sábado, 28 de julio de 2012

Eufemismos


¿Por qué digo que hubo fraude? Me atengo a la primera acepción que del concepto ofrece la Real Academia de la Lengua Española, a saber,  Acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete”. En este sentido, lo que sucedió durante la jornada electoral propiamente dicha, es decir el día de la votación, es lo de menos, aunque tampoco está de más. Quienes conocen de estos menesteres, arguyen que lo sucedido en las mesas de votación no es suficiente como para haber cambiando el resultado de la elección en su conjunto y quizá tengan razón, sólo quizá, porque no deja de ser sospechoso el intento por parte de quienes lejos están de ser unos neófitos como para creer que no serviría de gran cosa lo que les tomó tiempo, esfuerzo y dinero.
            Cuando se argumenta que Enrique Peña Nieto ganó en las urnas, se olvidan no sólo las “anomalías” que hubo aquél día, sino que se desestima el andamiaje que hizo posible un fraude de la magnitud que este ha tenido: la compra y la coacción del voto, la lamentable tarea con la que cumplen los medios masivos de comunicación en México y la comisión de delitos graves como el lavado de dinero. Llamemos las cosas por su nombre: sí, esto es un fraude, aunque el conteo de votos sugiera lo contrario. De ninguna manera podemos considerar “anomalías” a lo que es violencia pura: imposición, trampa, mentira, robo, amenazas.
            Quienes en nombre de la paz sugieren el silencio, la resignación y la pasividad, confunden las cosas: lo violento no es expresar la indignación, lo violento es permitir que nos callen y, más aún, justificar la posibilidad de la represión. Lo que sucede hoy en México va mucho más allá del dudoso triunfo de un candidato a la presidencia: el que calla otorga y nosotros hemos guardado silencio durante más tiempo del debido. Cada vez que la injusticia se impone, cada vez que ignoramos los problemas, se tejen los hilos de la red en la que ahora nos encontramos atrapados. Por eso es importante levantar la voz y no dejaremos de hacerlo.
            Pero más importante todavía resulta dejarnos de eufemismos, aprender a ver las cosas como son y eso inicia por llamarlas con el nombre que les corresponde: las palabras tienen poder, nominar es un acto de creación y eso lo saben, lo han sabido siempre, quienes nos mantienen en esta situación: no es casual que en México a las víctimas de feminicidio se les llame “muertas”, cuando son “asesinadas”; no es casual que a los más de 60 mil muertos que ha dejado la “guerra contra el narcotráfico” de Felipe Calderón se les diga “daños colaterales”; no es casual que se consideren “anomalías” a lo que son delitos flagrantes. No hablemos de paz cuando lo que pretendemos es comodidad, no es lo mismo y en México hace mucho tiempo que no tenemos paz, pues en un país donde la mitad de la población vive en pobreza lo menos que hay es un entorno pacífico.
            La Milagrosa.

1 comentario:

  1. Llamar a las cosas por su nombre, aceptar nuestra condición de nación sometida e injustamente sojuzgada. Es el primer paso, sin duda.

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