El Retorno del Dinosaurio.
Hace años, cuando tomaba mis primeras materias en la Facultad, tuve el privilegio de asistir a una materia con el maestro German Dehesa. Él, desde aquel entonces, nos advertía que los contundentes pasos del Dinosaurio ya se dejaban oír, nos advertía del peligro inminente de su retorno y de los riesgos que implicaba dejarlo regresar (“¿Qué tal durmió… Arturo Montiel Rojas?”). Hoy viene justo al caso porque parece que su advertencia no surtió efecto. Hoy podría decir, con honda pena: ¿German, qué tal hoy en tu tumba? Seguro que el hijo adoptivo del Papaloapan ha tenido un coraje rey en su urna, (perdón, querido maestro).
Hoy se levantan voces de dolor y desencanto clamando justicia, ¿justificadas?, bueno cada quien lo suyo. Yo aún no alcanzo a determinar que es lo que más duele, si que ganó las elecciones Enrique Peña Nieto o que las perdió Andrés Manuel López Obrador. Ambas, me parece, no tiene justificación ninguna. Claro, a mi me toco en suerte escribir esto ahora, cuando ya se me bajó el encabronamiento mayúsculo que tuve el domingo por la noche y la desilusión y la frustración han dado paso, poco a poco y afortunadamente, al uso propio de la razón.
Yo también pensé que nadie en su sano juicio desearía despertar al Dinosaurio, infundirle nueva vida, llevarlo de nuevo al escenario. ¡Pero sucedió! y ahora hay que enfrentarlo. No hay que permitirle el movimiento libre. Hay que tenerlo bien vigilado. Que no logre separarnos, que no logre confrontarnos, que no logre hacernos caer nuevamente en la abulia y la indiferencia. Ese es el campo en donde él se siente a su gusto, en donde puede medrar y reproducirse, y es desde ahí desde donde puede infundir miedo. Simple, no lo dejemos desalentarnos. Sigamos creyendo en nosotros como nación. Dominemos el prurito de la descalificación entre nosotros, enfoquemos nuestros esfuerzos en lo importante y no en cobrar vendettas ideológicas. Si el PRI quiere la Presidencia de la República, y se la apropió a punta de trácalas, pues que la tenga, pero bajo nuestra observancia, con nuestras condiciones y para beneficiar a todos los mexicanos y no solo a unos cuantos privilegiados. Si le gusta así, pues que presida, si no, pues que renuncie.
¿Qué podemos hacer? principalmente no dejar que se apague esta saludable llama de civilidad que, con motivo de las elecciones, se ha encendido. No desesperemos, las cosas no cambian prontamente y quizá lleve muchos años de lucha. Es evidente que los consentidos del Sistema no dejarán voluntariamente sus privilegios y prebendas, así que habrá que prepararse para la larga lucha por la equidad y por la justicia.
Me dirás, y con justicia, ¿qué puede un simple ciudadano contra el Sistema? y yo te respondo: darte cuenta que el dueño del Poder eres tú, sólo que debes tener la voluntad de alcanzarlo y la responsabilidad de usarlo. Atrévete a ser civil. Atrévete a ser ciudadano. Atrévete a reclamar tu justo derecho. Pero también atrévete a conocer y respetar las leyes, a negarte al consumo en masa, a elegir las obras de tu cultura, a elegir los productos de tus artesanos y a pagarles el precio justo, atrévete a apagar la televisión y a leer con tus hijos, hermanos, amigos o solo, hasta el agotamiento, hasta que le entiendas a los discursos llenos de falsa retórica de los políticos y se los puedas refutar en su cara. Esa es la herramienta más poderosa, entender sin necesidad de intérpretes ni medieros (como Televisa y TVAzteca) que solo te dan a conocer lo que le conviene al Poder y de la manera que le conviene. Una cultura de justicia y civilidad no es una creación de ningún político, no importa de qué color sea su escudo, ni se construye con cada sexenio. La responsabilidad de constituirnos en un pueblo con cultura de justicia y civilidad es de cada paisano, porque como diría Atahualpa Yupanqui: “el paisano es el que tiene el país por dentro”. Suena fácil. Es difícil. Hay que aceptar las condiciones que benefician a toda la sociedad y no aquellas que sólo nos dan satisfacción propia y trasgreden el derecho de los demás.
Para terminar, porque ya me voy alargando mucho y a nadie le gustan los choros mareadores, quiero brindar un gran aplauso a todos los jóvenes que han florecido en nuestras calles coloreándolas con sus ilusiones y su generosa lucha. El ejemplo está ahí para seguirlo, ellos lo han puesto. Ayer vi el video del #132 encañonado en Cancún, a mi parecer, el comportamiento de esos jóvenes mexicanos es ejemplar: no entran en provocación, no confrontan, no insultan, no agreden, pero tampoco huyen, ni se amedrentan o se someten, reclaman sus derechos ciudadanos cantando el Himno Nacional. Si ese es el Nuevo Modelo de Mexicano pues me congratulo de vivir en un país que intenta superar sus conflictos por la vía de la paz y de la no-agresión.
Y, para todos aquellos que aseguran y se congratulan de que el Dinosaurio ha regresado, les tengo una noticia importante para que la vayan tomando en cuenta:
¡YA NO ESTAMOS EN EL MESOZOICO!
Era-del-Ser.
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