viernes, 22 de febrero de 2013

La Memoria (II)



por era-del-Ser.

En los últimos días de su mandato, en junio de 2012, Calderón Hinojosa declaraba en entrevista con el periódico El País: “No temo ser llevado al tribunal de La Haya”. Conoce su culpa y ha preparado el escenario de su impunidad; parte de este escenario lo formaron las gestiones realizadas por su gobierno ante el gobierno de los Estados Unidos para otorgar inmunidad —léase impunidad— a otro expresidente mexicano: Ernesto Zedillo Ponce de León, acusado ante la justicia norteamericana por la matanza de Acteal. De esta manera Felipe Calderón preparaba su propia salida impune al impedir el precedente de que las víctimas puedan solicitar justicia ante un gobierno externo debido a que la corrupción en el sistema de impartición de justicia mexicano hace imposible esto en nuestro país. Si la justicia norteamericana se declara incompetente en el caso de Ernesto Zedillo Ponce de León es seguro que obrará de la misma manera en el supuesto de una demanda contra Felipe Calderón Hinojosa.

En una democracia tan “a la mexicana” como la de nuestro país en donde los políticos le deben sus puestos a los famosos “poderes fácticos” y no al voto de la ciudadanía, en donde un puesto público es usado mayormente como trampolín para escalar a un puesto mejor o igual, no importa, con tal de seguir cobrando del erario público y sin ninguna responsabilidad, aunque esto implique cambiar de partido político y de ideología y estrategia políticas con una facilidad y desfachatez impresionante (el pueblo los conoce como los “chapulines políticos”) y con una sociedad corrupta y comodina, acostumbrada a las dádivas gubernamentales y a la que no le interesa exigir una rendición clara de cuentas a sus los dirigentes, estos seguirán haciendo lo necesario para mantener un Sistema perfectamente probado que les permite saberse impunes e intocables evitando siempre cualquier tipo de pago o reclamo por las consecuencias de sus actos y desmanes. Un gobierno sin ningún tipo de límites.

En un sistema político como el nuestro en donde la figura de la reelección no existe ni parece cercanamente posible, el político estará más atento a ganarse el favor de quien lo haya puesto en su cargo (sea un partido político, un grupo empresarial, la delincuencia organizada o el mismo Gobierno Federal) a fin de asegurarse la permanencia dentro del círculo político sin importarle realmente las necesidades de la ciudadanía. Así, en un sistema viciado de origen, en donde el voto ciudadano no elige a sus representantes, ni a sus dirigentes, ni a sus líderes (recuérdese que durante setenta años el voto ciudadano no elegía ni al Presidente de la República, que era elegido por el famoso sistema del “dedazo”, y bueno, qué decir de las últimas elecciones federales) se asegura que los grandes beneficios caigan siempre del mismo lado de la ecuación: del lado del Poder, sólo entre unos cuantos privilegiados (que siempre son los mismos) y la ciudadanía, ese enorme 92% de la población del país en donde cabemos casi todos nosotros, termina obteniendo únicamente algunos beneficios esporádicos y marginales. El resultado de décadas acumuladas de permanencia del corrupto sistema político mexicano: cincuenta y dos millones de pobres (52’000,000), el 46.5% de los mexicanos (casi la mitad de la población total del país), contra sólo once (sí, leyó bien, sólo 11) millonarios mexicanos que aparecen dentro del listados emitido por la afamada revista Forbes, equivalente al 0.00001% de la población total del país.

¿Qué tal durmió FCH? (XXVIII)

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