiendas llenando “carritos” de productos que luego abandonan dentro de la misma para simbolizar una compra no consumada en el supermercado o han llegado a las cajas con los mismos y solicitado que se cancele la cuenta.
            Dichas acciones incomodan a los compradores de la tienda (algunos de los cuales se han salido sin llevar nada, luego de desesperarse o porque consideraron la posibilidad de unirse al veto que se les propone), a los trabajadores que ven entorpecidas sus labores (uno de ellos despedido cuando se sumó espontáneamente a la protesta desde la caja de cobro que atendía) y, por supuesto, a los dueños de la empresa que pierden dinero pues deben pagar para que se reacomoden los productos desordenados por los manifestantes o para abrir cajas extras con la intención de que las cancelaciones de cuentas no hagan más lento el de por sí demorado proceso requerido para cobrar los consumos de sus clientes.
Pronto llegaron las reacciones: que si no pensamos en los trabajadores, que si Soriana es una empresa mexicana, que si es violento irrumpir en una tienda que es propiedad privada, etcétera. Como siempre, la clase media mexicana haciendo alarde de lo mucho que valora su comodidad al precio que sea, ellos, los que nunca antes se han preocupado por los trabajadores con contratos laborales de condiciones infames, los que ven violencia en la protesta pacífica pero no encuentran violenta la miseria.
            Hace unos días, en el municipio de Guadalupe, en el Estado de Nuevo León, hombres encapuchados arrojaron dos bombas molotov contra la fachada de una de las tiendas de Soriana; fue alrededor de las 6 de la mañana, mucho antes de que la sucursal se pusiera en funcionamiento, gracias a lo cual las pérdidas fueron únicamente materiales. Con motivo de dicho acontecimiento, Grupo Soriana sacó un comunicado en el que su Director Comercial, Humberto Fayad, responsabiliza de las acciones (violentas y pacíficas) contra las tiendas de su empresa a Andrés Manuel López Obrador, a Ricardo Monreal (coordinador de la campaña del primero) y a Jesús Zambrano (del Partido de la Revolución Democrática), argumentando que ellos “han invitado a la gente a hacer este tipo de eventos (sic)”.
            Al señor Fayad se le olvidan varias cosas: 1- el municipio en el que sucedió el atentando es tristemente conocido en los últimos tiempos por ser referencia obligada cuando se habla de la delincuencia organizada; 2- acciones violentas de este tipo han sido padecidas por otras empresas (hace no tanto tiempo por Sabritas a la cual le incendiaron varias bodegas y transportes en tres ciudades distintas), que nada tienen que ver con el fraude electoral y por otros motivos (al parecer, negarse a pagar cuotas a grupos de narcotraficantes), incluso la fachada de la misma tienda de Soriana afectada ahora, hace un año fue “rafagueada” con metralletas; 3- el movimiento ciudadano que protesta en sus tiendas es independiente de cualquier partido político y siempre se ha manifestado de manera pacífica.
            Pero hay más que recordarle al señor Fayad: 1- las primeras manifestaciones en sus tiendas no fueron de los grupos civiles que protestan por el fraude, sino de votantes comprados por el PRI, quienes estaban inconformes porque las tarjetas con las que les pagaría no tenían fondos;  2- al acusar sin pruebas a las personas que menciona incurre en la difamación (no existe un solo llamamiento por parte de los señalados por él en el sentido de “invitar a la gente” a realizar ningún tipo de acción contra su empresa); 3- al considerar que los grupos de ciudadanos que promovemos la no compra en sus tiendas respondemos a los llamados de políticos demuestra que ignora por completo la situación del país y que desestima la capacidad que tenemos los consumidores para ser críticos; 4- el costo de negociar, como lo hizo su empresa, para colaborar en la ejecución de un fraude puede no ser legal, pero eso no quiere decir que no habrá facturas sociales que pagar y son las que están pagando cuando los ciudadanos nos negamos a consumir sus productos e informamos sobre su actuación durante el proceso electoral.
            ¿Quién tiró las bombas molotov a la tienda de Soriana en Nuevo León? No lo sé: lo mismo pudieron ser integrantes de los movimientos pacíficos que actuaron por su cuenta o miembros de organizaciones más radicales, que delincuentes con cuentas pendientes con Grupo Soriana o autoatentado de los que tan bien se le dan a algunos priístas (basta con recordar a aquel gobernador de Oaxaca que se autosecuestró o el asesinato de su candidato a la presidencia en 1994). Lo que sí tengo claro, y valdría más que el señor Fayad lo tuviera, es quién es responsable de las masivas protestas contra la empresa para la que trabaja: ellos, los empresarios que decidieron pasar por encima del legítimo derecho del pueblo de México a elegir a sus gobernantes sin trampa, sin tranzas. ¡Qué pena que sea una cadena de tiendas departamentales nacional la que nos haya jugado mal!, ¡qué pena que sean ustedes, a quienes muchos de nosotros favorecíamos comprándoles precisamente porque son una empresa mexicana y considerábamos que debíamos preferirles por encima de las trasnacionales!
            Un poco de autocrítica no les vendría mal a los dueños de Soriana: actuaron mal y, como todo en la vida, eso tiene consecuencias tarde o temprano; esta vez fue más temprano de lo que esperaban. Si quieren recuperar el respeto de la gente a la que han insultado con sus negocios, no estaría mal que empezaran por reconocer lo que han hecho y que siguieran por facilitar el acceso a la información que necesitamos para esclarecer el fraude del que somos objeto todos los ciudadanos. Difícil, sí, pero no más que el sostenerse en la mentira y la calumnia por tiempo indefinido y a riesgo de perderlo todo. Nadie ha dicho que sea fácil reconocer los errores, pero sin duda, hacerlo es parte fundamental de la reconciliación y es que, al final, quienes sostienen las finanzas de sus negocios no son los políticos que les pidieron su ayuda, sino sus clientes, ciudadanos mexicanos que merecíamos, como mínimo, su no intromisión en la decisión de nuestro destino político.
            Grupo Soriana se equivocó: pensó que podía negociar con nuestra dignidad sin pagar un precio por ello; están a tiempo de reconocerlo y empezar a actuar con ética. Quizá así volvamos a comprar en sus tiendas. De otra forma, seguirán padeciendo nuestras protestas y, peor aún, las agresiones de quienes pretenden denostar a los integrantes de los movimientos pacíficos. Dicen que nadie sabe para quién trabaja pero, a veces, lo que no se sabe es de qué manera nos pondrán a trabajar a su favor quienes solicitan nuestros servicios: señor Fayad, ¿ha pensado que, quizá, quien le anda jugando sucio a ustedes no somos nosotros, sino los mismos a los que pretendió ayudar?; ¿se le ha ocurrido que, tal vez, ya que no les son útiles a los intereses de quienes les compraron millones de tarjetas, a ellos no les importa que ahora sean ustedes los sacrificados para culparnos a nosotros de ser violentos?
La Milagrosa.

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