por era-del-Ser.
¿Qué es el derecho? Algunos términos que utilizamos
cotidianamente nos suenan a modernidad, a cosas que son propias de nuestros
tiempos. Lo cierto es que casi todos esos términos tienen una historia que nos
habla de la evolución de las sociedades humanas. Indefectiblemente, dentro de
cien o doscientos años los seres humanos de aquellos entonces hablaran de la
manera en que evolucionamos, o no, dichos conceptos y de la forma en que nos
insertamos en la cultura legal.
La palabra “derecho”
proviene del vocablo del bajo latín “directum” que significa dirección y
directiva, norma de conducta y regla. Para que exista el derecho debe, por
fuerza, existir una sociedad, si la sociedad no está presente entonces las
relaciones que se establecen son relaciones de fuerza, de poder, de confianza,
de afecto pero ninguna de ellas puede ser considerada como una “relación
jurídica”. Así, el derecho es el único modo de garantizar la paz social y la
seguridad individual. El derecho no es parte de la naturaleza de los hombres
sino que requiere de su consentimiento.
Aristóteles (384-322 a.C.),
en su Ética Nicomaquea dice:
“Aplicado con rigor absoluto, el derecho se vuelve absolutamente injusto”, por
tanto, debe de existir un principio de equidad que sea superior al “justo
legal” y que permita la modificación de la ley para adecuarla a la realidad.
Así, el derecho no es inalterable ni es deseable que lo sea, de ahí la
necesidad de instancias que busquen su permanente evolución.
Otro filósofo griego,
Epicuro (341-240 a.C.), llama “justo” a todo aquello que es conforme al interés
general y define “útil” como el interés que tienen los hombres de no dañarse
mutuamente. La utilidad de las leyes, entonces, es negativa (en el sentido de
contrario y no de maldad): las leyes no sirven para impedir el mal sino que
preservan del mal a los hombres. Cuándo los humanos comprendieron que vivir en
la violencia no era beneficioso se sometieron voluntariamente a las leyes. La
ley se basa en un principio de aceptación del bien de la comunidad que se
sobrepone al bien individual.
En Roma, el jurista,
político y filósofo Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.), escribe: “la ley es la
razón conforme a la naturaleza […] No procede de una convención entre
individuos preocupados solamente por su propio interés; si lo fuera, no sería
universal ni permanente. La ley no se distingue de la moral”.
Ya en nuestra era, el
teólogo y filósofo Tommaso D'Aquino (1225-1274) nos dice: “el derecho está en
las cosas y en sus relaciones recíprocas, la relación jurídica no es directa,
pasa por ‘el objeto’ y la rinde un tercero. Si uno se hace justicia a sí mismo,
no existe el derecho; es una relación con el otro, no consigo mismo”. De esta
manera Tomas de Aquino justifica la necesidad de un tercero que se encargue de
ejercer la justicia sin la influencia de las pasiones del conflicto.
Como podemos ver hay una
larga tradición de pensamiento jurídico inserto en la historia de la humanidad.
La aplicación de las leyes y la lucha por hacerlas cada vez más justas y
acordes a las realidades individuales de cada uno de los momentos históricos de
las civilizaciones ha acompañado al hombre desde los albores de la
civilización.
Dejémosle por ahora hasta
aquí y reflexionemos sobre lo que hemos leído.
¿Qué tal durmió FCH?
(XXI)
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