miércoles, 4 de julio de 2012


Es harto evidente el descontento y el desconcierto social que se percibe después de un ejercicio electoral plagado de irregularidades y de las ya muy vistas y ya muy viejas mañas del partido que ahora pretende imponerse y retomar la silla presidencial para supongo yo, no volverla a soltar nunca más, o al menos en otros setenta y tantos años… y, discúlpeme, pero nuestro México, ya muy herido, muy violado, muy madreado, no puede tolerar ni un año más de atropellos.
                ¿De verdad pensábamos que sería tan sencillo? ¿Pensábamos que después del primero de julio las cosas serían distintas? ¿Pensábamos que nos dejarían pasar sin ofrecer ninguna resistencia? Es lamentable darse cuenta de que en México, los ejercicios comiciales sólo se basan en simpatías y no en empatías… ¡Qué poca madre!, diría yo… Mas, esto es la mitad de la lucha, y debemos contar cuantos estamos dispuestos a continuarla y cuantos otros nos quedaremos en el camino. Sí, es bastante difícil mantenerse impasible y ecuánime ante una situación que lo mina a uno por dentro, que lo deja con el buitre del desencanto rondándole a uno la coronilla, que uno ya no quisiera saber nada en absoluto y dejarse llevar por la vorágine asquerosa del aparato de gobierno. Si este es su caso, y se lo permite, entonces habrá perdido más de lo que piensa. A ello le apuesta el aparato defraudador, tan es así que sólo basta con asomarse al televisor y darse cuenta que a escasos días los medios de comunicación callan indolentemente ante una realidad que no corresponde a la de un país de plástico que nos presentan en nuestras pantallas. La máxima romana “divide y vencerás”, expresa indudablemente el quehacer de la clase política gobernante… Y es que el asunto no es si López Obrador ha sido el legítimo ganador de esta contienda, el asunto es que se ha secuestrado el derecho fundamental e inalienable de todo pueblo: elegir a sus gobernantes democráticamente. Si aquellos que votaron por Doña Josefina se hubieran dado cuenta a tiempo de que realmente su objetivo no era la presidencia sino simplemente desmovilizar y hacer el trabajo sucio de Peña, se hubieran sumado a las filas de AMLO, si los priistas que ahora salen a las calles a gritar y exigir que les paguen sus dádivas y apoyos hubieran medido la magnitud voraz y traidora de sus huestes, hubieran reflexionado más a consciencia al negociar su voto. Si hubiera… si hubiera… bien, es tarde para lamentos, pero no es tarde aún para ejercer acciones, para evidenciar el fraude y derrocar este gobierno que se nos impone. Entonces ¿qué hacer?
                En primer lugar, enfádese, moléstese, maldiga, llore, rabie, y expulse su rencor, primero que nada por su propia salud física y mental, y en segundo, porque no es nada bueno actuar con el corazón envenenado y la mente caliente. Cuando se sienta más calmado, no caiga en la desesperación, en la frustración, ni en las acciones violentas y desesperadas, yo le entiendo plenamente, mi primer pensamiento después de enterarme de esta vileza fue: “Revolución”, pero no es el momento, no aún, tal vez nunca… porque contamos con una infinitud de recursos que todavía no hemos explotado y reaccionar de modo contrario sería darles a esos salvajes, motivos para reprimirnos y validar sus “argumentos” al llamarnos reaccionarios y violentos.
                En segundo lugar infórmese y difunda al máximo, replique toda la información posible tanto como le sea posible, así, todos nuestros esfuerzos sumados, revertirán en algo, el sesgo informativo… pero ¡aguas! verifique y asegúrese de lo que dice, no todo lo que circula en la red en contra del fraude es necesariamente cierto, si usted replica información falsa o fabricada, más allá de favorecer el movimiento, desmovilizará los esfuerzos y le restará credibilidad y firmeza a nuestras evidencias. Es importante que no únicamente vuelque sus esfuerzos a las redes sociales, estoy seguro que allá afuera hay muchísima gente que por desgracia no tiene acceso a las redes sociales, ni siquiera al internet, ni a una computadora y que también se sienten frustrados pero sobre todo se sentirán solos e incomprendidos al percatarse que en los medios masivos de comunicación no se presenta ningún descontento aparente y esa fuerza se perdería en el aplastante mar de desinformación. Haga lo que pueda, ponga una manta afuera de su casa, acérquese a quienes crea que comparten su frustración e indignación, comente en la calle en voz alta para que la demás gente perciba el descontento. Es muy importante que trate de conducir sus comentarios con mucho tiento, trate de no decir groserías ni maldiciones –suena imposible, lo sé- pero un comentario bien formulado y sin dejos de coraje es mejor adoptado que uno furibundo y torpemente rencoroso. Si se topa con detractores que lo increpen violentamente, no siga su juego, no vale la pena violentarse, recuerde que se atraen más abejas con miel que con hiel; todos tenemos familiares, amigos y conocidos que sabemos que no comparten nuestra visión, hagámosles ver nuestra molestia cortésmente y sin pleitos, si frontalmente atacamos a alguien que no coincide con nosotros, es probable que por el puro afán de llevar la contraria se mantengan en su posición errónea.
                En tercer lugar, trate en lo que sea posible para usted evitar consumir y favorecer los productos y servicios de las grandes empresas, pues la imposición de este régimen no es tanto error del pueblo, sino promovida por los intereses de los empresarios indolentes que por puro mercantilismo tratan a toda costa de mantener sus beneficios y privilegios; además actúe, a muchos les parece poco lo que pueden hacer para revertir el fraude, pero recuerde que muchos ladrillos hacen un muro y que muchos granitos forman el desierto. No nos dejemos. Es importante que no se desviva, mesure sus esfuerzos, adminístrese, no sabemos cuánto dure esta batalla y por ello es importante resistir cuanto sea posible, de nada sirve morirse en la raya un día, si al siguiente ya nos hartamos y no hacemos nada. No esparza el sentimiento de derrota, de desánimo, de desunión, no fustigue contra el pueblo, por el contrario, en contra del fraude y sus instauradores y hágalo siempre con argumentos, con mucha amabilidad pero con rotunda firmeza, no pierda su posición.
                Yo creo que si hacemos algunas de estas cosas, causaremos mella en el aparato defraudador. ¡Mantengámonos unidos, banda! ¡No cedamos! ¡No nos rindamos! Muchas cosas están en juego, principalmente, nuestra libertad.
Ptolomeo

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