lunes, 13 de mayo de 2013

Ad perpetuam

por era-del-Ser. 

Hace ya tantos años que México, este mi país querido, intenta superar sus ancestrales problemas sociales sin jamás lograrlo. Generaciones de mexicanos han vivido y desaparecido sin haber tenido jamás la más leve esperanza del anhelado cambio, del justo enrutamiento hacia el verdadero progreso nacional que brinde oportunidad a todos los habitantes de este país de superar su eterna tragedia.
 
         Más de dos siglos después de terminada la colonia las condiciones sociales en nuestro país no han logrado mejorarse sustancialmente. Estamos condenados a ver cómo países como Japón (dañado inconmensurablemente hace 60 años en la Segunda Guerra Mundial) o Corea (sumido en la miseria por una guerra ocasionada por su división de su territorio en Corea del Norte y Corea del Sur después de la misma SGM) han salido adelante, superando y rebasando el nivel de vida de los mexicanos. Estos son sólo dos ejemplos de cómo países mucho más pequeños que México, y que cuentan con menos recursos, han superado su postración para convertirse en potentes economías mundiales.
 
         ¿Pero, qué pasa con México y con los mexicanos que no logramos salir del subdesarrollo jamás? ¿Hay en México alguna condición sine qua non que impida el desarrollo del país? ¿O es que los mexicanos adolecemos de alguna tara específica de nuestra civilización que justifica nuestra incompetencia para superar nuestros eternos problemas?
 
         Si nos ponemos a leer un poco de nuestra historia (cosa que recomiendo ampliamente para poder valorar los cambios en nuestro país, aunque también, seguro, os harán pasar algunos corajes) nos daremos cuenta de que en nuestro país las cosas siempre han cambiado para no cambiar. En México, la lucha en las élites políticas se ha dado la gran mayoría de veces por la adjudicación del Poder y por su conservación a ultranza. Muy pocas veces los actos de los círculos políticos mexicanos están encaminados al desarrollo de la sociedad; de esta suerte, el mexicano promedio no ha conocido jamás un modo diferente de supervivencia que el de esperar las dádivas de los políticos o los militares, que también ostentaron el poder político en el país durante algún tiempo.

         Y es que, díganme la verdad, ¿no les da envidia una noticia como esta?: 

El ex primer ministro italiano y presidente del club Milan, Silvio Berlusconi, fue condenado hoy a 4 años de cárcel  por un delito de fraude fiscal en la compraventa de derechos de películas en el llamado caso Mediaset.
Con esta decisión el Tribunal de Apelación de Milán confirmó la sentencia emitida en primera instancia por este mismo caso el 26 de octubre de 2012. 

         Claro, esa es Italia, es otro mundo, lejano, muy muy lejano, no ya en distancia sino en evolución social. Y ¿qué pasa si la comparamos con esta otra?:  

México pidió a Estados Unidos que en el caso de la demanda civil que se presentó en contra del expresidente Ernesto Zedillo por el caso Acteal, se respetara la inmunidad legal que acompaña a los Jefes de Estado aún después de haber dejado su encargo.
Reforma dio a conocer la carta que el embajador de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhan, envió a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, para advertir que si una corte de Estados Unidos juzgara al expresidente mexicano se violaría la soberanía nacional y se afectaría la relación entre ambos países. 

         Claro, este es México, un lugar en donde las relaciones de amistad y compadrazgo trascienden la búsqueda de la justicia en una pérfida relación de “te doy, me das”; “te protejo, me proteges”; en donde los ciudadanos de a pie siempre terminamos perdiendo. Hágame usted el refregao favor.

         Y hasta aquí le dejamos por esta vez. Lo dejo con sus cavilaciones y, por si acaso, vaya por unas pelis de terror para pasar la noche por si esto le quitó el sueño. 

¿Qué tal durmió FCH?



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