Hace algunas semanas se cumplió un año de la
visita de Enrique Peña Nieto, aún como candidato presidencial, a las
instalaciones de la Universidad Iberoamericana y, tras esta visita, del
surgimiento del movimiento #YoSoy132. ¿Qué balance hacemos los mexicanos de
este hecho? Durante los días siguientes al aniversario, los comentarios en
redes sociales no se hicieron esperar. Especialistas hablaban sobre lo que fue
y no fue el mentado movimiento, mientras los ciudadanos de a pie daban rienda
suelta a sus fobias, taras y traumas reviviendo ese hashtag.
Uno de los análisis más
interesantes que pude leer al respecto, fue el hecho por Carlos Retes en su
blog Reporte Retes: “#YoSoy132
y la infiltración neoliberal”, en donde expone las razones que, tras su
investigación, tiene para pensar que el movimiento fue desarticulado desde las
más altas esferas del priismo y los clanes neoliberales.
El movimiento fue un halo de
esperanza, fue un oasis en medio de la oscuridad que desde entonces se cernía
sobre nuestra vida política. Que se convirtiera en un movimiento lo
suficientemente bien articulado como para evitar la llegada al poder del
priisimo, quizá nunca fue su destino. No, el movimiento no tuvo como fin
generar una nueva propuesta política, su fin era ciudadano, su finalidad era
despertar a los ciudadanos y hacer un llamado de atención a la clase política
para que mirara a sus ciudadanos y les diera lo que verdaderamente necesitaban
o, por lo menos, que dejara de darles lo que hasta ese momento había dado. Los
pueblos rara vez saben lo que quieren, pero saben bien lo que no quieren y
cuando son capaces de expresarlo toca a sus servidores públicos darles lo que
necesitan. Esos momentos de inconformidad y de despertar son perfectos para que
nuevas figuras aprovechen la oportunidad y comiencen a trazar un nuevo
horizonte. Así, la Revolución Mexicana no nació porque Madero llamara a los
mexicanos a liberarse del yugo porfirista, Madero fue capaz de dar respuesta a
una necesidad social que muchos años antes de él mismo comenzaba a gestarse, un
reclamo general que sirvió para alimentar un movimiento que puso fin a una era
y dio paso a otra.
Así pues, el eterno reclamo
que los medios de comunicación, algunos líderes de opinión y la sociedad que
les hizo eco, hacían hacia el #YoSoy132 para que generara propuestas y se
decidiera a dar el paso del reclamo a la acción era infundado. ¿Por qué?
Simple: porque los 131 estudiantes que dieron la cara en un video para hacerle
saber a Pedro Joaquín Coldwell que ellos no eran ningunos porros y que su
reclamo en las instalaciones de su universidad, era un reclamo legítimo, no
escudado en ningún movimiento político y, por tanto, ciudadano. Esa era la
finalidad de un fenómeno que rápidamente se viralizó no sólo en México, sino
alrededor del mundo. Muchos ciudadanos nos vimos reflejados en esos mismos
estudiantes a quienes llamaban porros y decidimos apoyar su reclamo. Muchos
enarbolamos esa bandera que decía basta a la comunicación deficiente, a la
manipulación de masas y a una clase política que no sólo estaba de vuelta, sino
que lo hacía con las mismas prácticas de siempre. Y al interior, cuando el
movimiento comenzó a extenderse a otras casas de estudio, la incapacidad de sus
líderes para darle forma como una propuesta política llevó al fracaso al
movimiento. Pero, ¿verdaderamente fracasó el #YoSoy132? ¡Claro que no! El
movimiento nunca fue una propuesta política, era un reclamo, un reclamo que
debía servir a toda la ciudadanía para despertar, para exigir un proceso no
sólo legal, sino legítimo. Ese era el verdadero sentido del movimiento.
Por una parte, a los
ciudadanos nos competía hacer lo que estuviera a nuestro alcance para impedir
que el PRI llegara al poder si no queríamos que así sucediera: apoyando otras
propuestas políticas, dando a conocer a quienes teníamos cerca la otra cara de
las cosas, exigiendo a nuestros candidatos que dieran solución a las demandas
de toda la ciudadanía. A los políticos les correspondía escuchar esos reclamos,
tratar de darles solución y generar ellos las propuestas necesarias para
emprender un nuevo modelo político. ¿Por qué los ciudadanos debían hacer ese
trabajo? Se supone que los servidores públicos sirven a los ciudadanos, ¿no es
así? Si yo busco ganar un cliente, lo menos que puedo hacer es escucharlo.
Entonces, ¿por qué el #YoSoy132 que era un gran reclamo, maginificado y a gran
escala, debía generar también las propuestas? Si EPN verdaderamente hubiera
tenido una intención renovadora, habría abierto una mesa de diálogo con los
estudiantes, en lugar de esconderse en el baño y después mandar a todas sus
huestes a desacreditar el reclamo. Por desgracia, el momento en que el movimiento
fue trasladado a la discusión mediática, visiblemente contaminada por la fuerza
mercadológica del PRI, comenzó a perder fuerza. No había lugar para voceros, no
podía haber uno sólo que dijera qué necesitaban todos, porque esos chicos ya lo
habían expresado con suficiente contundencia: no al mismo PRI de regreso, no a
la manipulación de la información, no a la ciudadanía manipulada. ¿Qué legitimidad tenía un personaje como
Atolini para ser un vocero? ¿Cómo podía él solo decir lo que todos los
ciudadanos, todos los estudiantes querían? Hacía falta que el PRI escuchara al
menos las voces que ignoró en la Ibero, que escuchara verdaderamente lo que los
ciudadanos necesitaban.
En cambio, en lugar de haber
hecho eso: investigar, escuchar, analizar, el PRI prefirió el trabajo más
difícil: articular toda una estrategia para nulificar el #YoSoy132 y pararlo,
convirtiendo así en porros, acarreados, manipulados, pejezombies y golpistas a
todos aquellos que apoyaran mínimamente al movimiento. Andrés Manuel López
Obrador se transformó en el iniciador del mal y el #YoSoy132 en el nombre de la
pandemia. ¿Será que los mexicanos que con tanto odio hoy usan uno y otro nombre
para referirse a la escoria, al mal, a lo indeseable, han sido infectados con
un virus más poderoso?
Perdimos una gran
oportunidad con el #YoSoy132, pero el movimiento en realidad nunca fue vencido,
sembró en las conciencias de muchos una semilla de deseo, de esperanza y sirvió
para hacernos saber que no todo estaba perdido, pues en el país aún hay conciencias
despiertas y no son pocas. Toca, en los próximos meses, a esas conciencias dar
cauce a un mejor país, a un mejor México.
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