Al inicio de su sexenio, Felipe Calderón implementó una estrategia anti narco con miras a allanar la legitimidad que durante todo el sexenio tanta falta le hizo; a lo largo su gestión llevó a cabo “estrategias” desesperadas, tremendamente violentas, faltas de toda inteligencia policial y de investigación. Es una verdad que Felipe Calderón no logró su cometido; quiero decir, ni pudo legitimarse como presidente, ni pudo tampoco, exterminar el estigma del narcotráfico. Seis años después, casi la totalidad del territorio nacional está dominado o en disputa por cárteles de la droga, contrastando, en el 2006 a duras penas el porcentaje del territorio que estaba penetrado por narcotraficantes alcanzaba el treinta por ciento[i].
Prontamente Felipe Calderón olvidó su autoproclama de ser el “presidente del empleo” para convertirse en el presidente de la muerte, el miedo y la venganza, cerca de cien mil mexicanos —culpables o inocentes— perecieron en las refriegas inútiles y sin sentido entre las fuerzas armadas y los sicarios de los narcotraficantes, otra fracción nada desdeñable de seres humanos, más de cincuenta mil, se encuentran desaparecidos; y por si fuera poco, durante el sexenio calderonista las violaciones a los derechos humanos, la tortura, los encarcelamientos injustificados, la persecución de Estado y la represión fueron pan de todos los días[ii].
Y mientras Calderón se ufanaba de su valentía por haberse enfrentado a la delincuencia organizada, por no haber negociado con los narcos a diferencia, según dijo, de sexenios anteriores[iii], en Estados Unidos se daban los primeros pasos para la legalización de las drogas tal como ha venido sucediendo en estados como Colorado[iv], Washington[v] y próximamente Neva York, Ohio, e Illinois[vi]; que más temprano que tarde serán imitados por los estados restantes de la Unión Americana y a la postre por otras naciones del mundo; del mismo modo HSBC lava dinero de los cárteles de la droga mexicanos y para detener las pesquisas paga una exorbitante suma de 1,900 millones de dólares al gobierno gringo a fin de lavar de paso sus culpas y continuar con sus operaciones sucias[vii] entre las cuales se cuenta el financiamiento ilegal que aportó dicho banco a la campaña electoral de Enrique Peña[viii]; entonces mi querido lector, ahora resulta que todo ha sido una simulación vana y cruel, que nos ha costado a los mexicanos, literalmente, sangre, sudor y lágrimas. ¿Acaso es posible que Felipe Calderón haya tenido tan poca visión del problema y jamás contemplara un escenario en el que los E.E.U.U. legalizaran las drogas? ¿Tanta guerra, tanta bala, tanta sangre y tanto muerto en pos de nada? Poco a poco va quedando más claro que la intención verdadera de Felipe Calderón era otra.
Lo triste del asunto es que Enrique Peña y su nula creatividad repite la fórmula para tratar de ganarse el beneplácito de la gente, aquél que no pudo ganarse en las urnas porque, igual que su antecesor, es producto de una elección simulada y fraudulenta y, para ello, Enrique Peña presentó recientemente su Nueva Estrategia de Seguridad[ix]; evidentemente porque el tema de la seguridad pública sigue siendo una prioridad desde hace muchos sexenios, pues, contrariamente a lo que tantas veces insistió Calderón, México no es un país seguro. Sin embargo los ejes propuestos por Peña, que aunque ya no centran sus ataques en contra del narco sino en contra de otros delitos, distan mucho de las estrategias necesarias para la seguridad y la tranquilidad nacional. Simple y sencillamente porque emulan puntualmente las pifias de Felipe Calderón en materia de prevención y combate del delito.
Peña propone la creación de una “gendarmería nacional” como uno de sus principales puntos de ataque a la delincuencia, y no habría de sorprenderle a usted, mi querido lector, que esta sea una medida ya bastante vetusta y que se ha puesto en marcha desde hace ya varios sexenios; por ejemplo, durante el mandato de Ernesto Zedillo se creó la Policía Federal Preventiva que se supone sería una institución policial que concentraría diversas corporaciones y atribuciones y dependería directamente de la Secretaría de Gobernación, esta policía se instituyo con efectivos castrenses y técnicas militarizadas y de tal modo tuvo contacto con la población civil que degeneró en muy poco tiempo en violaciones de Derechos Humanos, detenciones arbitrarias, abusos de autoridad, corrupción, e infiltración por parte de las esferas de la delincuencia organizada; posteriormente la Agencia Federal de Investigación asumió las principales funciones de “inteligencia” y estrategia anti delito pero, de igual forma, en muy poco tiempo dicha agencia se vio envuelta en diversos escándalos de corrupción[x], por lo tanto desaparece y nace la Policía Federal Ministerial. Del mismo modo, Felipe Calderón tiene a bien crear su propia súper policía y para dar nacimiento a la tan infame Policía Federal, antes debe desaparecer a la PFP[xi], institución que para entonces estaba sumamente desprestigiada. En fin querido lector, enumerar a tanta institución policial en un país que está diariamente atormentado por la delincuencia puede provocar nausea. No importa cuántas policías se creen y se destruyan, mientras exista un aparato de corrupción tan robusto y que lo permea todo la seguridad pública no será una garantía en este país.
Otro de los lineamientos de esta propuesta que resulta bastante preocupante es el punto “c) Promoción y Defensa de los Derechos Humanos”. Para muchos esta medida no resultaría de cuidado, y probablemente a la mayoría de los lectores les parezca tremendamente plausible que en el esquema de seguridad se haya impuesto esta medida que “garantizará” el respeto a las garantías individuales de los ciudadanos; sin embargo, mi sospechosismo me lleva a pensar más allá de lo evidente; en primer lugar quiero puntualizar que el respeto irrestricto a los Derechos Humanos de los ciudadanos de cada país del mundo es una obligación ineludible de cada Estado Mundial; inherentemente, cada mexicano debe poder disfrutar de estas garantías y ningún gobierno de ningún nivel debe condicionar el otorgamiento de las mismas, ni mucho menos, jactarse o promocionarse a través de la cesión “benévola” de dichos derechos.
En segundo lugar, es bastante elocuente por parte del discurso oficial que en la actualidad el abuso de poder y las violaciones a los derechos humanos son una realidad perpetrada por la autoridad, mas ahora se pretenden más conciliadores y conscientes que nunca, siendo totalmente lo contrario, pues desde el primer día de este gobierno se cometieron las peores faltas en contra de las garantías individuales de los últimos años. Por otra parte, el delegarle la promoción y la defensa de los derechos humanos a las fuerzas armadas es un error profundísimo, pues al estar en sus manos estas atribuciones se dará luz verde a la comisión de todo tipo de atropellos y del mismo modo se les otorga la facultad de encubrir dichas violaciones a través de un organismo “supervisor” que, al depender directamente del gobierno, es de esperar que responda a los intereses del régimen.
La supervisión y observación del cumplimiento de los Derechos Humanos siempre debe quedar depositado en un organismo ciudadano y autónomo sin ningún tipo de vínculo gubernamental y, mejor aún, si son numerosas las asociaciones civiles que se dedican a esta tarea, a fin de hacer un ejercicio veraz, justo y verdaderamente democrático.
En fin, no quisiera denostar cada uno de los seis ejes de esta estrategia de seguridad, no porque tenga muy claro que son estrategias recicladas, inservibles y simuladas, sino porque considero que no responden en lo más mínimo a la urgencia que tiene la sociedad mexicana de seguridad y sobre todo de justicia y de paz. Por tanto, esta estrategia no responde ni en forma, porque México ya no quiere más violencia en sus calles. Queremos a las fuerzas armadas en sus cuarteles y a los verdaderos delincuentes en las cárceles y no enfrentándose en las calles y es harto evidente que el modo de lograrlo no es usando balas, sino implementando verdaderas estrategias investigadoras, medidas de contención que pongan fuera de la jugada al dinero mal habido, que castiguen a los organismos bancarios que participen de estas prácticas, que penalicen a los políticos y servidores públicos corruptos, que depuren verdaderamente a las corporaciones policiacas y que se impida que los efectivos de éstas sigan engrosando las filas de las organizaciones delincuenciales; y tampoco responde en el fondo porque, para poder sanear un problema tan atroz y tan profundo, son necesarias medidas más reales y más productivas que beneficien a la población y por lo tanto prevengan e impidan que un ciudadano empujado por la ignorancia, la avaricia o la desesperación se convierta en un delincuente; para ello México necesita educación pública, completamente gratuita, de calidad, científica, crítica y oportuna; México necesita empleos con seguridad social robusta, prestaciones justas, bien remunerados, que los impulsen a lograr sus metas, ilusiones y sueños; México necesita viviendas dignas con espacio suficiente para cada uno de sus habitantes que les permitan vivir en un entorno de bienestar y seguridad; México necesita alimentos suficientes y nutritivos que permitan a los individuos desarrollar sus habilidades y capacidades a todo su potencial para poder competir equitativamente por las oportunidades; México necesita salud para sus hijos, sus madres, sus padres, sus hermanos, para impedir que haya población diezmada físicamente que termine siendo relegada y discriminada y a la par ser el objeto de morbo y chantaje de empresas y televisoras que los usan como moneda de cambio para sus teletones y fundaciones; México necesita más instituciones públicas y con afán de servicio, honradez e integridad que funcionen en pro de sus ciudadanos y menos iniciativa privada que cifra sus servicios en el mero interés capital.
México necesita con urgencia muchas otras cosas que una estúpida estrategia de seguridad que traerá más de lo mismo y solamente escalará los niveles de delito y de violencia en nuestras calles. Concluyo con la Rayuela de La Jornada que resume a la perfección esta colaboración: “Difícil será que un cambio de estrategia en seguridad funcione si la política económica no da un giro de 180 grados”[xii].
Ptolomeo.
[i] https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2uROwj_BqavKfxjQXXioJfWF_F2tBkJP6X3RVDGG7YJH5LWGj8Gyhlo9hGBIxb9kDx4oEBp3zucQpuMQT1LoDjCuea8rEIo9lygE3IOo_vGh9HVIM9Pgb8Nzs_VBhD_U6s2nACwaSP0IO/s1600/cartografia+del+narcotrafico.jpg
[ii] http://eleconomista.com.mx/sociedad/2012/11/19/calderon-tragedia-derechos-humanos
[iii] http://www.eluniversal.com.mx/primera/32073.html
[iv] http://mexico.cnn.com/mundo/2012/12/10/el-gobernador-de-colorado-legaliza-la-marihuana-oficialmente
[v] http://www.oem.com.mx/oem/notas/n2798516.htm
[vi] http://medicalmarijuana.procon.org/view.resource.php?resourceID=002481
[vii] http://www.eluniversal.com.mx/nacion/202583.html
[viii] http://www.proceso.com.mx/?p=314545
[ix] http://www.jornada.unam.mx/2012/12/18/politica/002n1pol
[x] http://www.jornada.unam.mx/2007/01/03/index.php?section=politica&article=004n1pol
[xi] http://scela.wordpress.com/2009/06/05/mexico-muere-la-pfp-y-nace-policia-superpoderosa/
[xii] http://www.jornada.unam.mx/2012/12/18/
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