viernes, 4 de enero de 2013

El Derecho


por era-del-Ser.

¿Qué es el derecho? Algunos términos que utilizamos cotidianamente nos suenan a modernidad, a cosas que son propias de nuestros tiempos. Lo cierto es que casi todos esos términos tienen una historia que nos habla de la evolución de las sociedades humanas. Indefectiblemente, dentro de cien o doscientos años los seres humanos de aquellos entonces hablaran de la manera en que evolucionamos, o no, dichos conceptos y de la forma en que nos insertamos en la cultura legal.

La palabra “derecho” proviene del vocablo del bajo latín “directum” que significa dirección y directiva, norma de conducta y regla. Para que exista el derecho debe, por fuerza, existir una sociedad, si la sociedad no está presente entonces las relaciones que se establecen son relaciones de fuerza, de poder, de confianza, de afecto pero ninguna de ellas puede ser considerada como una “relación jurídica”. Así, el derecho es el único modo de garantizar la paz social y la seguridad individual. El derecho no es parte de la naturaleza de los hombres sino que requiere de su consentimiento.

Aristóteles (384-322 a.C.), en su Ética Nicomaquea dice: “Aplicado con rigor absoluto, el derecho se vuelve absolutamente injusto”, por tanto, debe de existir un principio de equidad que sea superior al “justo legal” y que permita la modificación de la ley para adecuarla a la realidad. Así, el derecho no es inalterable ni es deseable que lo sea, de ahí la necesidad de instancias que busquen su permanente evolución.

Otro filósofo griego, Epicuro (341-240 a.C.), llama “justo” a todo aquello que es conforme al interés general y define “útil” como el interés que tienen los hombres de no dañarse mutuamente. La utilidad de las leyes, entonces, es negativa (en el sentido de contrario y no de maldad): las leyes no sirven para impedir el mal sino que preservan del mal a los hombres. Cuándo los humanos comprendieron que vivir en la violencia no era beneficioso se sometieron voluntariamente a las leyes. La ley se basa en un principio de aceptación del bien de la comunidad que se sobrepone al bien individual.

En Roma, el jurista, político y filósofo Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.), escribe: “la ley es la razón conforme a la naturaleza […] No procede de una convención entre individuos preocupados solamente por su propio interés; si lo fuera, no sería universal ni permanente. La ley no se distingue de la moral”.

Ya en nuestra era, el teólogo y filósofo Tommaso D'Aquino (1225-1274) nos dice: “el derecho está en las cosas y en sus relaciones recíprocas, la relación jurídica no es directa, pasa por ‘el objeto’ y la rinde un tercero. Si uno se hace justicia a sí mismo, no existe el derecho; es una relación con el otro, no consigo mismo”. De esta manera Tomas de Aquino justifica la necesidad de un tercero que se encargue de ejercer la justicia sin la influencia de las pasiones del conflicto.

Como podemos ver hay una larga tradición de pensamiento jurídico inserto en la historia de la humanidad. La aplicación de las leyes y la lucha por hacerlas cada vez más justas y acordes a las realidades individuales de cada uno de los momentos históricos de las civilizaciones ha acompañado al hombre desde los albores de la civilización.

Dejémosle por ahora hasta aquí y reflexionemos sobre lo que hemos leído.

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