A través de nuestro proceso hemos
generado no sólo una propuesta artística, sino que cada uno, ha generado una
biografía ficcional para su performancero, se han hecho una “auto-entrevista”
para ir asentando partes de la acción, algo así se empieza a formar:
Semblanza:
Desde niño me han encantado, me han impresionado
y me han enamorado.
De las mujeres, desde
que las veía en mi salón de la primaria (no las veía como niñas, eran mujeres
de mi edad) me enganchaban sus caras bonitas, pero sabía que esas caras
bonitas se acabarían. Veía las caras de sus madres, feas ellas, y dejaban de
gustarme esas caras bonitas de mis compañeras.
Cuando me cacharon
asomándome por la ventana del baño me dio mucho coraje, nadie lo debía de
saber, sólo quería enterarme de qué había aparte de esas caras bonitas, que ya no me
atraían.
Había un sueño recurrente
en mi niñez: un hombre barbado, fuerte, se robaba a una mujer en un bosque, la
llevaba a su cabaña y ahí la ataba, le desnudaba el pecho y se lo tocaba, después
con una navaja hería ligeramente sus pezones, ¿habré sido ese hombre barbado
yo?
Aquel primo lejano me
lo dijo más de una vez, el amor es una pendejada, mira a ese wey que dice que
hay que respetarlas, está solo, yo ya me agarré a dos. Entonces recordé esa
canción, Linda, se la había compuesto a cada una de esas mujeres que me habían
encantado, impresionado y enamorado. Nunca escucharon esa canción, no lo sé,
a lo mejor no eran dignas, me di cuenta de que no eran tan “lindas”.
Entonces llegó ella,
una mujer bonita a mi vida, pero eso ya no era importante, su cuerpo no era el
de aquella mujer del bosque, aún la sigo odiando.
Siempre me han
impresionado las imágenes pornográficas fuertes, ellas no son bonitas, tal vez
no son mujeres, un torso desnudo entre sogas.
Después llegó ella,
me recordaba a la mujer del bosque, pero también muchas otras mujeres me
recordaban a la mujer del bosque, una vez que las tenía en mis manos --y no
encontraba a esa mujer--, me retiraba de sus vidas sin mediar palabra alguna.
Cuando conocí a la
última reconocí rápidamente el torso, esa parte de ella me encantó, impresionó y
obsesionó.
En ocasiones cuando
estoy solo con la ansiedad de no tener ese torso, esa parte del cuerpo cerca de
mí en ese preciso momento, antes de empezar a enloquecer, me pongo a imaginar a
aquella mujer que vi en el transporte público o en cualquier lugar, cómo
minuciosamente la podría secuestrar y llevar a mi cabaña, para desnudarle el
pecho y tocarlo, después con una navaja, herir ligeramente sus pezones.
Entrevista:
Él: ¿Cómo te llamas?
Ella: María, ¿y tú?
Él: Juan, disculpa que te moleste pero
me parece que eres muy bonita y no pude resistir no hablarte y dejar pasar la oportunidad
tan solo de conocerte.
Ella: No te preocupes.
Él: ¿Cómo ves si vamos a un lugar con
menos ruido, para poder escuchar tu linda voz?
Ella sonrió, por un instante lo pensó
y después asintió con la cabeza.
Ella: Está bien, únicamente porque me
caíste bien, parece que eres un chavo lindo.
Rieron y salieron del lugar.
En la parte de atrás del auto de él,
comenzaron a besarse. El bajó la mano y trató de tocar su pecho, ella lo
detuvo.
Él: ¿No te gusta?
Ella: No.
Él aprovechó esa distracción para
agarrar con fuerza las dos manos de ella, y con la que le quedaba libre desnudó
su pecho y lo empezó a tocar fuertemente.
Acción:
En muchas ocasiones, en la música
comercial, una aparente balada o canción de “amor” trae tintes misóginos,
machistas y violentos, pero están tan disfrazados en melodías pegajosas y
ritmos atractivos que las letras quedan rezagadas, y la canción logra su
cometido, materializar a la mujer. Tal y como sucede con esa aparente normalidad
del hombre agresor, ese caballerismo que oculta otros objetivos y una historia
de vida aparentemente normal, que en su momento desatará a un agresor.
Instructivo de acción:
Los contrastes, una armonía bella, una
melodía pegajosa, unos ritmos bailables, contra una música tosca, violenta y
totalmente desagradable al oído. Generando de una manera musical el pensamiento
hipócrita del violentador, su materialidad y su disfraz lleno de sus más
profundas perversiones.
Esto viene de un
miembro del equipo creativo, ¿qué opinan?
Enrique
Burgot
Creo que los ritmos pegajosos no esconden la incitación a la violencia y misoginia, por el contrario, son muy explícitos. Luego, entiendo que hay una relación muy clara entre la música comercial y la formación del niño que después será un agresor sexual, pero en mi opinión se aleja mucho -temporalmente- el niño en formación del adulto agresor. ¿Esto es válidos en el teatro?
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