lunes, 29 de abril de 2013

Violencia de género: Acción 4


A través de nuestro proceso hemos generado no sólo una propuesta artística, sino que cada uno, ha generado una biografía ficcional para su performancero, se han hecho una “auto-entrevista” para ir asentando partes de la acción, algo así se empieza a formar:
 

Semblanza:

Desde niño me han encantado, me han impresionado y me han enamorado.

De las mujeres, desde que las veía en mi salón de la primaria (no las veía como niñas, eran mujeres de mi edad) me enganchaban sus caras bonitas, pero sabía que esas caras bonitas se acabarían. Veía las caras de sus madres, feas ellas, y dejaban de gustarme esas caras bonitas de mis compañeras.

Cuando me cacharon asomándome por la ventana del baño me dio mucho coraje, nadie lo debía de saber, sólo quería enterarme de qué había aparte de esas caras bonitas, que ya no me atraían.

Había un sueño recurrente en mi niñez: un hombre barbado, fuerte, se robaba a una mujer en un bosque, la llevaba a su cabaña y ahí la ataba, le desnudaba el pecho y se lo tocaba, después con una navaja hería ligeramente sus pezones, ¿habré sido ese hombre barbado yo?

Aquel primo lejano me lo dijo más de una vez, el amor es una pendejada, mira a ese wey que dice que hay que respetarlas, está solo, yo ya me agarré a dos. Entonces recordé esa canción, Linda, se la había compuesto a cada una de esas mujeres que me habían encantado, impresionado y enamorado. Nunca escucharon esa canción, no lo sé, a lo mejor no eran dignas, me di cuenta de que no eran tan “lindas”.

Entonces llegó ella, una mujer bonita a mi vida, pero eso ya no era importante, su cuerpo no era el de aquella mujer del bosque, aún la sigo odiando.

Siempre me han impresionado las imágenes pornográficas fuertes, ellas no son bonitas, tal vez no son mujeres, un torso desnudo entre sogas.

Después llegó ella, me recordaba a la mujer del bosque, pero también muchas otras mujeres me recordaban a la mujer del bosque, una vez que las tenía en mis manos --y no encontraba a esa mujer--, me retiraba de sus vidas sin mediar palabra alguna.

Cuando conocí a la última reconocí rápidamente el torso, esa parte de ella me encantó, impresionó y obsesionó.

En ocasiones cuando estoy solo con la ansiedad de no tener ese torso, esa parte del cuerpo cerca de mí en ese preciso momento, antes de empezar a enloquecer, me pongo a imaginar a aquella mujer que vi en el transporte público o en cualquier lugar, cómo minuciosamente la podría secuestrar y llevar a mi cabaña, para desnudarle el pecho y tocarlo, después con una navaja, herir ligeramente sus pezones.

Entrevista:

Él: ¿Cómo te llamas?
Ella: María, ¿y tú?
Él: Juan, disculpa que te moleste pero me parece que eres muy bonita y no pude resistir no hablarte y dejar pasar la oportunidad tan solo de conocerte.
Ella: No te preocupes.
Él: ¿Cómo ves si vamos a un lugar con menos ruido, para poder escuchar tu linda voz?
Ella sonrió, por un instante lo pensó y después asintió con la cabeza.
Ella: Está bien, únicamente porque me caíste bien, parece que eres un chavo lindo.
Rieron y salieron del lugar.
En la parte de atrás del auto de él, comenzaron a besarse. El bajó la mano y trató de tocar su pecho, ella lo detuvo.
Él: ¿No te gusta?
Ella: No.
Él aprovechó esa distracción para agarrar con fuerza las dos manos de ella, y con la que le quedaba libre desnudó su pecho y lo empezó a tocar fuertemente.

Acción:

En muchas ocasiones, en la música comercial, una aparente balada o canción de “amor” trae tintes misóginos, machistas y violentos, pero están tan disfrazados en melodías pegajosas y ritmos atractivos que las letras quedan rezagadas, y la canción logra su cometido, materializar a la mujer. Tal y como sucede con esa aparente normalidad del hombre agresor, ese caballerismo que oculta otros objetivos y una historia de vida aparentemente normal, que en su momento desatará a un agresor.

Instructivo de acción:

Los contrastes, una armonía bella, una melodía pegajosa, unos ritmos bailables, contra una música tosca, violenta y totalmente desagradable al oído. Generando de una manera musical el pensamiento hipócrita del violentador, su materialidad y su disfraz lleno de sus más profundas perversiones.

Esto viene de un miembro del equipo creativo, ¿qué opinan?

Enrique Burgot

1 comentario:

  1. Creo que los ritmos pegajosos no esconden la incitación a la violencia y misoginia, por el contrario, son muy explícitos. Luego, entiendo que hay una relación muy clara entre la música comercial y la formación del niño que después será un agresor sexual, pero en mi opinión se aleja mucho -temporalmente- el niño en formación del adulto agresor. ¿Esto es válidos en el teatro?

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