Ayer, viernes 7 de diciembre, se entregó el Premio Nacional Carlos Montemayor; los galardonados fueron Alejandro Solalinde, Carmen Aristegui y los estudiantes de la Federación de Estudiantes Socialistas Campesinos de México. Los asistentes nos sentimos muy conmovidos cuando, de manera espontánea, el padre Solalinde expresó el deseo de regalar a Carmen Aristegui la cruz que pendía de su cuello: “es la que uso yo”, enfatizó, mientras la periodista sonreía evidentemente conmovida por tan bello gesto. Quienes atestiguamos este momento nos sentimos también conmovidos y es que no es cualquier cosa recibir el amuleto que ha acompañado en su andar a una persona como Alejandro Solalinde.
Admito que cuando Javier Sicilia hizo algo parecido, durante el primer “diálogo” del Movimiento por la Paz con Justicia y dignidad con Felipe Calderón, mi voz fue de las críticas; lejos de conmoverme, me indignó, lo digo con franqueza, me sigue indignando. ¿Qué hace diferente ambas acciones?, no la intención de quien hizo un regalo, pues ambos, Alejandro Solalinde y Javier Sicilia, lo hicieron con generosidad, con amor; tampoco son distintos los símbolos, pues en los dos casos se trató de amuletos católicos (una cruz y un escapulario). Si bien hubo quien criticó el contenido religioso de la acción de Sicilia, para mí ese no fue el problema; lo confirmo ahora que Alejandro Solalinde regaló a Carmen con la cruz que le ha acompañado tanto tiempo.
La diferencia estriba, a mi juicio, en el receptor. Felipe Calderón, en el contexto de un “diálogo” que se limitó a mostrar la soberbia de un “gobernante” que considera un mal menor a miles de muertos, miles de desaparecidos, miles de viudas y viudos, miles de huérfanos, miles de padres sin hijos, de abuelos sin nietos, recibió un escapulario con menos respeto y alegría que los que mostraba cuando jugaba a disfrazarse de Comandante en Jefe de una institución, la militar, a la que tampoco guardó ningún respeto. Carmen Aristegui, en el ámbito de una premiación por su destacada y valiente trayectoria como periodista, recibió una cruz que provenía de otro de los galardonados, sentado a su lado, como parte del mismo grupo de gente que tiene en común la lucha por la justicia. ¡Qué distinto resulta el significado, aunque los signos sean tan parecidos!
Sucede lo mismo con dos conceptos que se parecen pero no son lo mismo: la caridad y la solidaridad. Dice Eduardo Galeano que la primera se ejerce de manera vertical, mientras que la segunda se da entre iguales. Quizá tengamos que empezar a cuestionar seriamente aquello de “dar sin ver a quien”, no por falta de compromiso social, sino por todo lo contrario. Revisemos de manera breve el caso más comentado en estos días, el famoso teletón de Fundación Televisa que se realiza este fin de semana. Quienes donan al Teletón argumentan de buena fe que los CRIT funcionan y ayudan a muchos niños con capacidades diferentes. Esto es cierto, pero tal tesis pasa por alto el precio mayúsculo que como sociedad pagamos al apoyar que Televisa "limpie" su imagen y que deduzca (o sea evite pagar) una cantidad enorme de impuestos que podrían servir para tener CRIT que no sean de la fundación de tal televisora.
Si quienes donan a Teletón empezaran a exigir recibos por sus donaciones, de modo que Televisa no pudiera deducir impuestos por el dinero que recibe, pronto se le terminarían las ganas de “ayudar” a la televisora. Mejor exijamos que paguen sus impuestos las empresas que deducen más de lo que deben, usando los donativos de la gente, y que esos impuestos se usen para hacer las obras con las que ellos, de paso, limpian su imagen. A ustedes que actúan de buena fe les digo: mejor exijamos que paguen sus impuestos las empresas que deducen más de lo que deben, usando los donativos de la gente como ustedes, y que esos impuestos se usen para hacer las obras necesarias; mejor aportemos a asociaciones que, verdaderamente sin fines de lucro, ayudan a personas con capacidades diferentes. Aquí una lista para que elija la de su preferencia: http://ong.tupatrocinio.com/discapacitados-mexico-c9-p12.html
No demos un centavo al Teletón, porque darlo legitima la desviación de impuestos (que no por legal es ética) de quienes rehabilitan a los niños que, si un día son jóvenes que protestan, serán criminalizados por la misma empresa. No demos un centavo al Teletón y seamos solidarios con quienes esa empresa discrimina por ser jóvenes, quienes pierden la libertad y sus derechos en nombre de una lucha que se inició gracias a la imposición de Enrique Peña Nieto operada desde los estudios de Televisa. NO AL TELETÓN. NO A LA CARIDAD. SÍ A LA SOLIDARIDAD. Dar mirando a quien, esa es la consigna.
Antídoto Amor.
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