martes, 2 de julio de 2013

El futuro de México

Por Ptolomeo.

Muchos podrían pensar que la privatización de PEMEX o, con mayor exactitud, la privatización de los hidrocarburos de la nación, no les atañe en lo más mínimo, que sus  vidas no se verán afectadas ni tantito con esta transacción. 

En estos últimos días he escuchado a muchas personas comentar algo más o menos como lo siguiente: “A mí me vale madres si privatizan o no el pinche petróleo, PEMEX ni es de los mexicanos, PEMEX nunca me ha dado un peso ni a mí ni a mi familia cuando más lo hemos necesitado, todo lo que tengo ha sido fruto de mi trabajo y PEMEX jamás me ha sacado de ningún apuro”.  

Conozco, por virtud o por desgracia muchísimas personas que ejercen su opinión obviamente desinformada bajo esta óptica; lo más grave del asunto es que este tipo de “argumentos” en la mayoría de los casos, no son producto de dilucidaciones objetivas y propias de cada persona sino, por el contrario, han sido vertidas en la opinión popular desde los medios de comunicación, evidentemente, por así convenir a los intereses de algunos poderosos sin escrúpulos. 

Podría explicarles la razón por la que México y todos sus ciudadanos son los dueños innegables no solo del petróleo, sino de cada uno de los recursos naturales de este país en el que nacimos; sin embargo, en este momento prefiero enfocar mi esfuerzo en puntualizar, más allá de los ardores patrióticos, la razón por la que el petróleo, no debe, bajo ningún enfoque, admitir la participación de la iniciativa privada ni nacional ni mucho menos extranjera. 

Hoy por hoy, el capital que obtiene el “Gobierno Federal” por concepto de venta y exportación de petróleo y sus derivados constituye la principal fuente de sus ingresos; es decir, que muy a pesar de lo que se nos está presentando en los medios de comunicación, los Estados Unidos Mexicanos son un país fundamentalmente petrolero[i]; la economía nacional, nos guste o no, se sustenta en la producción petrolífera seguida por las remesas que envían los connacionales que trabajan en otros países y, en tercer sitio, por los ingresos derivados de la actividad turística. 

Para muestra un botón, el año pasado PEMEX generó ingresos por un billón 646 mil 912 millones 041 mil pesos, con todo y la campaña de desprestigio, el abandono presupuestal y las desviaciones y corruptelas que se han cernido últimamente en su contra. Pero, ¿a dónde va a parar todo este dinero? ¿Por qué si PEMEX (y el petróleo) es de los mexicanos no reditúa nada a los bolsillos de los ciudadanos de a pie? ¿Por qué ninguno de nosotros vemos un peso de todo ese dinero? De acuerdo con la sección de preguntas y respuestas publicada en la página oficial de Petróleos Mexicanos, en la fracción XV, Ingresos petroleros, se dice que:  

“Considerando que 1 de cada 3 pesos del gasto público del país, proviene de los ingresos del petróleo, dichos recursos se asignan a diversos rubros presupuestales entre los que se destacan: 

·        Proporcionar servicios educativos y de salud;
·        Construir carreteras y vivienda;
·        Apoyar el desarrollo del campo;
·        Generar y distribuir electricidad;
·        Garantizar seguridad nacional;
·        Procurar e impartir justicia;
·        Transferir recursos a los estados y municipios, entre otros”[ii]. 

Por otro lado, para nadie es un secreto que parte de ese dinero va a parar a los bolsillos de líderes sindicales corruptos (léase Romero Descahmps), políticos sin escrúpulos (piense en... quien quiera que usted guste), y empresarios corruptos (entiéndase Siemens y SK Engineering a.k.a. Comproca), y casi todos los mexicanos entendemos que muchos de los más grandes problemas de nuestra nación son derivados de la mala y corrupta administración tanto de las finanzas como de los servicios públicos por parte de nuestras autoridades tan pusilánimes. 

Son ya bastante cotidianas las noticias de desfalcos fiscales, recortes presupuestales, escándalos y acusaciones por peculado, fraude y enriquecimiento inexplicable, en las que se han visto inmiscuidos políticos y funcionarios de todas las filiaciones partidistas. Y a pesar de tanta corruptela, la producción petrolífera es el pivote que aún mantiene móvil a nuestra economía, y estable, aunque muy vapuleada, a nuestra soberanía; pues es de lo generado por PEMEX de donde echan mano las autoridades federales para rellenar los socavones presupuestales provocados por su misma corrupción, avaricia e ineptitud. 

Por lo tanto, aunque los dineros de las ganancias de la producción petrolera no van a parar directamente a los bolsillos de los mexicanos, estas ganancias impiden que los otros dineros, aquellos que ganamos con nuestro propio trabajo, salgan de nuestros bolsillos para erogar gastos que aún se mantienen parcialmente subsidiados como lo son los servicios de salud, la educación, la seguridad pública, programas sociales, etcétera. Si esta situación cambiara cada uno de los mexicanos deberíamos ineludiblemente pagar por todos esos servicios —que ya lo hacemos con nuestros impuestos— pero además deberíamos pagar una cantidad extraordinaria y onerosa de impuestos —adicional a la que ya pagamos— para subsanar el hueco que dejaría la desaparición de la riqueza petrolífera. 

Por otra parte, es una falacia absoluta que PEMEX se encuentre en una crisis insostenible; como muestra de ello puedo argumentarle que el año pasado las cifras oficiales proporcionadas por la misma paraestatal colocaron a PEMEX como la empresa que más ingresos reporta en todo el país y la segunda más rentable de América Latina, somos el cuarto productor más grande de petróleo a nivel mundial y PEMEX está cotizada como una de las empresas más productivas del mundo muy por encima de firmas como Microsoft, América Móvil, Toyota, Televisa, Sony, Machintosh y muchas otras[iii]. 

Es por eso que muchísimas empresas de talla internacional han puesto sus ojos en el petróleo mexicano, porque representa, literalmente, el negocio del siglo. No hay otra empresa ni pública ni privada en este país, ya sea que opere con capital nacional o extranjero, que reditúe tan buenos números como lo ha hecho PEMEX. Evidentemente la paraestatal atraviesa una problemática bastante peculiar que ha sido promovida desde las mismas esferas gubernamentales. Se ha impedido el desarrollo de tecnologías nacionales para la explotación del petróleo —para hacernos dependientes de la ingeniería extranjera— aun a pesar de que alguna vez México fue puntero en este tenor; se ha sometido, sistemáticamente, a la paraestatal a un abandono presupuestario cada vez mayor a fin de que las carencias en infraestructura, capacitación y equipo degeneren en una mala imagen de la misma; se ha implementado una campaña de desprestigio en torno al sindicato petrolero, siendo su líder (solapado por la federación) el culpable principal del desvío de fondos y de la corrupción al interior del gremio[iv]. 

Siendo así ¿por qué los mismos medios que tanto golpetean contra PEMEX no denuestan las corruptelas e ineficiencias de la CFE que son mucho más graves?[v]  

Como si todo esto fuera poca cosa tenemos, por otro lado, la recaudación fiscal que aporta PEMEX a la federación por concepto de sus actividades productivas; según reportes preliminares de la propia Secretaría de Hacienda, PEMEX pagó en impuestos 55 centavos de cada peso ganado; es decir más de la mitad de sus ganancias[vi], por lo tanto, “Pemex paga 67.4% en impuestos y derechos, mientras América Móvil, de Carlos Slim, solo 6 %; Fomento Económico Mexicano (Femsa), el embotellador independiente más grande de Coca-Cola en el mundo (además de las tiendas Oxxo y participación en Heineken), 3.3% , Y Walmart de México nada más 2.3 %”[vii], sin hablar de Televisa que recibió una escandalosa condonación tributaria por parte del fisco en este año. 

Sin una estructura como PEMEX que le permita estabilizarse ante los embates corruptores de empresarios y políticos de altos vuelos y sostenerse con un robusto aparato de servicios públicos y gastos sociales ante las crisis globales, México como país quedaría inminentemente en banca rota, tal y como lo lee mi querido lector.  

¿Qué sucedería con nosotros los ciudadanos de un país que de por sí ya está considerado Estado Fallido [viii] si entramos en una quiebra como nación? 

Pues tal como sucede con las personas y con las empresas, un país en estado de quiebra queda a merced de sus acreedores; en primer lugar, para subsanar la situación el país podría incrementar su deuda al recurrir a organismos como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, pero como muchos de nosotros ya sabemos, México está ya bastante endeudado con estas entidades, cuando la deuda se vuelve impagable o insostenible, los acreedores que, curiosamente, son los mismos (FMI y BM) ponen las reglas del juego y condicionan los préstamos con medidas severas que lesionan al pueblo. 

Cuando esto pasa, las condiciones por lo regular son la privatización de los servicios públicos, la reducción del gasto público, la reducción de los salarios, el incremento de las horas laborales, la desaparición de las prestaciones económicas y sociales, privatización y enajenación sistemática de la fuerza de trabajo y de los recursos naturales de la nación. Lo que ejemplificaríamos en términos más parcos como un embargo a escala masiva de todo lo que tiene el país. 

Tal vez el escenario anterior le parezca de lo más apocalíptico y grotesco, pero sobre todo paranoico; lamentablemente es una muy cercana realidad. 

Y cuando algo así sucede, la maquinaria neoliberal pone en marcha su voraz mecánica exterminadora para privatizarlo todo, y si usted sigue pensando que exagero aquí le dejo el ejemplo de Bolivia, donde la iniciativa privada se apoderó con fines comerciales del agua potable del país; ante tal medida, el pueblo boliviano se vio forzado a recolectar el agua de lluvia para su uso personal, pues la tarifas comerciales del agua para consumo humano eran impagables; los consorcios privados, al percatarse de la astucia de los bolivianos, se aliaron a los políticos corruptos para promover un decreto constitucional que declarara toda el agua de Bolivia, toda, hasta la de lluvia, propiedad privada de las empresas comercializadoras[ix]. Hasta este punto llega la ambición de los empresarios sin moral. Hasta este punto estamos arriesgando nuestra pervivencia en este planeta, todo en aras de la “comodidad” y de un consumismo estúpido que no se sacia jamás. Hasta este punto estamos arriesgando nuestro país, nuestro futuro y el de nuestros hijos. 

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