La presencia del gato Morris
en la jornada electoral para la alcaldía de Xalapa pone en relieve, por lo
menos, un par de teorías: la primera, que a los poderes mediáticos se les ha
terminado la credibilidad y se han visto obligados, por tanto, a innovar la
estratagema para favorecer a un candidato en el fomento de la anulación del
voto; y bien, la segunda, que la ciudadanía en efecto ya está hasta la madre de
los candidatos politiqueros de porquería de siempre. Ambos fenómenos en todo
caso denotan una cosa: existe una gran crisis alrededor del sistema político
mexicano.
La
crisis es tan grave y tan grande que una buena cantidad de personas no ha
dudado en mostrar abiertamente su simpatía política por un animal. Incluso a
sabiendas de que pudiera tratarse de un distractor ―y que de hecho lo es
estratégicamente o no― la veracidad, la legitimidad que muestra su campaña no
deja lugar sino a dar la razón. Frases como “No más ratas, vota por un gato”
atraen peligrosamente a un público elector que, elecciones tras elecciones,
observa de forma impotente que su voto poco o nada vale y, peor aún, aunado al
ejercicio de la “democracia”, cada día hay más violencia y están más limitados
los medios básicos para sobrevivir del mexicano de a pie.
El
fenómeno Morris como estrategia mediática de la política pone en evidencia una
nueva forma de hacer campaña en la que se apela al descredito y repudio que
merecen los políticos de nuestro sistema. No es nuevo el fomento a la nulidad
del voto; lo nuevo es que, mediante un gato, el proceso electoral de una
alcaldía se convierta en una ridiculez en donde compiten una sarta de animales:
las ratas y el gato. Está tan empachado de corrupción el electorado que muchos
no dudarán en ir a depositar a las urnas su simpatía por Morris y, aunque ello
beneficiara a un candidato en particular, al final el mensaje del votante es
claro: ninguno de los candidatos oficiales me convence.
Morris
dice estar a favor de las candidaturas independientes y ciudadanas e invita con
ello a votar por él, pero se olvida de que su candidatura es ficticia en la
misma medida en que lo es el candigato y, aunque ganara, los votos a él dados
seguramente serán eliminados. El creador de Morris quiere protestar haciendo
que la gente vaya a votar por un independiente muy particular: un gato. Y el
fomento al voto independiente no es precisamente eso porque quien vote por
Morris NO votará por una persona que pueda asumir un cargo de verdad, sino por
un personaje de ficción cuyas buenas intenciones quedarán en nada después de
las elecciones.
A la
par que lleva su atareada agenda de campaña política, el candigato ha abrazado
varias causas sobre todo de derechos animales. Su página además ha servido como
un punto de reunión e inspiración para creadores y artistas que han hecho
versos, pinturas, carteles y otros, en torno al personaje y para redituar el
esfuerzo diario de los creadores mediante la venta de los afiches oficiales no
poco demandados. Lo alarmante es lo que pasará después de las elecciones,
cuando ya no haya un gato ganando la simpatía y paliando el hambre, la
inseguridad y las desavenencias diarias de los habitantes de Xalapa, porque
desgraciadamente la manifestación del repudio por los políticos en escena no es
suficiente para poner remedio a una situación nacional que empeora cada día.
Temas
varios como los presos políticos del 10 de junio o la violencia que sigue en
ascenso han perdido atención en pro de la candidatura de Morris. El asunto de
los presos políticos detenidos en las manifestaciones no desmerece en nada la atención
de la ciudadanía porque a leguas es claro que se trata de una estratagema
basada en el miedo. La represión a la orden del día hace pensarlo dos veces
antes de salir a una manifestación. Tal parece que el gobierno de Miguel Ángel
Mancera no está dispuesto a tolerar la inconformidad de ninguna índole y desde
el inicio de su gobierno se ha dado a la tarea de tomar medidas encaminadas a acallar
toda voz que se alce más de lo conveniente.
El
candigato, pues, desde Xalapa, nos insta al voto independiente en la medida en
que cada proceso electoral cuente con su respectivo candidato ficticio. Creemos
que daremos una buena lección a los políticos, pero quizá la lección está dada,
quizá ellos sepan muy bien que no los toleramos más, quizá por lo mismo se
reconocen, divertidos, como ratas que son y en consecuencia ponen a un gato a
su servicio que finge hacerles frente. Estamos hartos de los candidatos de
siempre pero no de la pantomima. Debemos reconstruir el sistema pero no desde
la pobre risotada del mexicano desesperado “que se burla de sus propias
desgracias”, sino desde un ejercicio ciudadano más responsable y previsor.
¿Qué
va a pasar si gana Morris las próximas elecciones de Xalapa? El resultado será
que no ganará Morris como no ganaría el Rey león, Aladino ni la Catrina de
Posada. A lo sumo será un episodio chusco; es tan simple la cuestión como que
se anulan los votos y gana el segundo en preferencia. Para el caso da lo mismo
quien gane, porque seguramente seguirá la misma violencia, la misma
desesperanza y la misma corrupción. La competencia, en todo caso, ya no es
asunto de los partidos políticos sino de la ciudadanía; ello, claro está, en
tanto sea la verdadera ciudadanía la que busque y gane espacios.
Con
la vuelta del PRI a la presidencia nos hemos topado los capitalinos con un
gobierno de “izquierda” cuya visión más bien se alinea a la derecha; los
Xalapeños han amanecido un día con unas elecciones de caricatura más esperpénticas
que divertidas; las televisoras se han vuelto benévolas con la sensibilidad del
público televidente y se ha dedicado a tapar con su dedo hipnótico la violencia
que sigue creciente por todo el país y los ciudadanos nos vamos quedando cada
día más con menos medios de subsistencia y más enajenados, apáticos a nuestros
males en nuestra tristeza creciente.
Des Consuelo.
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