lunes, 17 de diciembre de 2012

El pequeño nuevo teatro


Un texto para rescatar los pequeños detalles, las pequeñas acciones, las pequeñas felicidades, en estos tiempos. Siempre podremos ser niños.

Extrañas cosas, pequeños detalles, se notaban en el pequeño nuevo teatro desde el primer día de su inauguración.  El director de teatro no prestaba mucha atención a estas nimiedades, debido al placer que sentía.  Él lo disfrutaba.  Sentía a través de las manos el barniz de la madera, de las gradas.  Disfrutaba recostarse en las gradas, ¿limpias? gradas, le gustaba pasar a través del pequeño escenario, cerrar las puertas, prender el nuevo equipo de luces y darse cuenta de que por fin era una cámara negra, debido a las paredes que acababan de pintar de negro (¿con pequeñas marcas de polvo?).  ¡Por fin una verdadera cámara negra!

Él lo disfrutaba, el placer crecía aún más, al no permitirle a nadie sentarse en las gradas, especialmente a los actores o ¿subir los pies a las gradas?  Entonces, cuando se iban, cuando lo dejaban completamente solo, el director se descalzaba y hacía una pequeña danza por el pequeño nuevo teatro, especialmente sobre las maderas ¿nuevas? de las gradas.  ¡Bravo Pan!

Los detalles cedieron a la atención del director.  Al llegar saludó al niño del conserje que jugaba afuera del teatro, abrió la puerta del teatrito y notó (finalmente) en las gradas tierra y polvo.  Él no pudo hacerlo, siempre se quitaba los zapatos.  Al acercarse a analizar las huellas notó que eran pequeñas y erráticas, tales como las huellas del juego de un niño.  Entonces lo supo, no sólo él realizaba la danza.  Volteó a ver al niño que seguía jugando afuera del teatro, el hijo del conserje. Notó, en la sonrisa del niño, que su juego había empezado desde que el teatro era nuevo.

Entonces el placer se acabó.

Enrique Burgot.

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