Por era-del-Ser
El crecido flujo de
información nos apabulla y confunde. El cúmulo de información circulante en los
diferentes medios electrónicos o escritos crece y crece aumentado, también, por
el bisbiseo de los platicares de cafetería y sobremesa. Los videos cada vez son
más largos y abundantes; las notas son tantas que difícilmente se pueden seguir
todas, sobre todo porque muchas de ellas son simples repeticiones de temas que
ya han sido tratados. Los noticieros dan cuenta de los movimientos encausados
por uno y otro bando siguiendo entrevistas, conferencias de prensa, programas
de análisis político, etc. Y, para acabar de completar el cuadro, las
Olimpiadas y, por supuesto, el futbol olímpico en donde “la verde” lucha por la
adjudicación de una de las ambicionadas preseas. Qué le vamos a hacer: somos un
país pambolero. Y en medio de toda esta avalancha de información estamos
nosotros: los ciudadanos. Los hombres y mujeres mexicanos que ya no sabemos a
quién creerle, que noticiario oír (ni modo de que oigamos todos,
enloqueceríamos). Si ver los programas de Televisa (única televisora que
transmite los juegos olímpicos por un canal abierto) o comprar la botana y las
cervezas en Soriana (y, de paso, el resto del mandado) sin sentirnos culpables
y atenazados por el sentimiento de estar traicionando “la causa del pueblo”.
Cómo le digo, amable y comprensivo lector, que vi el
segundo tiempo del partido México vs
Japón y que me he dado el gusto de ver la gimnasia olímpica en todas sus ramas,
maravilloso espectáculo del que los mexicanos estamos restringidos a solo gozarlo
en tiempos olímpicos; el atletismo, la natación y la halterofilia que, a mi
parecer, son los eventos más representativos de la superación humana en lo que
al deporte se refiere, a más de ser un grandioso espectáculo.
Son tiempos aciagos para nuestro país y para nuestro
pueblo. Tiempos violentos y de dolor, de incertidumbre, de lucha constante y no
siempre afortunada (o, más bien dicho, casi nunca afortunada), de frustraciones
y desencantos, de trabajo duro y pocas veces recompensado. ¿Quién de nosotros,
seamos sinceros, no se ha sentido con ganas de botar las “causas nobles”,
seguir con nuestra vida y “que ruede el mundo”? Por todo esto, hoy quiero
solidarizarme contigo compungido lector, sí, lo confieso: yo he visto las
Olimpiadas por Televisa. Y se vale. Nuestra lucha no es de hacernos más
limitados, sino de convertirnos en ciudadanos responsables de nuestros actos.
Sí, veo las Olimpiadas pero no dejo que me enajenen. Entiendo que es una
diversión y no mi vida. Entiendo que el hecho de que un deportista mexicano
gane una medalla en una disciplina olímpica es (y claro que debe ser) un
orgullo para el país, pero ello no cambia la realidad que estamos viviendo los
mexicanos. Admiro la lucha de cada uno de los medallistas mexicanos porque
demuestra que el mexicano es tan capaz como el francés, el alemán o el
norteamericano y con ello comprendo que el pueblo mexicano es capaz de elegir su
propio destino (afortunado o desafortunado, usted elija) pero para lograrlo
debemos enfrentar retos que van más allá de lograr un buen clavado o de tener
una buena técnica para lanzar una flecha. Nuestra lucha, la que ahora nos
ocupa, involucra personalmente a cada mexicano, necesita de su decisión y su
constancia.
Así que, apreciable lector, descanse su conciencia.
Sigamos, usted y yo, dándonos nuestros momentos de solaz pero sin olvidar
nuestra responsabilidad con el país que habitamos, este México que es nuestra
casa y a la que, entiendo, le hace falta una buena limpiada y arreglada hasta
dejarla lista para que nuestros hijos la habiten con comodidad, orgullo y
gratitud.
Y hasta aquí los dejo con estas
reflexiones, pero esta vez no puedo despedirme sin antes decir: Salud por ti, Chamana
Mayor. Que tu viaje sea leve y tu voz, eterna.
¿Qué
tal durmió EPN? (IV)
¡Que mal! ¿Sabes? Sinceramente, aquellos que se "cansan" de las causas nobles es porque en realidad no están convencidos de su lucha, porque no valoran lo que deienden y porque en el fondo no son tan nobles. Los ideales no se "botan", el hacerlo representa un estilo de vida mercantilista y pragmático, y ese estilo de vida que no es compatible con la lucha diaria que muchos de nosotros sostenemos desde hace tanto y continuaremos durante mucho tiempo, no hay para nosotros vuelta de hoja, dejar de apretar significa ser blandengue. Hay tanto en juego que no podemos permitirlo. Allá ellos, los que se cansen.
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