Si
leemos la cuarta acepción que para definir la palabra corrupción aparece en el diccionario de la Real Academia Española encontraremos
lo siguiente: “f. Der. En las organizaciones, especialmente en las
públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de
aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”. Le cuento
esto porque me parece que uno de los mayores
problemas que aquejan a nuestro país es, sin lugar a dudas, el de la
corrupción.
Es claro que este no es el único problema con
el que tenemos que lidiar los mexicanos, pero sí es uno de los principales. Se
me dirá, quizá, que este no es un fenómeno exclusivo de México puesto que en
todas las formas de gobierno se presenta la corrupción; y yo le daré la razón;
sin embargo, creo que, si bien cualquier régimen es susceptible de corromperse,
y de hecho ocurre, nuestro caso es diferente porque aquí la corrupción no
parece ser la excepción sino la regla que rige a nuestro gobierno.
Frecuentemente
nos enteramos de que en otros países las personas que han hecho algún desfalco,
han recibido algún soborno o se han aprovechado de su cargo para cometer
cualquier tipo de ilícito, son juzgadas y condenadas por ello; mientras que en
nuestro país a diario vemos que los cientos de atropellos cometidos en
prejuicio del pueblo por parte de las elites políticas y económicas quedan
impunes.
Para las clases “poderosas” las leyes son
letra muerta. Solo se valen de ellas en su provecho. Por ejemplo, cuando hay
alguna manifestación en su contra, vigilan que no vaya a cometerse ningún acto
ilícito, pues ¡cuidado y se rompa algún vidrio! porque entonces sí se aplica
todo el peso de la ley contra esos “criminales”, incluso cuando ninguno de los
verdaderos manifestantes haya sido el responsable.
Dado
el panorama de corrupción imperante que hay en nuestro país, me preocupa el
“endurecimiento” de las leyes. Hace ya algunos años leía con respecto a este
tema que: el problema principal no es si
se tiene contemplada una condena mayor para quien viole alguna ley, sino el de
la aplicación real de ella a quien la infringe y, como sabemos, en nuestro
país, la aplicación en las altas esferas no se da. Las personas de las elites políticas
y económicas ni siquiera llegan a estar del lado de los acusados, tristemente sus
crímenes quedan impunes.
He
hablado hasta aquí únicamente de la corrupción en las altas esferas de poder,
la razón de ello es que en este nivel es en donde se presenta el mayor grado de
impunidad; no obstante, como todos lo sabemos, no es un fenómeno exclusivo de
ellas, se presenta en cualquier nivel. Ha permeado tanto en nuestro país este fenómeno
que hay quienes ven como “normal” que alguien que tiene acceso a cierto poder
haga uso de él en su propio beneficio, lo cual es algo que no se debe tolerar
en ningún nivel, pues ¿con qué cara van a reclamar justicia quienes consideran
esto como normal?
Funes.
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