martes, 31 de julio de 2012

La revolución de la comunicación en la era de la información


Desde hace algún tiempo, muchos de los temas de estudio y discusión presentes en la Academia, las pláticas de sobremesa, los análisis y ensayos periodísticos, así como las charlas de todo tipo están centrados en un nuevo medio de comunicación, específicamente, en una nueva etapa de un medio de comunicación: la Web 2.0 de Internet. Para quienes no estén familiarizados con el tema, se supone que Internet ha tenido hasta el momento 2 fases de desarrollo y está entrando en la tercera. En la primera, fungía un poco como los medios tradicionales, ofrecía información de manera unidireccional hacia un público determinado, aunque nunca fue controlado por grandes corporativos u organizaciones, ya que su entorno hacía relativamente fácil el acceso a casi cualquier persona que deseara publicar. La segunda etapa, y que es precisamente a la cual haré referencia, es la que se refiere al momento en que Internet posibilita que no sólo una persona hable, sino que se entable un diálogo mediante aplicaciones y widgets que dan al receptor la posibilidad de convertirse también en emisor. Esto dio paso al surgimiento de las famosísimas redes sociales, medios en los que los usuarios de Internet conviven y expresan casi cualquier cosa de forma libre en un entorno cuyo fin es justamente conectar a los individuos. Otra importante característica de esta fase es el acceso libre de un usuario común para convertirse en su propio medio, gracias a servicios que cuentan con sistemas de gestión de contenido —como los blogs—. La tercera fase todavía no se tiene definida por completo, se cree que será una web “semántica”, es decir, orientada significativamente hacia el usuario, hecha a medida. Apenas estamos entrando en ésta.
En fin, el asunto con todo este preámbulo es el siguiente: gracias al despunte de las tecnologías de información, hoy tenemos la posibilidad de acercarnos a un medio y hacer sonar nuestra voz. Eso ha dado lugar a una nueva idea, una esperanza y algo que a los mexicanos de hoy nos ha tocado probar, algo que es quizá todavía un ideal: el fortalecimiento de la democracia. Sí, a medida que una persona está en posibilidad de expresarse, de hacer valer su opinión y de influir en los demás, está capacitada para logar empujar determinadas iniciativas o evitar que otras se consumen. Los medios sociales nos permiten no sólo acercarnos a los que tenemos lejos o hacer nuevos amigos, nos permiten difundir nuestras ideas y con ello influir en el devenir social de nuestro país; eso es democracia, eso es participación activa y no representativa —la democracia tradicional se ejerce a través de representantes, de ahí la necesidad del voto—. Sin embargo, si bien es cierto que al tener una voz tenemos la posibilidad de llegar a otros y que en esa medida cada uno tiene un acceso mucho más plural a la información —porque las voces son innumerables y no necesariamente siguen una agenda informativa como lo hacen los medios tradicionales—, también es cierto que para que haya una verdadera democracia, todos necesitamos tener al menos una computadora con Internet y la alfabetización tecnológica suficiente para usarla [1].
He ahí el problema, al menos en lo que respecta a México: somos un país tan diverso que en medio de nuestra diversidad no hemos podido garantizar la igualdad de condiciones que el país necesita para crecer y para ser medianamente democrático, por eso no hay democracia en México. Y no se trata de repartir dinero entre los pobres o, a la manera de Robin Hood, de despojar a los que tienen para repartirlo entre quienes no —sí, lector, su trabajo vale, su trabajo le costó llegar a donde llegó y nadie tiene derecho a quitárselo—. Se trata, simplemente, a mi juicio, de garantizar dos ingredientes básicos para que la gente pueda progresar por sí misma: educación y libre competencia. No es posible que la gente acceda —que no accese— a Internet si hay un monopolio que dificulta que la mayoría pueda obtener los dispositivos y los servicios necesarios para hacerlo. Pero, ante todo, no es posible que la mayor parte de la población tenga ganas de aprender y luego, tenga la mínima preparación para enfrentarse al medio si tenemos niveles de educación tan bajos como los que ahora persisten.
¿Y qué pasa con el sector que sí tiene acceso a Internet? Ese sector hoy está peleando una guerra comunicativa —en la era de la información no podía ser para menos—, una guerra contra los medios tradicionales de comunicación: la red contra la tele, para ser más específicos. Y no es que todos los que usen Internet hayan votado por un partido o el otro, es que quienes tienen acceso a Internet cuentan con una mayor oferta informativa: revistas, periódicos, estaciones de radio, canales de video, líderes de opinión y/o páginas informativas en redes sociales, blogs, etc., lo que les permite tomar decisiones más sólidas, que no necesariamente responden a las formas tradicionales de manipulación de los medios unidireccionales y masivos. Por supuesto que es muy respetable una postura frente a la otra, ninguna vale más o menos, pero cuando una postura parte de la desinformación y la manipulación mediática, entonces las cosas ya no son tan simples.
Por una parte tenemos medios tradicionales que emplean la moda, la propaganda y la persuasión a gran escala para imponer —se dice que algo se impone porque no acepta otra visión, ¿usted encuentra visiones plurales en la tele? — una agenda política —no, no es casual que un político esté casado con una actriz y que los valores que promuevan sean el papel de la mujer como centro de un hogar y apoyo de su marido exclusivamente—, y por el otro tenemos una pluralidad de medios que ofrecen diversas visiones de la sociedad y que buscan propagar nuevos valores. Y no es que los medios sociales sean mejores, aún tienen muchas carencias. Nadie nos enseñó a todos a comunicarnos de manera eficiente. A veces, ni los propios profesionistas del ramo lo hacemos  con éxito. Se trata de que entre más opciones haya, más posibilidades tenemos de elegir, más libres somos para hacerlo. Cuando un medio facilita el diálogo, está en posibilidades de potenciar de forma más contundente la evolución y el crecimiento de quienes dialogan. Cuando un medio sólo emite un mensaje y otros lo consumen, no se enriquece ni evoluciona, porque no se le agregan nuevas ideas.
Hoy, el tema es mediático y la indignación es aún mayor, porque sabemos que hay otras opciones, sabemos que el conocimiento, única vía para la libertad y el empoderamiento, debe llegar a todos, debe ser un valor común. México debe levantarse, México necesita crecer y comunicarse. Así, quienes tenemos la capacidad de expresarnos y acceder a la información, tenemos la obligación de especializarnos, de volvernos todavía más rigurosos con la información que intercambiamos, debemos aprender las prácticas más positivas de los medios tradicionales y convertirnos, sea cual sea nuestra profesión, en ciudadanos comunicólogos, que analizan y transmiten información de manera estructurada, porque hoy la revolución se vive en la comunicación.

Damiana.


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