miércoles, 25 de julio de 2012

La huelga de la UNAM del 99


En 1999, a principios del mes de abril, las movilizaciones en todos los planteles, escuelas, institutos y oficinas de la Universidad Nacional Autónoma de México se hicieron muy evidentes: cierres parciales, paros activos, asambleas, integración de colectivos y comisiones mayormente impulsadas por los estudiantes; la causa, la derogación del Reglamento General de Pagos recientemente puesta en vigor en dicha universidad, yo era un joven preparatoriano por aquel entonces y viví desde dentro la convulsión que a la postre nos llevaría a vivir la huelga más larga en la historia de la universidad de la nación. A pesar del cerco informativo, se tuvo testimonio del movimiento estudiantil organizado más grande del que se tenga memoria desde 1968 y 1971 pues ni el de 1990 fue tan avasallador ni representativo. El 5 de febrero del año 2000 la Policía Federal Preventiva ensució con sus botas los campus universitarios,  y encarceló a miles de estudiantes bajo las premisas mediáticas de que la universidad estaba sitiada por grupos paramilitares que trataban de desestabilizar al país, de que en las instalaciones se resguardaba armamento de uso exclusivo de ejército, que efectivos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia o carteles de la droga adiestraban a jóvenes que ni siquiera eran estudiantes, que en las escuelas y facultades se resguardaban toneladas de droga y una serie de acusaciones estúpidas, de las cuales, hasta la fecha ninguna ha sido comprobada.
Días antes de la toma de C.U. en la E.N.P. 3 “Justo Sierra” se presentaron hechos violentos orquestados por las autoridades al contratar en las inmediaciones del metro Martín Carrera a cualquier sujeto que, por doscientos pesos, estuviera dispuesto a cometer cualquier acto inescrupuloso y ruin; dichos sujetos fueron llevados hasta la preparatoria con el fin de provocar una reyerta que diera razón a las fuerzas civiles y militares de actuar y desmovilizar al movimiento estudiantil, los jóvenes aglutinados en un frente común de pro y anti huelguistas defendieron las instalaciones de este grupo de choque mercenario; motivo que le dio luz verde a la policía para operar, para no variar, con lujo de violencia y abusos. Entre los jóvenes detenidos había huelguistas y no huelguistas, amas de casa, transeúntes y jóvenes de secundaria que se acercaron sólo a mirar. Hubo jóvenes golpeados al por mayor, muchachas violadas y todo tipo de atropellos a la integridad de los detenidos.
El día cinco de febrero era un sábado, me acuerdo bien, no podía dar crédito a la entrada de la PFP en las instalaciones de mi amada universidad, sacando a los jóvenes, subiéndolos a cientos de autobuses para trasladarlos a los separos. Eran cientos de autobuses; lo que da testimonio de la cantidad increíble de jóvenes que se mantenían en pie de lucha en resguardo de las instalaciones de la universidad. Yo no podía más que reprimir un poco mis ganas de llorar. De las armas, de las drogas, de los paramilitares, de los grupos ajenos a la universidad, jamás se volvió a mencionar nada en absoluto, ni en las televisoras que tantas veces lo pregonaron, nada… porque nunca existieron.
Ridículamente la televisión sólo pudo mostrar como evidencia de la supuesta “violencia” estudiantil unos cinco cuchillos de cocina confiscados y cocteles molotov, no omito destacar que los cuchillos, según lo que yo viví, junto a las cacerolas, ollas, pocillos, platos, etcétera, los usábamos para preparan nuestros alimentos; las bombas molotov, las utilizábamos para replegar y ahuyentar a los grupos porriles que, no en pocas ocasiones, se presentaron en las instalaciones a agredirnos con petardos y armas de fuego y, le aseguro, señor, que yo lo viví y no le miento. En fin los jóvenes fueron saliendo de prisión gradualmente, la sociedad se volcó a las calles en manifestaciones multitudinarias –las más grandes que recuerdo— para aborrecer las ocupaciones de las fuerzas militares de la universidad.
Nuestras causas, a lo largo de la huelga, se fueron multiplicando, haciéndose más complejas, pero siempre partimos de la derogación del Reglamento General de Pagos, que lesionaba en mucho el acceso a la educación universitaria de los jóvenes pobres de nuestro país.
Eran otros tiempos y éramos otros jóvenes; no teníamos celulares, ni facebook, ni twitter, pero nuestra capacidad de revertir los efectos del cerco informativo fue muy ingeniosa, mitineábamos en el metro, volanteábamos en los mercados públicos y en la calle; hacíamos nuestras asambleas informativas en los camiones, los cruceros, los semáforos, los parques, los patios de otras escuelas… Nos llamaron, como ahora, revoltosos, mugrosos, huevones, rebeldes, ultras, bárbaros y si nos salvamos de ser “ninis” fue porque el término es de muy reciente aparición.
Está fue una de las últimas prácticas del PRI como gobierno en nuestro país, en aquél entonces la presidencia la ostentaba el señor Ernesto Zedillo; muchos no entendieron la dimensión del movimiento, muchos se dejaron llevar por la guerra sucia del gobierno en contra de la movilización estudiantil y nos descalificaron pues ,como sabe usted, señor, este es el modo en que opera el Revolucionario Institucional, porque las prácticas atroces del partido tricolor son arcaicas y datan de más de tres décadas (68, 71). Para muchos esas prácticas son “errores que ya pasaron” y que no tienen que ver nada con el PRI de la actualidad, sin embargo, no hay nuevo PRI, no existe cosa tal, es imposible; el PRI siempre ha sido el mismo en Tlatelolco, Acteal o Atenco, tan atroces son los sangrientos hechos de antes como los recientes; su discurso siempre es el mismo que pugna por la “prevalencia del estado de derecho”, “por la confianza en las instituciones”. Para quienes hemos vivido desde dentro sus monstruosidades, “estado de derecho” es lo mismo que represión e “instituciones” nos da igual que políticos corruptos.
En el 99 desarticularon el movimiento, pero aún así ganamos, no tanto como hubiéramos querido, pero impedimos la implementación de una barrera más de las tantas que ya existen para que los jóvenes se superen; hasta la fecha, las cuotas en la universidad son oficialmente de veinte centavos más la virtual aportación no obligatoria que quiera hacer en su momento cada estudiante, justo como estaban las cosas antes del estallamiento de la huelga.
Lo que pretendo al externar mi anécdota, señor, es evidenciar lo siguiente: que las victorias son posibles, siempre se puede ganar, no importa cuan perdida luzca la causa, es necesario que no nos deshagamos pensando que no es posible revertir los embates de la clase gobernante; siempre se puede ganar. Las luchas exitosas requieren de mucha organización, de mucha resistencia, de mucha paciencia, de mucho tiempo y de mucha integridad; que el PRI es exactamente el mismo partido perverso que ha secuestrado nuestro país cerca de tres cuartos de siglo y son sus propios actos, los recientes, y ya no los pasados, los que demuestran su calidad moral nula y sus oscuros intereses; que a veces la lucha nos parecerá insostenible, desalentadora, tediosa, temeraria, sin sentido; pero que debemos recordar algo: que a pesar de que ellos son dueños de las televisoras, de los periódicos, de que emplean los recursos del pueblo, de que cuentan con cantidades obscenas de dinero, de que tienen a su disposición las fuerzas armadas, militares y paramilitares; a pesar de los recursos de espionaje y persecución que emplean, de que nos atacan con técnicas bien diseñadas para el control de las masas y que nos dan con todo lo que tienen, que no es poco; aún así no logran detenernos, no logran desmovilizarnos, pues del tamaño de sus esfuerzos por aplastarnos es el de su temor; porque nosotros tenemos algo que ellos no tienen, ni tendrán nunca: esperanza, fe, inteligencia, sed de justicia, amor, paz, dignidad, honestidad y sobre todo, la razón. Y nada vale más que eso. No, señor.
Ptolomeo

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