jueves, 3 de enero de 2013

Orgías y modelo neoliberal


Hoy quiero compartirles un artículo que escribió hace tiempo Nidya Areli Díaz en su columna dominical La sombrita sobre las orgías y el modelo neoliberal.
Des Consuelo.

Ninguna pócima mejora las manzanas de un árbol que no da frutos. Lo efímero y fútil de la modernidad nos obliga a menudo a pensar en los bienes y placeres inmediatos, poco duraderos pero a la mano. No pensamos más en la vida eterna ni en las atroces llamas del infierno pagano, sino en el aquí y el ahora; Dios nos abandonó hace ya largos años, se dejó morir en el tedio de la guerra y no se le ha visto más, Zaratustra anunció su muerte de tal manera que nos hemos quedado, como niños huérfanos, a la espera de una reprimenda que no llegará. Destruimos lo que hallamos en la medida de nuestras posibilidades, envilecidos por el hechizo del poder de crear el caos. Proscriptos al fin, en una faena baladí pero placentera, colmados por una orgía sin acabo, conducimos nuestros patas de bestias al exilio perpetuo, a la desolación constante, a la soledad…

          Hay que recordar que en su significado, orgía lleva implícito el exceso. Eran comunes en la edad media las orgías de comida y bebida, hartarse hasta la casi muerte, mayor aún y más actual es la recurrencia a la orgia del utilitarismo; nos ataviamos de cosas bellas, cosas al fin, y vaciamos y vendemos el alma en el afán de desbordar la copa. No hay más vida que el hartazgo y la apatía.

          Apatía sentimos por todo lo que no es carnal. La madre Natura se mira a sí misma desolada, putrefacta e incómoda. Los cielos se cierran a los ojos del hombre, opacadas las estrellas por las luces caprichosas de las ciudades frías. La hambruna humana causa apatía; nos disgusta mirarla y volteamos la vista. Nuestra propia realidad nos produce horror y le quitamos los sentidos de encima, seducidos al fin por las baratas de los grandes almacenes.

          ¡Oh, poderoso Dios!, qué no se diga que soy estúpida por contemplar mi propia miseria. Miro el adusto país que me has dado: asesinatos a mansalva, corruptelas descaradas, patrioteros animales tricolores que me acechan, toda una generación de jóvenes desocupados o seducidos por el crimen. Yo miro, omnipotente Yavé, y me mata la locura de los tiempos, del sistema inmoral que es el neoliberalismo. Qué no se diga, hermanos, que vamos por buen camino porque me mata la apatía de esta raza enterrada en el abrazo atroz de la desesperanza.

          Después de un gran engaño, de una gran crisis, de una larga enfermedad, queda uno con el semblante pálido y descompuesto, sin fuerzas ni perspectivas, desesperado en el no saber qué es lo que vendrá. Queda uno sumido en el dolor de los fortísimos golpes, en el desánimo del fraude de que acaba uno de ser víctima; es tan fácil entonces dejarse dominar por las corruptelas de siempre, es tan cómodo entonces bajar la guardia, dejar de luchar y sucumbir, mas ¿qué ha de venir después sino el empeoramiento o la muerte misma?, al cáncer hay que combatirlo sin descanso, las malas semillas se tiran al fuego, la primacía del malvado sólo muere combatiéndola sin descanso.

          Por eso digo que ninguna pócima mejora los inexistentes frutos de una planta estéril. Desde su nacimiento el neoliberalismo estaba podrido, no sirve en una sociedad cuyas primeras exportaciones fueron artículos de limpieza, contra equipo electrónico de cómputo de las grandes potencias. Entregar nuestras esperanzas y certezas a cambio de la bisutería de esta época no nos garantiza una nación mejor para las nuevas generaciones. Nunca estaremos mejor con las opresiones diversas sobre nuestras cabezas, los niños no van a ser genios ni expertos en nada con un sistema educativo mediocre y el estómago vacío, ni los adultos conseguiremos buenos empleos en un sistema de producción en que el ser humano ha quedado desvirtuado y relegado a la servidumbre perpetua. El capitalismo no toma en cuenta las necesidades de las personas, ni tiene interés por las diversas áreas de su vida. Recordemos la pirámide de Maslow: 

          En este sistema neoliberal ni siquiera se cubre correctamente la base porque una vez cubierto lo fisiológico, el hombre en sus naturales inquietudes buscaría ascender al siguiente nivel, cosa impensable para el dueño del capital que lo acapara todo y lo quiere todo para sí, que está por la mano de obra barata sin peligro de emancipación. La gran mayoría de los individuos no tiene el estómago lleno ni descansa lo suficiente, menos aún se siente seguro ni en lo físico ni en lo moral, la corrupción de los valores empobrece los espíritus a grado tal que no hace falta buscar mucho en la red para encontrar declaraciones de niños sicarios que dicen que vale la pena matar por tener “cosas”, vuelvo a la depravación de la orgía utilitarista, supóngase que la brecha económica, mediatizada por los medios de comunicación masiva, le pone al hambriento de muchos días, quizás años, una gran mesa llena de manjares, vinos y frutas frente a sus ojos, y le muestra al infeliz que la única forma de conseguir algo de esa mesa es mediante el crimen, apelando así a sus instintos más básicos y animales. Lo que el pobre no sabe es que nunca podrá acceder a ello, porque un verdadero bienestar debe cubrir también lo espiritual, y en la actual soledad del ser humano no puede acceder a la punta de la pirámide, deja el alma en el camino, se prostituye para satisfacer sus necesidades básicas, no se conforma con tomar lo necesario de la gran mesa que pone ante sus ojos el sistema, sino que intenta tomar lo más que se pueda, endeudándose, pasando por encima de sus propios hermanos, olvidándose de que es humano.

          Es necesario cambiar de raíz esta podredumbre, acabar de raíz con un sistema que no funciona; Europa está en crisis gracias a él, y nuestros países pobres se desmoronan. No es suficiente declararse rebeldes, sumidos en la apatía del voto nulo, de voltear la vista ante los problemas que nos aquejan, hay que proponer y tomar decisiones inteligentes. Hay que recurrir al raciocinio, recuperar la dignidad del ser humano y rescatar al Dios que Zaratustra proclamó muerto en los embates de la guerra, hay que abanderar nuestra causa con la libertad de pensamiento que a nadie se mina. Se elige ser libre o condenarse a la oscuridad perpetuamente, sin esperanza y en soledad plena.

Nidya Areli Díaz.

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