Esta vez traigo a ustedes un texto para el cual pedí ayuda de redacción a un querido amigo, les pongo íntegro el trabajo que redactó, acerca del último grito de independencia de Calderón, y en cómo el símbolo del grito se ha ido transformando para los mexicanos. Lean y opinen. Enrique Burgot. (Antes A.) Viene texto:
El aparato de falsificación de la realidad que posee el Estado se vio espléndido en el reciente festejo, pues hizo gala del enorme potencial para encapsular los brotes de inestabilidad. Las personas que llegaron a ver la ceremonia por medio de la transmisión oficial de la Presidencia de la Republica, que fue utilizada por los medio de comunicación que usufructúan el jugoso espectro radioeléctrico nacional, no se enteraron de lo que en realidad sucedió en el momento en que el presidente saliente ocupó el balcón para tañer el lábaro; a lo más, observó diversas centellas verdes que hacían las veces de pincel. Lo que este público cautivo no pudo ver fue que, bajo el fuerte dispositivo de inteligencia, había una masa compacta de seres humanos que pretendían manifestar su descontento por medio de mantas, consignas y de un arma secreta: Rayo láser. Así es; las centellas verdes que rodearon y, muchas veces, impactaron la cara de Felipe Calderón son producto de una acción contumaz por parte de jóvenes del mortecino movimiento #yosoy132 que burlaron los detectores y la revisión que les acomodaron los elementos del Estado Mayor Presidencial (EMP) en su entrada al sitiado “corazón político del país”. Era evidente el descontento del otrora “presidente del empleo” cuando, en lugar de escuchar los acostumbrados ¡VIVA! se topó con alaridos que le recordaban el vientre materno y la que se ha convertido en la prédica nacional A-SE-SI-NO. Fue un grito que manifestó el descontento de millones que han vuelto a casa para cambiar las cosas desde dentro pero que, no por eso, se abstraerán de seguir a pie juntillas todo lo que suceda en las calles y, si es necesario, entrar en acción presencial.
El grito de independencia se conmemora después de 202 años y como ceremonia oficial tiene un protocolo bien definido que suele ajustarse al gusto del comandante en turno; tradicionalmente el sexto y último Grito se realiza en Dolores Hidalgo, donde tuvo origen, pero en esta ocasión no fue así, dicha disposición se desechó como una evidente muestra de cómo se ha llevado a cabo cualquier festejo patrio: sin cuidado, además, Felipe Calderón tuvo como buena ocurrencia, insistir en la omisión onomástica de aquél que antepuso a México por sobre todas las cosas con el lema “La patria es primero”: Vicente Guerrero.
Festejar no sale gratis; este año el incremento en la canasta básica ha disparado los precios de la cena situándolos entre los mil a mil quinientos pesos para ocho personas; con un menú conformado por: pozole rojo, pambazos, tostadas, tequila y refrescos. Resulta más difícil completar el gasto pues aún se resiente el golpe de los útiles escolares que se compraron apenas un mes antes y cuyo monto fluctúa entre los quinientos y ochocientos pesos por alumno. Sin embargo, nada es pretexto para dejar de festejar; la fiesta es fiesta y la patria es patria; cada quién pone su granito de arroz para que el momento se viva con desparpajo y gozo; es un buen momento para agarrar el cohete y lanzarlo, esperando que explote lejos; que reviente el bote de basura; es momento de echar chispas con los ratones de tres por un peso (antes cinco por un peso). Quemar toritos y quebrar anacrónicas piñatas.
El grito de los mexicanos se ha convertido en un alarido que clama justicia, paz, comida y tranquilidad. Gritan nuestras manos, que impotentes, no encuentran trabajo donde descargar su entrega; gritan nuestros pies cansados de darle vueltas a la habitación sin saber encontrar camino; gritan nuestros ojos que se acostumbran a ver sangre todos los días; grita nuestro corazón que ya no se vuelve loco al saber de un infortunio; grita nuestra voz que no tiene resonancia en los oídos sordos. Grito. Hagamos que llegue el silencio para que el eco aparezca y penetre. Sin silencio no hay gritos; hagamos silencio aunque nos queme.
Iván Ovenían.

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